Cenizas de honor

14. Un brindisi al sangue

Narra Kai

El gran día de la fiesta de inauguración de la mansión de mi padrino había llegado. Esa noche no era solo una celebración, era un escaparate: los líderes de las familias más influyentes de la ’Ndrangheta estarían allí, y para mí, era la oportunidad perfecta para forjar alianzas y sembrar la semilla de una guerra silenciosa, todo con una copa de vino en la mano.

—Qué guapo te ves, joven Alessandro —dijo Emily, apareciendo en el umbral que conectaba el baño con la habitación. Llevaba un vestido negro que se ajustaba a su figura como si lo hubiera esculpido el mismo Caravaggio.

—Grazie, mia signora —respondí, acercándome para darle un suave beso. Ella me rodeó con los brazos, y por un momento, me dejé llevar, olvidando que esa noche podría marcar el inicio de una guerra.

—Debemos irnos ya, o llegaremos tarde —murmuró, sonrojada, mientras ajustaba la corbata de mi traje—. ¿De verdad tengo que ir?

—Sei la mia ragazza. Le prometí a mi padrino que te presentaría. —La abracé por la cintura, acercándola a mí—. Además, no hay de qué preocuparse. Solo necesitamos esperar al chofer.

—¿Chofer? —preguntó, levantando una ceja.

—Sí, mi tío envió uno por nosotros —respondí justo cuando sonó el timbre—. Ya es hora.

La mansión de mi padrino era realmente impresionante. Sin querer sonar presumido, yo fui quien la diseñó. La fachada era un homenaje al antiguo poder, con columnas de mármol y detalles en hierro forjado que parecían contar historias de lealtades y traiciones. Al llegar, varias figuras de la organización nos recibieron con respeto. Ser el ahijado del Jefe y sobrino del cuñado del Jefe me convertía, para bien o para mal, en alguien a quien no se podía pasar por alto.

—Alessandro, figlio mio —dijo mi padrino con una sonrisa cálida, acercándose a nosotros junto a mi tío Giovanni—. ¡Cuánto tiempo sin verte, ragazzo!

—Padrino. —Le besé la mano como dicta el protocolo. Luego saludé a mi tío con una reverencia al estilo italiano—. Les presento a mi novia, Emily Windson.

—Un placer, señores —dijo ella, haciendo una leve inclinación, con una elegancia que sorprendió incluso a los dos hombres.

—¿Emily Windson? No pareces japonesa —comentó el padrino con una sonrisa astuta.

—No lo soy, signore Maranzano. Soy inglesa —respondió ella con un tono tan cortés y firme que mi tío Giovanni y mi padrino se miraron, impresionados.

—Che meraviglia... —dijo mi tío Giovanni con una sonrisa—. Inglesa. Ahora entiendo de dónde viene tanta belleza.

—Tienes razón —agregó mi padrino entre risas—. Alessandro, has elegido a una mujer excepcional.

—Gracias, padrino. Estoy con una mujer increíble. Y si tengo suerte, pronto ambos recibirán una invitación a nuestra boda.

Emily bajó la mirada, sonrojada. El calor en sus mejillas contrastaba con el frío acero que se sentía en el aire. La conversación continuó entre risas, vino y palabras cuidadosamente elegidas. Pero yo ya sabía lo que tenía que hacer.

—Tío Giovanni, padrino... necesito hablar con ustedes sobre algo muy delicado. In privato. —Mi voz bajó como si estuviera susurrando un oscuro presagio—. Cuando la mayoría de los invitados se haya ido. Solo los miembros más cercanos a la familia Rossi deben estar presentes.

Ambos hombres se pusieron serios. Sabían de qué se trataba, aunque no conocían los detalles. Lo que íbamos a discutir podía encender fuegos que arderían durante generaciones.

—No te preocupes, figlio mio. Yo me encargaré —dijo el padrino. Le hice una reverencia.

La noche continuó con aparente normalidad. Tsubasa e Itsuki me observaban de reojo, como lobos disfrazados de corderos. El discurso de mi padrino fue un elogio a mi trabajo como arquitecto, y aunque sus palabras eran generosas, yo sabía que los verdaderos cimientos de esa casa no estaban en el concreto, sino en el silencio cómplice que había entre nosotros.

Al finalizar, solo quedábamos unas diez personas en la mansión. Mi tío Giovanni pidió a dos hombres de confianza que llevaran a Emily de regreso a mi departamento. A ella no le agradó la idea, pero entre los dos logramos convencerla. No podía exponerla. No con las miradas de esos dos traidores fijas sobre nosotros.

Nos dirigimos a una sala más íntima. Mi padrino, sentado en la cabecera, abrió la reunión.

—Señores, sé que puede parecerles raro que los haya convocado solo a ustedes. Pero lo que vamos a discutir aquí es un asunto de sangre. De familia.

El ambiente se volvió tenso. Aunque por fuera parecía el hombre más sereno del mundo, por dentro mi corazón latía como un tambor de guerra.

—Mi ahijado Alessandro tiene la palabra.

Me levanté.

—Durante mi tiempo en Japón, al relacionarme con la familia Tairo, descubrí verdades que desearía no haber conocido. —Tragué saliva—. Entre ellas, una que afecta directamente a nuestra familia. El señor Tsubasa Tairo asesinó a mi madre cuando se enteró de que ella tenía una relación con el anterior líder de la familia Costello.

El silencio se rompió con murmullos de sorpresa. Un hombre se levantó de golpe.

—¿Y por qué lo dices solo ahora, ragazzo? ¡Ese bastardo mató a mi padre junto con tu madre!

—Iba a responder... pero me amenazó con asesinar también a mis abuelos y a mí. —Lo miré a los ojos—. Así que esperé. Planeé. Y ahora, con esta reunión, tengo la oportunidad de hacer justicia. Tengo pruebas que pueden destruir a Tsubasa y a su hijo dorado, ese hipócrita que se cree intocable. Pero debemos ser cautelosos y actuar con inteligencia.

—Ese disgraziato no solo amenaza a la familia Rossi —dijo el jefe de los Moretti, furioso—. ¡También asesinó a nuestra querida Isabella y a nuestro estimado Leonardo! ¿Y pretendes que actuemos como si nada pasara?

—No. Nadie en esta sala desea más esa venganza que yo. Pero no estamos en Italia. No podemos actuar como lo haríamos allá. Este es su terreno. Debemos ser astutos.




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