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Éloi Sterling había vuelto a la ciudad con un solo objetivo: hacerle pagar a Abril Montagne por haberlo dejado atrás. No solo porque ella había roto el lazo que creía indestructible, sino porque esa ausencia había sido la primera herida real en su imperio de hielo.
Cinco años atrás, Abril se había marchado sin una palabra, sin explicación. Se fue huyendo del mundo oscuro que Éloi representaba, tratando de salvarse a sí misma y dejando atrás no solo un amor, sino un hombre que nunca supo cómo vivir sin ella.
Ahora, con la ciudad rendida ante su poder, Éloi no estaba dispuesto a permitir que esa decisión quedara sin consecuencias.
La ciudad se vestía de noche, luces que parpadeaban entre el humo de los cigarrillos y el murmullo de pasos que nunca se detenían. Éloi caminaba por las calles con la seguridad de un rey que pisa su reino, pero sus ojos reflejaban algo más: un fuego que solo Abril podía apagar o avivar.
En su mente, cada recuerdo de ella era una daga clavada que ardía con la misma intensidad que su voluntad de venganza. No soportaba el silencio que ella le había dejado, la ausencia que se convirtió en un vacío insoportable en medio de su imperio.
Mientras tanto, Abril luchaba por mantener su mundo intacto. La galería de arte que había levantado con esfuerzo era su refugio y su prisión. Sabía que si Éloi quería jugar a la guerra, ella tendría que aprender a sobrevivir en el campo minado que él había dejado.
El aire estaba cargado de tensión, como si el destino mismo estuviera en espera de la próxima jugada.
Cuando Éloi apareció frente a ella por primera vez tras esos años de silencio, no hubo espacio para disculpas ni palabras suaves.
—No vine a pedir perdón —dijo, con esa voz fría y cortante que conocía demasiado bien—. Vine a reclamar lo que es mío.
Abril lo miró, firme, sintiendo que aquella figura imponente era un recordatorio de todo lo que había intentado dejar atrás.
—¿Y qué es lo que querés? —preguntó, con una mezcla de miedo y desafío en la voz.
Éloi esbozó una sonrisa glacial.
—Un matrimonio por contrato. Para sellar esta guerra, para atarte a mí y proteger lo que ambos hemos construido. Y para demostrar que no sos libre para irte cuando quieras.
Abril apretó los puños, recordando cada promesa rota, cada noche en la que soñó con escapar.
—Nunca voy a ser tu prisionera —sentenció.
—No te estoy pidiendo que seas mi prisionera —respondió él, acercándose lo suficiente como para que sus alientos se mezclaran—. Te doy la oportunidad de elegir un lado antes de que te obligue a hacerlo.
La amenaza estaba en el aire, pesada y sofocante.
Los días que siguieron se convirtieron en una serie de negociaciones frías y silencios llenos de promesas incumplidas. Abril, rodeada por sus aliados y Mikael, intentaba mantener la calma mientras Éloi imponía su poder con un control absoluto.
En una de esas reuniones, la tensión fue tan palpable que casi podía cortarse con un cuchillo.
—Firmamos el contrato y terminamos esta disputa —ordenó Éloi—. No hay espacio para dudas ni traiciones.
Abril respondió con la voz firme.
—Negociaré solo términos que me protejan a mí y a los que confío.
Éloi frunció el ceño, pero su mirada nunca perdió ese brillo peligroso.
—No sos una niña ingenua, Abril. Sabés que esta alianza es la única forma de que ambos sobrevivamos.
Una noche, mientras la ciudad dormía, Abril recibió un mensaje anónimo: una foto borrosa de uno de sus aliados inconsciente y rodeada de hombres armados.
La advertencia era clara. La guerra había comenzado.
Éloi, lejos de mostrarse compasivo, reforzaba su control. Sus celos se intensifican con cada amigo que se acercaba a Abril, con cada palabra que no compartía con él.
—¿Quién es ese para vos? —le preguntó en privado, sus ojos oscuros y peligrosos.
—Es mi amigo. Y confío en él —respondió Abril, decidida a no ceder.
Éloi apretó los puños, la tormenta interna amenazando con estallar.
—En este mundo, la confianza es mortal —susurró.
En su mansión, Éloi lidiaba con problemas propios. Un envío de droga había llegado con problemas, una señal de que sus enemigos ya jugaban fuerte.
—Esto no puede pasar —dijo Viktor, su mano derecha—. Si se enteran, seremos vulnerables.
Mientras tanto, Abril, en su refugio, planificaba su defensa. Sabía que el contrato matrimonial era una espada de doble filo, pero también la única carta que podía jugar.
La noche que se volvieron a encontrar, la tensión era casi insoportable.
Éloi la tomó del rostro, sus ojos brillando con mezcla de rabia y deseo.
—No me hiciste daño solo a mí, Abril —dijo con voz profunda—. Me heriste a mí y a todo lo que construí. Por eso no te dejaré ir.
Abril sintió que el mundo se comprime a su alrededor.
—No soy tuya —respondió, firme.
Éloi sonrió, sin bajar la guardia.
—Eso lo vamos a resolver….
La guerra entre ellos recién comenzaba.
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🖋️ Gracias por leer este capítulo.
✨ Nos leemos en el próximo capítulo...
— D.A.C. 💫