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La batalla no solo se libraba en las calles, sino también en las sombras de los salones y oficinas donde se tejían alianzas frágiles y traiciones disfrazadas de pactos. Abril sabía que para sobrevivir necesitaba aliados, pero no cualquier aliado, sino aquellos con el poder suficiente para inclinar la balanza a su favor.
Reunida en un lugar secreto con Mikael y algunos contactos de confianza, repasaba cada nombre, cada posible aliado. La desconfianza era palpable, pero la necesidad urgente obligaba a tragar orgullos y aceptar que la guerra requería sacrificios inesperados. La sala era fría y austera, el aire impregnado de tensión. Las miradas se cruzaban con cautela, conscientes de que en ese mundo, una palabra equivocada podía significar la muerte.
Mientras tanto, Éloi no estaba dispuesto a ceder ni un milímetro. Su ejército crecía, alimentado por su obsesión y su sed de venganza. Sabía que el control absoluto solo se conseguiría si eliminaba a cada amenaza, y eso incluía a los posibles aliados de Abril. Sin embargo, bajo esa fachada implacable, la oscuridad que lo consumía era un fuego lento, un amor destructivo que quemaba lentamente cada vestigio de humanidad en su interior.
Abril se encontraba en un edificio abandonado en las afueras de la ciudad, un lugar elegido para la reunión con un nuevo contacto, alguien que podía ser la clave para fortalecer su posición. La atmósfera era densa y cargada de peligros invisibles, el eco de pasos resonando en las paredes desnudas mientras esperaba a que llegaran. Cuando la figura apareció, sus ojos revelaron tanto poder como amenaza. En aquel mundo, confiar era un lujo que pocos podían permitirse, y cada gesto, cada palabra, se evaluaba con extremo cuidado.
—Sabemos lo que enfrentamos —dijo el hombre con voz grave—. Y si quieres sobrevivir, tendrás que jugar con reglas que no te gustan.
Abril asintió, consciente de que cada decisión la acercaba más al borde, pero también le daba una oportunidad para contraatacar. A medida que las horas avanzaban, discutían estrategias, considerando cada posible movimiento del enemigo y anticipando las consecuencias.
El hombre se acercó con paso firme, sin perder detalle del entorno ni de las personas presentes. Su presencia imponía respeto y temor, cualidades que en ese mundo marcaban la diferencia entre sobrevivir o desaparecer.
—La lealtad es escasa —continuó—. Y en esta guerra, los enemigos pueden estar más cerca de lo que crees. Pero también hay quienes prefieren la sombra a la luz, y esos pueden ser tus mejores aliados.
Abril asintió, consciente de que cada palabra llevaba un doble filo. Su mirada buscaba en ese hombre la fortaleza que necesitaba para enfrentar la tormenta que se avecinaba. Sabía que las traiciones podrían venir de cualquier lado, incluso de aquellos más cercanos.
Mientras tanto, en la distancia, Éloi no podía permitir que las piezas se movieran sin su control. Su obsesión con Abril se intensificaba, alimentando una mezcla peligrosa de amor y destrucción.
“Ella es mía,” se repetía, como un mantra que le daba fuerzas y justificación para sus actos. “Y haré lo que sea necesario para asegurarlo.”
La guerra apenas comenzaba, y cada movimiento podía ser el último. La noche había caído, y el aire estaba cargado de una tensión casi palpable. Abril regresaba a su refugio, cada paso calculado, consciente de que los ojos ajenos podían estar observándola en cualquier momento. Las palabras del contacto resonaban en su mente, recordándole que en ese juego, la traición podía venir desde donde menos lo esperaba.
Mikael la esperaba en la entrada, su figura imponente y alerta. Su mirada reflejaba la preocupación y la dureza de quien sabe que el peligro acecha a cada instante.
—¿Qué decidiste? —preguntó con voz grave.
Abril suspiró, dejando escapar un aire que parecía llevar consigo semanas de estrés y desgaste.
—No tengo opción. Necesitamos ese aliado, aunque signifique arriesgarlo todo.
Mikael asintió, pero su expresión no perdió la dureza.
—Entonces prepárate. Porque esta alianza traerá más problemas de los que imaginas.
Mientras tanto, en la distancia, Éloi contemplaba la ciudad desde su torre, su mirada fría y calculadora. Sabía que cada nuevo aliado de Abril era un enemigo más que debía destruir. Pero también sabía que su obsesión con ella era un arma de doble filo, un fuego que lo hacía impredecible y más peligroso.
—Puedo destruir todo, menos lo que siento por ella —murmuró, apretando los puños—. Y eso me hace más peligroso que nunca.
La alianza se selló bajo un cielo encapotado, con miradas cargadas de dudas y promesas veladas. Abril sabía que estaba entrando en terreno desconocido, donde la confianza era un lujo prohibido. Sin embargo, no podía permitirse retroceder. Mikael y ella planificaban los próximos movimientos con cuidado, conscientes de que cada paso podía desencadenar una reacción en cadena. La guerra era un tablero donde cada pieza tenía un valor, y la vida de muchos dependía de no cometer errores.
En lo alto, Éloi no descansaba. Su obsesión y su sed de venganza lo empujaban a límites insospechados, mientras sus pensamientos se centraban en un solo objetivo: recuperar a Abril y destruir todo lo que amenazara con alejarla.
La batalla estaba lejos de terminar. Y en ese juego de poder, amor y traiciones, solo los más astutos y despiadados sobrevivirían.
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