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El amanecer llegó lentamente, tiñendo de gris la ciudad que parecía contener el aliento ante lo que se avecinaba. Abril despertó con la mente saturada de recuerdos y promesas, consciente de que cada paso dado la acercaba a un destino que no podía controlar, pero tampoco evitar. La incertidumbre se instalaba en su pecho como un nudo que se apretaba con cada instante que pasaba. Su vida había cambiado tanto en los últimos años, y sin embargo, el pasado parecía perseguirla con una persistencia insoportable.
Mientras tanto, Éloi se preparaba para un día crucial. Sus pensamientos estaban divididos entre la guerra abierta que libraba y el conflicto interno que lo consumía. Sabía que el pasado tenía ecos que podían derrumbar hasta al más fuerte, y esa verdad lo perseguía sin descanso. La amenaza que había recibido era más que un simple desafío; era un recordatorio de que, por más que construyera muros a su alrededor, había heridas que nunca cicatrizaban del todo.
El teléfono vibró con un mensaje que cambió el curso de todo. Una amenaza directa, un enemigo que hasta ahora había permanecido oculto, emergía con fuerza para poner en jaque a todo lo que Éloi había construido. La sorpresa y la ira se mezclaron en su mirada cuando leyó las palabras, conscientes de que esa pieza desconocida en el tablero podía desatar un caos imprevisible.
Abril, sin saberlo, también estaba en el centro de esa tormenta que apenas comenzaba a desatarse. La guerra que parecía librarse solo entre hombres de poder y sombras afectaba directamente su vida, y cada paso que daba podía traer consecuencias inesperadas. En el fondo, una parte de ella temía que todo aquello se convirtiera en una espiral de destrucción sin retorno.
La lucha por el poder, el amor y la supervivencia continuaba, y esta vez, el pasado amenazaba con reclamar su lugar en la historia, desenterrando secretos que parecían enterrados para siempre, pero que ahora reclamaban justicia y venganza.
El mensaje llegó a Éloi en medio de una reunión con sus hombres más cercanos. La sala estaba cargada de tensión, y la noticia que acababa de recibir no hizo más que aumentar la presión que sentía. Los enemigos no solo se habían fortalecido, sino que ahora jugaban con cartas desconocidas. Éloi frunció el ceño, dejando de lado momentáneamente la fachada impenetrable que acostumbraba mostrar. Sabía que ese golpe era más personal de lo que parecía, y que poner en marcha su plan de venganza requeriría no solo fuerza, sino también inteligencia.
Mientras tanto, Abril lidiaba con sus propios fantasmas. El pasado, con sus heridas abiertas y secretos enterrados, comenzaba a salir a la superficie. La lucha interna entre lo que había sido y lo que podía ser se volvía insoportable. Cada noche, esos recuerdos la atormentaban, la llevaban a cuestionar decisiones, y la empujaban a buscar un camino que no solo la protegiera, sino que también le diera sentido a su existencia. Los días se volvían un desafío constante, un baile entre la luz y la oscuridad donde el equilibrio parecía imposible.
Los caminos de Abril y Éloi se volvían a cruzar con más fuerza, y aunque la guerra parecía el único lenguaje que conocían, el amor, en todas sus formas, seguía siendo el verdadero campo de batalla. Esa mezcla peligrosa de odio y deseo, de confianza rota y promesas incumplidas, los mantenía atados a una historia que ninguno de los dos podía ignorar.
Éloi se retiró a su despacho, cerrando la puerta tras de sí, como si quisiera aislarse del mundo exterior. La amenaza que había recibido no solo ponía en peligro su imperio, sino también a Abril, la única persona que, en el fondo, le importaba más que su propio poder. Sus dedos tamborileaban sobre el escritorio, mientras su mente repasaba cada posible movimiento, cada posible enemigo oculto en las sombras. Sabía que no podía confiar en nadie más que en sí mismo y en Abril, aunque incluso esa confianza estaba desgastada por el pasado y las heridas no sanadas.
Abril, por su parte, estaba en un café escondido, observando a las personas que pasaban, tratando de encontrar normalidad en medio del caos. Pero la normalidad era un lujo que ya no podía permitirse. Los ecos de su pasado la perseguían, y las decisiones que había tomado años atrás ahora tenían consecuencias que la alcanzaban con fuerza. A veces, sentía que la ciudad misma conspiraba contra ella, que cada rincón escondía secretos que podían destruirla si se descubrieran. Sin embargo, su determinación era firme, y sabía que solo enfrentando esos fantasmas podría aspirar a un futuro distinto.
Abril sintió cómo el peso de la soledad la envolvía, pero al mismo tiempo una determinación férrea la impulsaba a no rendirse. Sabía que el mundo que los rodeaba estaba lleno de peligros, traiciones y secretos que podían destruirlos a todos. En una llamada rápida, Mikael le recordó que el enemigo que ahora se mostraba no era solo una amenaza para Éloi, sino para todo su círculo. La necesidad de unir fuerzas se volvía aún más urgente, aunque cada paso hacia adelante parecía complicar más la red de alianzas y desconfianzas.
Éloi, desde su torre, observaba la ciudad con una mirada fría y calculadora. No solo estaba preparando su respuesta, sino que también luchaba con el deseo de proteger a Abril y al mismo tiempo controlarla, atrapado en un juego donde el amor y la obsesión se confundían. La línea entre aliado y enemigo se desdibujaba cada vez más, y en ese juego peligroso, ambos debían elegir cuidadosamente a quién confiar, porque la próxima traición podría ser la definitiva.
La frontera entre aliados y enemigos se volvía un campo minado donde cada paso podía ser mortal. Sin embargo, a pesar de todas las dudas y peligros, Abril y Éloi compartían algo que ninguno de sus enemigos podría arrebatarles: un vínculo profundo, un amor oscuro y tortuoso que, aunque lleno de heridas, aún brillaba con fuerza en medio de la tormenta. Era un amor que podría salvarlos o destruirlos.