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La noche se había instalado con su manto negro sobre la ciudad, y desde el exclusivo penthouse de Abril Montagne, las luces doradas se filtraban a través de las ventanas, reflejándose en las paredes cubiertas de arte contemporáneo. La música suave llenaba el ambiente, pero en el aire había una tensión apenas disimulada, como una cuerda tensa a punto de romperse.
Abril caminaba de un lado a otro, incapaz de sacarse de la mente la imagen de Éloi Sterling, ese hombre que había vuelto a cruzarse en su vida como un huracán implacable.
Mikael Roux, su amigo leal y confidente, apareció con una botella de whisky en la mano y el ceño fruncido, su mirada mostrando una mezcla de preocupación y algo más profundo, un sentimiento que ambos habían decidido no nombrar.
—No me gusta que esté aquí —dijo, sirviéndose un trago—. Y menos la forma en que te mira.
Abril apretó los labios, luchando contra la mezcla de miedo y rabia que le provocaba pensar en Éloi.
—Éloi no vino a jugar, Mikael. Esto no es un juego. Es una guerra. Y yo soy parte del campo de batalla.
Mikael se apoyó contra la pared, su voz más baja y cargada de una advertencia oculta.
—¿Y qué vas a hacer cuando te obligue a firmar ese matrimonio? —preguntó, con los ojos brillando de preocupación—. No es un contrato para vos, Abril. Es un pacto para controlar todo.
El escalofrío recorrió la espalda de Abril. La idea de un matrimonio por conveniencia con Éloi, impuesto como un ultimátum mafioso, la aterraba y a la vez la enfurecía.
Era una alianza forzada que buscaba unir dos imperios oscuros, un tablero en el que ambos intentaban proteger lo que más valoraban, pero a un costo personal demasiado alto.
—No voy a ser su prisionera —respondió, con voz firme y decidida—. Ni su moneda de cambio.
En ese instante, el teléfono vibró con insistencia. Abril lo tomó y vio un mensaje anónimo: una foto borrosa de una de sus galerías satélites, rodeada por hombres armados.
La amenaza era clara, y el mensaje contundente: retroceder no era una opción.
Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, Éloi Sterling se preparaba para una reunión decisiva con sus hombres más cercanos. Su guardaespaldas, un gigante de mirada fría llamado Viktor, le entregó un paquete pequeño, una bolsa con polvo blanco de la mejor calidad.
—Esto es lo que enviaron tus aliados en los Balcanes, jefe —dijo Viktor—. El cargamento más puro que hemos tenido en meses.
Éloi inhaló el aroma con un fugaz destello de calma que desapareció tan rápido como llegó.
—Perfecto —murmuró—. Que todos sepan que no vamos a ceder.
Pero la venganza siempre tiene un precio, y pronto Éloi recibió la noticia que uno de sus hombres había sido encontrado muerto, con una bala en la cabeza y una rosa negra clavada en el pecho.
Una sonrisa amarga se dibujó en su rostro.
Era un mensaje para él, para Abril, para todos.
En ese mundo, el amor se mezclaba con la muerte, y la confianza era un lujo que nadie podía permitirse.
Al amanecer, Abril se miró al espejo, sus ojos reflejando una mezcla de vacío y determinación.
Sabía que el camino que había elegido estaba plagado de trampas, pero no podía huir más.
Porque el hombre que la había marcado con fuego estaba de vuelta.
Y esta vez, no iba a dejar nada sin quemar.
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🖋️ Gracias por leer este capítulo.
✨ Nos leemos en el próximo capítulo...
— D.A.C. 💫