Narra Kai
A veces me encuentro pensando en cómo habría sido mi vida si mamma todavía estuviera aquí. Si il destino hubiera tomado la decisión correcta y se hubiera llevado a mi padre en su lugar. Si todo lo que soy —o lo que pretendo ser— no estuviera moldeado por la culpa, las ausencias y decisiones que no tomé. Tal vez, si hubiera crecido solo con mis abuelos maternos —con sus abrazos cálidos, esos domingos de pasta al horno y rezos a medias—, la vida habría sido más simple. Más humana. Más libre. Ma la vita non funziona così << Pero la vida no funciona así.>>
La muerte de mamma llegó como un trueno silencioso. No gritó, no se arrastró: simplemente... se desvaneció. Y con ella, se rompieron los últimos hilos que me ataban a algo parecido al amor. El día del funeral, Milano estaba gris. La ciudad entera parecía haber guardado luto con nosotros. Entre coronas marchitas, incienso espeso y palabras vacías, apareció él. Mi padre. O, mejor dicho, el signor Tairo. La primera vez que lo vi en carne y hueso. Traje oscuro, corbata perfecta, rostro de piedra. Caminaba como caminan los hombres que están acostumbrados a que todo les pertenezca.
No sentí nada. Ni rabia, ni tristeza. Solo un vacío incómodo, como si mi cuerpo supiera que algo no encajaba.
—Kai —dijo, inclinando apenas la cabeza—. Tu madre fue una mujer admirable.
"Admirable." Qué palabra tan fría para describir a mamma. Sonaba a evaluación de currículum, no a despedida de quien me enseñó a amar, a dudar, a resistir. Nos sentamos en la sala de la enorme casa en el campo de Nonna. El aire olía a flores blancas y resignación. Mis abuelos lo miraban con una mezcla de desprecio educado y un miedo que solo yo noté.
—Ahora debemos hablar del futuro —dijo con voz plana. Casi como si leyera una agenda.
—El futuro de Kai lo decide Kai —intervino Nonno. Su voz grave se sintió como un escudo.
—No si quiere sobrevivir —contestó mi padre con una calma que helaba la sangre.
"Sobrevivir." Tremenda palabra para alguien que apenas tiene dieciocho y un alma rota.
—Kai tiene varias opciones —dijo Nonna—. Ha sido aceptado en la Università di Padova. Puede estudiar antropología o diseño gráfico. Tiene talento.
El signor Tairo negó con lentitud.
—Ciencias muertas. Ideas bonitas. No sirven. Debe estudiar arquitectura o economía. Preferiblemente arquitectura. El Politecnico di Milano ya está al tanto. Todo está listo.
No era una conversación. Era una sentencia. Yo apenas respiraba.
—Quiero estudiar en Padova —dije. Mi voz, frágil como cristal. —Como mamma.
Un silencio denso nos envolvió. Él me miró como si acabara de soltar una niñería. Me sentí diminuto. No por inseguro, sino porque entendía que, para él, yo no era más que un instrumento.
—No se trata de lo que tú quieras. Se trata de lo que debes hacer. Tienes mi apellido. Mi sangre. Y pronto, mi legado.
Sentí un nudo en la garganta. No por miedo, sino por impotencia. Era un proyecto para él. Una inversión. Un pedazo de poder con patas.
"La sangre no se elige, Kai. Pero sí lo que haces con ella." Mamma me lo dijo una vez en Venecia. Solo ahora entiendo su peso.
—¿Y si no quiero ser parte de tu mundo?
—Tú ya lo eres —respondió—. Aunque aún no lo comprendas.
Y así fue. Arquitectura en el Politecnico. Planes hechos sin mí. Y una promesa silenciosa de mudarme a Japón apenas me graduara. La entrada al "negocio familiar", que olía a poder, corrupción... y algo más oscuro que el dinero.
Negarme no era una opción. Sobrevivir, quizá. Resistir... definitivamente. Así caí en una jaula de oro sin cerradura. Brillante, pero sofocante. Tenía que adaptarme. Resistir. Y planear, en silencio, la fuga.
La universidad fue una mezcla extraña de libertad fingida y vigilancia encubierta. Mi padre tenía ojos en todas partes. Profesores que me hacían preguntas extrañas. Correos que se "perdían". Todo bajo control.
Aun así, hubo un rayo de luz: Dante. Un verdadero genio. Ordenado, metódico, con una mente afilada como bisturí. Empezamos juntos la carrera, pero él se graduó dos años después por una doble titulación. Luego se fue a Suiza a estudiar una especialización. Vivimos en países distintos, pero hablamos casi todos los días. Nuestro código de hermandad era más fuerte que la distancia.
Mi graduación fue un evento extrañamente familiar. Los italianos vinieron. Nonna lloró, Nonno sonrió con orgullo. Él, mi padre, no apareció. Nada de discursos, ni abrazos. Solo un sobre en mi buzón: un boleto a Japón, documentos de residencia y trabajo, y una dirección en Nagoya.
Fría bienvenida. Apartamento decorado al milímetro. Un auto negro de lujo. Sin notas. Sin abrazos. Solo una cita: "Nos vemos el lunes a las ocho."
Ese lunes conocí a Itsuki. Mi hermano mayor. Su mirada era la de un tiburón. Sonrisa altanera. Palabras venenosas. Ego inflado como globo de desfile. Me habló como si yo fuera un becario sin futuro. Apreté los dientes. Lo saludé con respeto. Pero en mi mente, ya había trazado la distancia.
Y entonces...
#4893 en Novela romántica
#1810 en Otros
romance, romance mafia traición, romance hermanos discordia secretos
Editado: 07.08.2025