Cenizas de Cristal

Capitulo 14

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El aire estaba cargado, pesado, como si cada respiración pudiera desatar una tormenta. Abril sintió cómo el corazón le latía con fuerza al entrar en el loft de Éloi, donde cada sombra parecía esconder secretos y cada esquina, un peligro latente. No era solo un lugar, era el reino de un hombre cuya reputación helaba la sangre, y sin embargo, allí estaba ella, desafiando. La luz tenue de las lámparas creaba un juego de claroscuros sobre las paredes, como si la misma oscuridad conspirara para envolverlos, para protegerlos o para destruirlos.

Éloi la esperaba con la mirada intensa, esa mezcla de frío y fuego que la había atraído desde siempre. Sus ojos no apartaban la vista, pero en el fondo, había algo más — una vulnerabilidad que él intentaba ocultar, pero que ella percibía como un latido secreto. El silencio entre ellos era pesado, cargado de años no hablados, de memorias rotas, de promesas incumplidas. Un suspiro escapó de los labios de Éloi, y la voz, baja y ronca, atravesó la distancia.

—Pensé que no volverías.

Abril lo miró con desafío, sin dejar que el miedo la dominara.

—Nunca dejo las cosas sin cerrar —replicó con firmeza—. Menos cuando se trata de ti.

El aire pareció detenerse por un instante, atrapado entre la tensión y el deseo. Éloi dio un paso hacia ella, y el mundo se redujo al espacio entre sus cuerpos, al calor que emanaban, a las promesas no dichas. La piel de Abril se erizó bajo la mirada ardiente de aquel hombre que la había marcado para siempre.

—No viniste para pelear —murmuró él, con una suavidad inesperada—. Entonces dime, ¿qué quieres realmente?

Abril bajó la mirada, luchando contra la oleada de emociones que la invadía. Cinco años de distancia, de silencio, de dolor. Pero algo nuevo se colaba entre ellos, un hilo invisible que los unía pese a todo.

—Quiero saber si todavía queda algo... para nosotros —confesó con voz quebrada, casi un susurro.

Éloi la tomó de la mano con una firmeza que contradice su habitual frialdad, una mezcla de poder y ternura que la desconcertaba.

—Siempre quedará algo, Abril. Aunque el mundo intente destruirlo.

La atmósfera se volvió casi irrespirable. Por un momento, todo lo demás dejó de importar. Pero entonces, un sonido familiar interrumpió ese instante sagrado. El teléfono de Éloi vibró con insistencia, la pantalla mostrando el nombre de Darcy. La secretaria provocativa, con su sonrisa descarada y sus intenciones evidentes.

Abril sintió un puñal frío clavado en el pecho, un estallido de celos y rabia que no podía controlar. Éloi deslizó el dedo para contestar, sin apartar la mirada de Abril.

—¿Qué pasa, Darcy? ¿Sigues queriendo mi atención? —dijo con un tono firme y divertido, dejando traslucir su poder sobre ella.

Abril apretó los dientes, un fuego intenso quemándole el alma. No iba a darles el gusto de verla afectada, no esta vez.

Éloi cortó la llamada y volvió a mirarla, como esperando una respuesta que no llegaba en palabras.

—No soy como ella —dijo Abril, con voz firme pero con el corazón latiendo con fuerza—. No juego a ser quien no soy.

Éloi la observó con detenimiento, como si quisiera leer cada pensamiento oculto tras esa máscara de seguridad. Su sonrisa fue apenas un suspiro, cargada de respeto y de un afecto profundo.

—Lo sé —respondió, sus palabras un susurro que casi se perdió en el ruido lejano de la ciudad—. Y eso es lo que me mantiene aquí contigo.

Abril bajó la mirada, dejando que la tenue luz de la ciudad se reflejara en sus ojos. Por un momento, todo parecía detenerse. El peligro, la mafia, las heridas abiertas, nada importaba mientras estaban juntos, aunque fuera solo por un instante.

Pero el silencio fue roto por la voz que ella misma no quería escuchar, el eco de las dudas que carcomen su alma.

—¿Por qué ahora, Éloi? —preguntó con un hilo de voz—. ¿Por qué después de todo este tiempo?

Éloi se acercó despacio, rozando su mejilla contra la de ella, una caricia silenciosa, un contacto que hablaba más que mil palabras.

—Porque siempre estuve aquí, aunque no lo vieras —confesó con un suspiro—. Porque no puedo dejarte ir. No quiero.

Abril sintió que las lágrimas amenazaban con brotar, pero se contuvo. No quería mostrar debilidad, no frente a él. Pero la mezcla de rabia, amor, miedo y esperanza la tenía al borde.

—No será fácil —advirtió, como una advertencia—. Hay demasiados enemigos, demasiadas heridas.

Éloi la sostuvo con fuerza, como si ese contacto pudiera protegerlos del mundo cruel que los acechaba.

—Lo sé —repitió—. Pero esta vez no estoy solo. Tú y yo podemos cambiar las reglas del juego.

La promesa brilló en sus ojos. Abril levantó la vista, y en ese instante, el teléfono volvió a vibrar, un nuevo mensaje. La pantalla mostró un nuevo aviso, y al leerlo, la expresión de Éloi se tornó seria, sombría.

—Tenemos problemas —dijo, apretando el móvil con fuerza—. Esto no va a ser fácil.

Abril asintió, sintiendo cómo la realidad se imponía, pero también una determinación nueva la llenaba.

—Entonces pelearemos juntos —respondió, apretando su mano con fuerza.

Él sonrió, oscuro y lleno de promesas.

—Juntos —repitió.

El tiempo parecía dilatarse, y cada segundo que pasaba los acercaba más. El mundo afuera seguía su curso, implacable y peligroso, pero ellos habían creado un refugio, una isla donde sus heridas podían sanar, aunque fuera por un rato.

Sin embargo, la realidad nunca estaba lejos.

Desde la calle, dos figuras se movían sigilosas bajo la luz amarillenta de las farolas. Eran hombres con órdenes claras: interceptar a Éloi, enviar un mensaje que nadie podría ignorar. La mafia no perdonaba, no olvidaba.

Mientras tanto, en el loft, Éloi y Abril estaban sumidos en una burbuja de emociones encontradas. Éloi prometió que nada ni nadie podría separarlos, que ella sería solo suya. Abril quiso creerlo, pero el pasado y las heridas le susurraban advertencias.




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