Cenizas del amanecer

Capítulo 7

El túnel terminó en una pared de acero ennegrecida por el óxido. Parecía el final del camino, hasta que Eira pasó el núcleo frente al metal y una línea azul se encendió, trazando un contorno rectangular.
—Es una compuerta de acceso —susurró—. Nivel científico.

Kael se inclinó para observar el panel empotrado en la pared.
—Está muerto.
—No —corrigió Eira mientras manipulaba los cables expuestos—. Solo dormido. Como todo aquí abajo.

Un chasquido. La luz azul parpadeó, y la compuerta se abrió con un siseo pesado, liberando un aire rancio que olía a electricidad vieja y metal quemado.
Más allá había un pasillo perfectamente conservado. El suelo de cristal oscuro reflejaba sus sombras distorsionadas, y las paredes mostraban emblemas blancos medio borrados: Proyecto Amanecer — Sector 9.

Nara sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—Así que era real. Todo lo que contaban… los laboratorios, los experimentos.

—Esto no es un laboratorio —murmuró Lyra—. Es una tumba.

El grupo avanzó con cautela. La luz del núcleo iluminaba filas de cápsulas alineadas a ambos lados del pasillo. Dentro de algunas aún había cuerpos. Otros estaban vacíos, abiertos desde dentro, el cristal agrietado.

Kael se acercó a una cápsula intacta.
El cuerpo en su interior estaba suspendido en un líquido espeso, con electrodos clavados en el cráneo. Era una mujer joven. Su piel estaba marcada con símbolos idénticos a los del túnel.
—Dios… —susurró Kael—. ¿Qué les hicieron?

Eira observaba cada detalle con atención científica y horror humano.
—Estaban tratando de estabilizar las mutaciones. Querían acelerar la adaptación genética.
—¿Adaptar? —repitió Nara—. ¿A qué?
—Al nuevo mundo. A la radiación, al aire contaminado, a la falta de luz.
—Y fallaron. —La voz de Lyra temblaba—. Fallaron y crearon monstruos.

El sonido de las cápsulas goteando llenó el silencio.
Eira siguió caminando hasta una consola cubierta de polvo. Encendió el núcleo y lo conectó a un puerto lateral. La pantalla cobró vida con un zumbido débil, revelando líneas de datos que comenzaron a fluir.
PROYECTO AMANECER – REGISTRO FINAL
FECHA: 17/03/2456
DIRECTOR: DRA. A. KOVALENKO

La voz que surgió del altavoz era femenina, fría y cansada:

> “El Consejo exige resultados, pero no comprende el costo. Los sujetos expuestos muestran un incremento de regeneración celular y pérdida parcial de memoria. Algunos… recuerdan cosas que no existieron. Ecos de vidas que no son las suyas.

Hemos creado algo que no podemos controlar. No humanos, no bestias. Algo intermedio.

Si alguien encuentra esto, que sepa que el amanecer no trajo luz… trajo olvido.”

El audio terminó con un zumbido.

Nara se quedó quieta, sintiendo un nudo en el pecho.
—¿“Ecos de vidas que no son las suyas”?
—Implantes de memoria —respondió Eira, bajando la mirada—. Intentaron reprogramar recuerdos, crear nuevas identidades para controlar la evolución.

Kael golpeó la pared con el puño.
—Todo esto… todo lo que destruyó el mundo… fue por miedo.
—Por ambición —corrigió Lyra.

El silencio volvió, espeso y eléctrico.
Nara se alejó un poco, explorando sola otra puerta al final del pasillo. La abrió con cuidado y encontró una pequeña sala de observación. En una de las paredes había fotografías pegadas con cinta vieja: niños, mujeres, soldados. Cada rostro tenía un número grabado debajo.
Pero uno de ellos la hizo detenerse.
Una niña de cabello oscuro y ojos azules. Tenía el mismo lunar bajo el ojo izquierdo que Nara.

Su corazón dio un salto.
—Eira… ven aquí.

Eira corrió hacia ella.
—¿Qué pasa?
Nara señaló la foto.
—Esa soy yo.

Eira la observó con atención.
—No puede ser… Esta imagen tiene más de veinte años.

Nara se llevó una mano a la cabeza, mareada.
—Yo nací en 2438… eso no tiene sentido.

Kael y Lyra se acercaron.
Kael frunció el ceño.
—¿Estás segura?
Nara asintió, temblando.
—No hay duda. Esa soy yo.

Eira volvió al panel y revisó el archivo vinculado al número de la fotografía.
Sujeto 07-A / Serie N.A.R.A. / Proyecto de Reconstrucción de Memoria.
Estado: Inactivo. Localización: Desconocida.

Eira tragó saliva.
—Nara… tú no solo sobreviviste al colapso. Fuiste parte del experimento.

El suelo pareció moverse bajo los pies de Nara.
La imagen, los símbolos, las visiones que había tenido desde niña… todo cobró sentido y a la vez, se volvió un caos incomprensible.
—No —susurró—. No puede ser verdad.

—Por eso recuerdas cosas que nadie más recuerda —dijo Eira—. No son recuerdos heredados… son fragmentos de otras vidas implantadas.

Lyra dio un paso atrás, como si necesitara distancia.
—Entonces… ¿ella es uno de ellos?

Kael la miró con dureza.
—Ella es Nara. No importa lo que haya hecho el Consejo.

Eira asintió.
—Y si ella sobrevivió, puede que otros también.

Nara, temblando, respiró hondo.
—Si fui parte del Proyecto Amanecer, entonces quiero saber por qué. Quién me hizo esto… y qué intentaban lograr realmente.

Eira desconectó el núcleo y lo guardó.
—Entonces seguiremos buscando. Pero a partir de ahora, Nara… tú eres la clave.

La puerta detrás de ellos emitió un golpe metálico. Otro.
Kael levantó su arco.
—¿Otra criatura?

El ruido creció. Esta vez no era un rugido, sino pasos. Varios.
Una luz roja comenzó a brillar en el techo.
Lyra apuntó su rifle hacia la puerta.
—¡Nos encontraron!

Eira revisó el panel.
—No son bestias. Son drones de rastreo del Consejo.

El zumbido de las hélices llenó el pasillo. Nara dio un paso atrás, el corazón latiéndole con fuerza.
Los drones aparecieron, brillando con luces carmesí, apuntando con armas automáticas.

—¡Dispersión! —gritó Kael.

El primer disparo cortó el aire y estalló una cápsula detrás de ellos.
Eira arrojó el núcleo al suelo, provocando una explosión de luz que cegó a las máquinas.
—¡Por aquí! —gritó, señalando una salida lateral.



#163 en Ciencia ficción

En el texto hay: posapocalptico

Editado: 09.11.2025

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