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La madrugada caía pesada sobre la ciudad, sus luces parpadeaban como señales de un mundo que no dormía. En el refugio, el silencio era solo una ilusión: las paredes ocultaban secretos, planes y miedos no confesados. Cada sombra parecía tener vida propia, y cada silencio guardaba palabras no dichas, decisiones pendientes.
Éloi recorría la habitación con pasos cortos, su mente un torbellino de estrategias y recuerdos que se entrelazaban con la necesidad de proteger lo que aún quedaba de su imperio. Abril estaba sentada frente a la ventana, mirando sin ver, como si en la penumbra buscara respuestas que se negaban a llegar.
—Esto se está volviendo más complicado —murmuró Éloi sin mirarla—. Belov mueve sus piezas rápido y Darcy… Darcy no hace más que complicar las cosas.
Abril giró la cabeza, clavando sus ojos en los de él, la fatiga y la determinación mezcladas en su mirada.
—No confío en ella. No después de lo que hizo.
Éloi apretó la mandíbula, su rostro endurecido por el peso de la traición y la necesidad.
—Yo tampoco. Pero necesito que estemos unidos, más que nunca.
Abril negó con la cabeza, incapaz de ceder ante la idea de una alianza ciega.
—Unidos, sí. Pero no ciegos. Darcy está jugando a dos bandas y lo sabemos.
Una tensión densa crecía entre ellos, una mezcla de amor, miedo y la incertidumbre de quién sería el próximo en traicionar. En ese momento, el silencio se rompió con el sonido insistente de un teléfono vibrando.
Los primeros rayos del sol apenas comenzaban a filtrar su luz por las rendijas de la persiana cuando Abril tomó el dispositivo. Era un video breve, grabado en una habitación oscura donde Darcy aparecía con su sonrisa enigmática, mirando directamente a la cámara.
—¿Creían que iba a quedarse quieta? —susurró con tono venenoso—. Mientras ustedes juegan a la alianza perfecta, yo muevo las piezas que realmente importan.
Abril sintió cómo la ira le quemaba las venas. No solo por la traición, sino porque esa mujer sabía exactamente cómo herir, cómo sembrar dudas y caos con una sola frase.
Éloi apareció detrás de ella, sus ojos cargados de furia contenida y la promesa de que nada quedaría sin respuesta.
—¿Otra provocación? —preguntó, su voz baja pero peligrosa.
—Y no será la última —respondió Abril, apretando los puños—. Tenemos que anticiparnos. Antes de que sea demasiado tarde.
Éloi la miró largo rato, reconociendo en ella esa fuerza indomable que lo había cautivado y que ahora era la clave para sobrevivir.
—Entonces, que empiece la verdadera guerra —sentenció, decidido.
Mientras el día despertaba, la ciudad parecía tranquila, pero debajo de esa calma las sombras crecían, listas para devorar a quien estuviera desprevenido.
Las horas pasaban rápidas, y el refugio se convirtió en un hormiguero de actividad. Los hombres de Éloi coordinaban movimientos, preparaban armas y analizaban rutas, pero la verdadera batalla parecía librarse en un espacio invisible: la mente de Abril.
Sentada en un rincón oscuro, repasaba mentalmente cada paso, cada palabra dicha por Darcy en el video, buscando patrones, debilidades. Sabía que la secretaria no solo era un peón, sino una jugadora experta en manipular, dividir y conquistar.
Éloi se acercó y posó una mano firme sobre su hombro, un gesto que mezclaba poder y promesa.
—Confía en mí —dijo con voz grave—. No permitiré que te hagan daño.
Abril alzó la mirada, encontrando en sus ojos una promesa que ardía con la intensidad de mil llamas.
—Entonces, vamos a hacer que Darcy se arrepienta de habernos subestimado.
La noche se acercaba, y con ella, la certeza de que la oscuridad traería consigo secretos, traiciones y decisiones que cambiarían el destino de todos.
El crepúsculo envolvía la ciudad en un manto grisáceo cuando Éloi y Abril se reunieron con sus hombres en la vieja bodega que usaban como base secundaria. Las paredes húmedas y descascaradas eran testigos mudos de innumerables estrategias, pactos rotos y promesas selladas con sangre.
Darcy apareció con su habitual sonrisa fría, desafiando a todos con su sola presencia. Sus ojos recorrieron la sala, deteniéndose con intención en Abril.
—¿Listos para la función? —su voz era un cuchillo envuelto en terciopelo—. Porque yo no vengo a ser un simple extra.
Éloi la observó con cautela, cada músculo tenso.
—Habla claro, Darcy. ¿Cuál es tu juego esta vez?
Ella se acercó lentamente, dejando caer una carpeta sobre la mesa, como quien lanza una bomba bajo la mesa.
—Información. Eso es lo que tengo. Algo que les interesa mucho y que puede cambiar las reglas del juego.
Abril frunció el ceño, consciente de que cada palabra de Darcy estaba calculada para sembrar dudas, para sembrar discordia.
—¿Por qué deberíamos confiar en vos?
Darcy rió, una risa corta y seca que resonó en el cuarto.
—No tienen opción. Porque si no escuchan, habrá consecuencias. Y no me refiero solo a ustedes.
El silencio que siguió estuvo cargado de amenaza. La guerra que libraban no era solo de fuerza, sino de inteligencia y manipulación.
Éloi intercambió una mirada rápida con Abril, ambos conscientes de que la verdadera batalla apenas comenzaba.
Las horas siguientes fueron un vaivén de decisiones rápidas y silencios tensos. Éloi desplegó la información que Darcy había entregado: mapas, nombres, posibles puntos débiles de Belov y de sus aliados. Era una carta arriesgada, pero valiosa.
Abril no quitaba ojo a Darcy, su intuición le decía que había una trampa, pero también sabía que en ese mundo las piezas se movían con riesgos calculados.
—Si esto es una jugada doble —dijo Abril con voz firme—, tendremos que hacer que Darcy pague el precio.
Éloi asintió, con la mirada dura y un brillo feroz.
—Y si no es así, nos dará la ventaja que necesitamos para terminar con esto de una vez por todas.