Prólogo

El amor puede ser maravilloso si llega en el momento y el lugar correcto. Es de esas cosas que pueden trascender el tiempo e incluso, según algunos, el plano terrenal. Pero ese mismo sentimiento que te eleva a la gloria, también puede arrastrarte al infierno.

Tiene formas extrañas de manifestarse: como una caricia que apenas toca el alma o un retorno que sin darte cuenta te persigue, encadenándote aún cuando intentas olvidarlo. Sin embargo, no siempre llega en el momento adecuado ni bajo las circunstancias perfectas.
A veces, aparece entre ruinas, entre heridas que aún no sanan y desconfianzas que parecen insuperables.

Nathalie y Emiliano no eran dos almas gemelas que se buscaban, sino dos corazones atrapados en los caprichos del amor. Ella, distante y cautelosa, había aprendido a no confiar, a levantar muros tras una experiencia que la dejó marcada. Él, inseguro pero lleno de esperanza, arrastraba cicatrices de amores inconclusos, de promesas que el tiempo se encargó de borrar.

Cuando sus caminos se cruzaron, fue como el encuentro del día con la noche: opuestos, pero necesarios. En ese choque de emociones, encontraron no solo al otro, sino también a sí mismos. Aprendieron que el amor no es perfecto, pero puede transformar incluso las almas más rotas. Que a veces, es en los brazos de alguien más es donde logramos reconciliarnos con nuestros propios miedos.

Pero incluso en los sentimientos más sinceros, las sombras del pasado siempre encuentran la manera de colarse. Porque amar no es solo sostenerse del otro, sino enfrentarse al reflejo que nos muestra lo que somos y lo que tememos.

Esta es una historia de cenizas. De pasados que duelen, de presentes que intentan encender un fuego nuevo, y de corazones que luchan por no huir de aquello que los marcó, sino enfrentarlo.