Cenizas de un Habano

El alma decidió saltar.

Los tiempos cambiaban y te volvias tan frío como si no tuvieras vida, porque era tanto lo que tenías que ocultar que el dolor te comía por dentro; te sientes preso, preso dentro de ti mismo. Sentías que te ahogabas, que no podías respirar oxígeno. Tomaste medidas equivocadas tanto que tu inocencia se llenó de rabia y tus ojos reflejaban la espina en tu faringe, aprendiste a amar la soledad y las sombras azotaban tus miedos.

Y volvías a pesarte en la balanza de la suerte, bueno en esos tiempos que el sol apremiaba tus días, el socorro de tu felicidad efímera era como si estuvieras cayendo a la agonía eterna.

En brazos de algodón que solías hacer cada vez que probaban nuevas oportunidades, era lento y despreciable pero te perdias en esos momentos que parecían que todo por fin cambiaria cuando eras tu quien tenía que ver el mundo diferente .

¿Como sacar algo que lo único que quieres es gritarlo y no estás en libertad, y aunque quieres ya no puedes? ya basta, “dices” tus adentros no estiran más. El fondo de tu corazón está vacío y tu vientre pide piedad de tantas mariposas muertas. No estás hecho de metal, tu corazón es una bomba de sangre y tu cerebro un banco de emociones; eres la imperfección en su máxima expresión.

El cielo está  cada día más lejano y es como si el sol te quemara las entrañas, aún no te lanzas al vacío y no sientes estar vivo, crees que el vacío lo tienes dentro y tu alma tomó la decisión de saltar, y lamentas haberte  pasado los minutos deslizándote por la vida buscando a qué aferrarte; te tomó segundos darte cuenta que el miedo es una línea tan fina y tu te has pasado los años con miedo a pasarla por creer que podía ser un precipicio. Nunca pensaste que tu libertad costara tanto, hasta entonces sigues aquí con el agujero de la inseguridad y solo sientes que se hace más grande en la espalda como si clavaran un cuchillo; y en tu pecho, ya no hay latidos ya no suena la canción que las venas tocaban, ya no hay melodías tampoco veranos, ni el café en las lluvias de mayo.

Sabías que amabas ver la lluvia caer y que ahogabas tu dolor en penas que no contenías, y solo no importó.

Corre de tu último aliento, no hay nada que te haga sufrir más que el tiempo y cuando este se está acabando es que te das cuenta que todo lo que hiciste con él  lo valió todo o no valió nada, el tiempo regala, el tiempo quita, sana y enferma.




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