Cenizas de Cristal

Capitulo 13

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La mansión de Éloi Sterling parecía más fría esa tarde, aunque el sol se colara tímido por los ventanales, derramando sus últimos rayos dorados sobre los muebles de cuero y mármol oscuro. Abril estaba sentada en el salón principal, con una copa de vino casi intacta entre las manos, la mirada perdida en un punto indeterminado más allá del ventanal. La ciudad seguía su rutina, ajena a la tormenta silenciosa que se gestaba dentro de esas paredes.

Sus pensamientos eran un torbellino. Habían pasado meses desde que Éloi regresó, y aunque físicamente estaban bajo el mismo techo, la distancia emocional parecía haberse agrandado más que nunca. El matrimonio por contrato, que en algún momento había sido un escudo y una esperanza, ahora se sentía como una cadena que los ataba a un destino incierto.

Abril recordó con una mezcla de nostalgia y dolor el día en que firmaron ese papel frío y legal que los unió no solo en sociedad, sino en una relación marcada por la desconfianza y el deseo reprimido. El compromiso no había sido por amor, sino por necesidad, una alianza en medio de un mundo oscuro donde la traición y el poder gobernaban. Ese día, las palabras escritas sellaron algo más que un acuerdo; sellaron una batalla interna que ninguno de los dos estaba seguro de ganar.

El sonido de la puerta abriéndose la sacó de sus pensamientos. Éloi apareció en el umbral, vestido con su habitual traje impecable, la expresión tan impenetrable como siempre. Pero sus ojos, esos ojos oscuros y profundos, revelaban un cansancio que pocas veces permitía mostrar. Sus pasos eran silenciosos, pero llenos de un peso que parecía arrastrar el tiempo mismo.

Él avanzó con paso firme, la tensión en el ambiente era casi tangible. Se sentó frente a ella, sin necesidad de palabras. El silencio entre ambos decía más que cualquier conversación. Era un duelo de voluntades, un tira y afloja que definía su relación. Éloi no solía ser de muchos gestos, pero en ese momento, incluso su rigidez parecía ceder ante una necesidad que ninguno de los dos podía ignorar.

—Abril —dijo finalmente Éloi, su voz baja y cargada de significado—. Esto no puede seguir así. Estamos vivos, pero distantes. Como si fuéramos dos extraños compartiendo una casa.

Ella lo miró, con una mezcla de desafío y vulnerabilidad. —No es tan simple, Éloi. No después de todo lo que pasó.

—Lo sé —respondió él—. Pero fingir que esto es solo un contrato es agotador. Para ambos.

Un largo suspiro escapó de sus labios. Abril dejó la copa sobre la mesa y se levantó, caminando lentamente hacia la ventana. La luz del atardecer pintaba su rostro, resaltando las líneas de preocupación y la fuerza interior que la sostenía. En ese momento, parecía una figura atrapada entre dos mundos, entre el amor que aún sentía y el temor a ser herida de nuevo.

—Nunca quise que termináramos así —susurró—. Pero este mundo que tú y yo habitamos no deja lugar para el amor verdadero.

Éloi se acercó, sus pasos resonando en el silencio. Extendió la mano y tomó la de Abril con delicadeza, un gesto inesperadamente tierno que rompió la barrera invisible entre ellos.

—No es solo amor —dijo con voz ronca—. Es necesidad. Necesito que estés conmigo, Abril. No solo como esposa de papel, sino como mi compañera.

Sus palabras colisionaron con el muro que Abril había construido alrededor de su corazón. Sentía la tentación, el deseo, pero también el miedo a volver a caer en la oscuridad que habían intentado dejar atrás.

Por un momento, todo fue quietud. El tiempo pareció detenerse mientras sus miradas se entrelazaban, buscando una verdad que ninguno quería admitir en voz alta.

Abril sintió cómo un nudo se formaba en su garganta. La mano de Éloi, firme y cálida, era un ancla en medio de la tormenta que sentía por dentro, pero también una advertencia: no podía dejarse llevar tan fácilmente. Había demasiado en juego, y su historia estaba marcada por heridas que aún sangraban.

—Éloi —comenzó, con voz temblorosa—, este contrato no es solo papel para mí. Es un recordatorio de todo lo que perdimos y de lo que aún no sabemos cómo recuperar.

Éloi apretó suavemente su mano, casi como si quisiera transmitirle una promesa silenciosa.

—Lo sé —respondió—. Pero no podemos vivir anclados en el pasado. Tenemos que encontrar un camino, juntos o separados, pero con la verdad por delante.

Abril giró para enfrentarlo, la determinación brillando en sus ojos. —¿Y qué pasa si la verdad duele más que la mentira? ¿Si lo que hay entre nosotros es solo un juego de poder y no amor?

Éloi la miró con intensidad, y por primera vez en mucho tiempo, dejó caer un poco de esa armadura impenetrable que siempre llevaba. —Puede que tengas razón. Pero estoy dispuesto a arriesgarlo todo para descubrirlo.

El silencio volvió a caer, pero esta vez era diferente. No era un vacío incómodo, sino un espacio cargado de posibilidades y emociones contenidas. Ambos sabían que estaban en un punto de inflexión, donde cada palabra, cada gesto, podía definir su destino.

Abril dio un paso adelante y se apoyó contra su pecho, sintiendo el latido fuerte y constante de su corazón.

—Éloi, no sé si puedo confiar plenamente en nosotros.

Éloi cerró los ojos un instante, como si tratara de calmar un torbellino interno. Luego, con voz más suave, respondió:

—Entonces empecemos por reconstruir esa confianza, sin prisas, sin promesas vacías. Solo nosotros.

Por un momento, todo pareció encajar, como si ese gesto pequeño fuera un nuevo comienzo. Pero la realidad los esperaba afuera, con sus sombras y peligros, recordándoles que el mundo que habitaban no perdonaba debilidades.

Abril separó suavemente su cuerpo del de Éloi y lo miró a los ojos con una mezcla de tristeza y esperanza.

—Tenemos mucho que sanar —dijo—. Y aún más que proteger.

Éloi asintió, la firmeza regresando a su postura.




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