Cenizas del amanecer

Capítulo 8

El aire del túnel era espeso y polvoriento. Las luces rojas del laboratorio se habían desvanecido a lo lejos, pero el zumbido metálico de los drones seguía resonando como un enjambre que no descansaba.

Nara corría al frente, con la linterna del núcleo en una mano y la respiración ardiéndole en los pulmones.
Kael iba detrás de ella, cubriendo la retaguardia, y Lyra sostenía a Eira, que cojeaba por una herida en la pierna. Cada paso levantaba polvo y hacía crujir las vigas metálicas que sostenían el pasillo subterráneo.

—No podemos seguir así —dijo Lyra entre jadeos—. Necesitamos un punto seguro.
—Lo más cercano está a un kilómetro —respondió Kael, revisando el mapa holográfico de su muñeca—. Si los drones no nos rastrean, podemos llegar antes del amanecer.

Eira respiró hondo y se detuvo un instante, apoyándose contra la pared.
—No hay tiempo. Si esos drones enviaron coordenadas, el Consejo vendrá con todo.

Nara se giró hacia ella.
—Entonces debemos borrar el rastro. —Su voz sonó más firme de lo que esperaba—. Puedo hacerlo.

Los tres la miraron.
—¿Cómo? —preguntó Kael.
Nara bajó la vista, insegura.
—No lo sé… pero cuando los drones aparecieron, sentí algo. Una presión en la cabeza, como si pudiera escuchar sus señales.

Lyra entrecerró los ojos.
—¿Quieres decir que puedes controlarlos?

—No sé si controlarlos —respondió Nara, apretando el puño—. Pero algo en mí reaccionó a ellos. Tal vez sea parte de lo que me hicieron.

Kael dio un paso hacia ella, con la voz más suave:
—Nara, no tienes que probar nada ahora.
—Sí, tengo que hacerlo —lo interrumpió—. Si fui creada por el Proyecto, si soy una de sus sombras… entonces debo usarlo a nuestro favor.

El silencio se volvió pesado.
Eira la observó con una mezcla de temor y esperanza.
—Hazlo —dijo al fin—. Si puedes interferir con sus sistemas, tal vez tengamos una oportunidad.

Nara asintió. Se arrodilló en el suelo, cerró los ojos y apoyó las manos sobre el metal frío. Su respiración se ralentizó. El ruido lejano de los drones se volvió un murmullo constante dentro de su cabeza. Un sonido eléctrico, irregular, como un lenguaje codificado.

“Frecuencia 14.9… señal primaria… receptor biológico.”

No sabía cómo lo sabía. Simplemente lo sentía.
Entonces, algo dentro de ella despertó.

Un impulso recorrió su cuerpo, una corriente invisible que la conectó con algo más grande.
Las luces del túnel parpadearon.
Los drones, al otro extremo del pasillo, se detuvieron en el aire, emitiendo un pitido agudo.

Kael levantó su arco.
—¿Qué… está pasando?
—Shh —susurró Eira—. Está interfiriendo con ellos.

Nara abrió los ojos. Por un instante, se reflejaron en ellos luces blancas, como si mil códigos corrieran detrás de su mirada.
Los drones comenzaron a girar sobre sí mismos. Luego, uno tras otro, cayeron al suelo como piedras, sin emitir un solo disparo.

Silencio.

Solo el eco de su respiración volvió a llenar el túnel.

Nara se desplomó de rodillas, agotada.
Kael corrió hacia ella y la sostuvo antes de que cayera del todo.
—Ey, tranquila… respira.

Ella lo miró, con el rostro pálido.
—Escuché voces —susurró—. No humanas. Fragmentos, órdenes, números. Y una frase que se repetía una y otra vez.
—¿Qué frase? —preguntó Eira.

Nara tragó saliva.
—“Serie N.A.R.A.: protocolo de reinicio en curso.”

El silencio se hizo más denso que nunca.

Lyra maldijo por lo bajo.
—¿Reinicio? ¿Qué significa eso?
Eira se incorporó lentamente, la mente trabajando a toda velocidad.
—Significa que si el Consejo aún tiene acceso a su código genético, puede intentar despertar su programación original.

Kael la miró, incrédulo.
—¿Estás diciendo que podrían… controlarla?
—O eliminarla —dijo Eira con voz grave—. Si consideran que su sistema es una amenaza.

Nara sintió el frío subirle por la columna.
—Entonces tengo que encontrar la fuente —dijo, decidida—. Si destruyo el núcleo principal del Proyecto Amanecer, me liberaré de ellos.

Kael la tomó de los hombros.
—No tienes que hacerlo sola.
—Pero es mi carga —respondió ella con la voz temblorosa pero firme—. Fui creada para servir a un propósito que destruyó este mundo. No pienso seguir siendo su arma.

Eira asintió lentamente.
—Entonces cambiaremos el propósito. Si el Proyecto Amanecer quiso jugar a ser dios, nosotros seremos su consecuencia.

Lyra exhaló con una sonrisa tensa.
—Suena a suicidio, pero… ya estamos muertos, ¿no?

Una risa amarga recorrió el grupo.
Por primera vez desde la explosión en el refugio, sintieron algo que se parecía a esperanza.
No la esperanza de reconstruir el mundo… sino la de tomar el control de su destino.

Siguieron avanzando. Los túneles los guiaron hacia una salida que desembocaba en una colina árida, cubierta de ceniza blanca. El amanecer se filtraba por el horizonte, pálido y débil, como una herida que aún no cicatrizaba.

Nara se detuvo y miró hacia el sol.
Las sombras de los drones caídos se extendían detrás de ellos como cuerpos enterrados.
Kael se acercó y habló con voz baja:
—A veces pienso que el mundo no terminó… solo cambió de piel.
—Tal vez —respondió Nara—. Pero la piel vieja sigue sangrando.

Eira apoyó su mano en el hombro de ambos.
—El mapa muestra un complejo al norte, más allá del valle. Si el Proyecto sigue activo, su núcleo debe estar allí.

Lyra levantó su rifle y sonrió con ironía.
—Entonces ya tenemos destino. Y probablemente sentencia.

El viento sopló, arrastrando polvo y cenizas.
Nara se giró hacia el horizonte.
En algún punto de ese desierto yacía la verdad.
Sobre el mundo. Sobre ellos.
Y sobre ella misma.

Por primera vez, no sintió miedo.
Solo determinación.

—Vamos —dijo, empezando a caminar—. El amanecer no va a esperarnos.



#163 en Ciencia ficción

En el texto hay: posapocalptico

Editado: 09.11.2025

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