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La galería de arte estaba casi vacía cuando Abril Montagne cruzó la puerta principal. Sus pasos eran decididos, casi solemnes, pero no por eso menos firmes. La luz tenue que atravesaba los ventanales proyectaba sombras largas sobre el suelo de mármol, dibujando un escenario silencioso, como si el tiempo mismo se hubiese detenido para esperar.
Abril recorrió con la mirada cada rincón, cada pieza expuesta. Las pinturas y esculturas parecían susurrar historias pasadas, recuerdos que para ella eran agridulces, cadenas invisibles que aún la mantenían atada a un pasado que había intentado enterrar.
Un leve aroma a madera barnizada y a incienso flotaba en el aire, mezclándose con el perfume sutil que ella misma llevaba. Un contraste extraño: lo viejo y lo nuevo, la fragilidad y la fuerza.
Mientras ajustaba con cuidado una escultura de bronce, sus pensamientos viajaron cinco años atrás, a una época en la que Éloi Sterling no era solo un nombre oscuro en su historia, sino el hombre que había cambiado su vida para siempre.
En ese recuerdo, él aparecía con su sonrisa cortante, sus ojos grises como el hielo y una promesa rota que aún dolía en lo más profundo de su ser.
El sonido seco de unos pasos acercándose la sacó de su ensimismamiento. Sin voltear, supo quién era.
-No deberías estar aquí.
Él estaba apoyado contra una columna de mármol, la figura imponente, una sombra que absorbía toda la luz alrededor. La silueta de Éloi Sterling, un fantasma que había vuelto para reclamar lo que decía ser suyo.
Abril sintió un escalofrío recorrer su espalda, aunque la temperatura de la sala fuera cálida. La tensión entre ellos era tangible, un hilo invisible a punto de romperse.
-Éloi -su voz sonó firme, aunque su corazón latía desbocado-. No sé qué quieres, pero te advierto que no voy a ceder.
Éloi esbozó una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
-No vine por ti -dijo con calma, pero con un filo invisible en las palabras-. Vine por lo que me pertenece.
Abril tragó saliva, sabiendo que no hablaba ni de la galería ni de su imperio. Hablaba de ella.
El silencio se hizo espeso, cargado de reproches y memorias no dichas, hasta que la puerta se abrió y entró Mikael Roux, su amigo de siempre. Su mirada se tornó dura al ver a Éloi.
-¿Qué está pasando aquí? -preguntó con voz baja, pero firme.
-Nada que te importe -respondió Abril, sin apartar la mirada del hombre que había marcado su vida.
Mikael frunció el ceño, desconfiado. Sabía que Éloi no era un hombre cualquiera. Era peligroso. Poderoso. Un huracán que había vuelto para arrasar.
Éloi los observó, calculador, como si estudiara sus piezas en un tablero de ajedrez.
-Hay cuentas que saldar -susurró-. Y esta vez, no aceptaré excusas.
Abril apretó los puños, sintiendo la tormenta interna que ese hombre desataba.
Sabía que nada volvería a ser igual.
Mientras tanto, la ciudad seguía su curso ajena, pero para ellos, todo se había puesto en marcha.
La guerra había comenzado.
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💬 Estoy aprendiendo y escribiendo con mucho cariño. Por favor, evitá las críticas duras —esto recién empieza y lo hago con amor.
✨ Nos leemos en el próximo capítulo...
— D.A.C. 💫