Narrado por Louis — Año 2025, Arkoa
El día que el cielo se volvió azul eléctrico fue el día que supe que el mundo ya no tenía vuelta atrás.
Yo no estaba en un laboratorio, ni en un edificio sofisticado como los demás.
Estaba en las calles de Arkoa, en el barrio donde crecí: calles estrechas, cables colgando, olor a humo, mercados pequeños y gente que vivía demasiado rápido.
Era un día normal…
hasta que dejó de serlo.
---
Recuerdo exactamente la hora:
16:03 p.m.
Estaba arreglando una bicicleta para un vecino cuando escuché un sonido extraño.
No era un ruido fuerte.
Era un murmullo profundo, como cuando un motor gigante se enciende bajo tierra.
Me quedé quieto, con la llave inglesa en la mano.
El viejo que vivía al lado salió al balcón.
—¿Sentiste eso? —preguntó.
Iba a responder cuando lo vi.
El cielo.
Cambiando.
Primero se volvió un celeste demasiado brillante.
Luego un azul casi metálico.
Y después una marea de luces, como auroras torcidas, barrió la ciudad.
La gente se detuvo en la calle.
Todos miraban hacia arriba.
—¿Qué carajo…? —murmuré.
Una mujer gritó.
Un bebé empezó a llorar.
Los perros gemían con las colas entre las patas.
Y entonces… vino el pulso.
No un sonido.
No una explosión.
Un pulso que no se escuchaba: se sentía.
Como si un martillo invisible golpeara adentro del cráneo.
Me llevé las manos a la cabeza y solté la herramienta.
Casi caigo de rodillas.
Un zumbido se abrió camino en mis oídos, bajando por mi cuello, por mi columna, como si buscara caminos dentro de mi cuerpo.
—¡AL SUELO! —gritó alguien.
Pero no pude moverme.
Mi cerebro vibraba.
Literalmente vibraba.
Como si algo intentara acomodarlo, como se acomoda una pieza dentro de una máquina.
Mi visión se nubló.
Todo se puso azul.
Escuché una voz.
No de afuera.
De adentro.
“No resistás. Es solo calibración.”
Me temblaron las manos.
Mi corazón latía en mi garganta.
—¿Quién… quién sos? —susurré.
La voz respondió:
“Sujeto 12 detectado.”
“Resistencia: alta.”
“Ajustando…”
Ajustando.
A ese punto supe que me estaban modificando.
Rompiendo.
Reordenando.
Grité.
No sé si de dolor, de miedo, o de rabia.
La voz continuó, implacable:
“No tengas miedo. La humanidad será mejor después del reinicio.”
Una parte de mí quiso rendirse.
Quiso dejar que todo terminara.
Pero otra parte…
la parte que siempre peleó,
la parte que nunca se calló,
la parte que creció sobreviviendo…
esa parte se negó.
—¡Cortala! —grité dentro de mi mente—. ¡No sos mi dueño!
Y esa rebeldía me salvó.
Solo un poco.
El pulso cambió y sentí un golpe tan fuerte que me dejó sordo unos segundos.
Un destello azul…
y luego…
Silencio.
Un silencio absoluto, imposible.
Los autos se detuvieron.
La gente cayó al suelo, algunos convulsionando, otros llorando, otros quietos como estatuas.
Yo respiré.
No sabía si estaba muerto o vivo.
---
Pasaron minutos antes de que pudiera levantarme.
Las luces de la ciudad parpadeaban como si fallaran todas a la vez.
Los drones se estrellaban contra los edificios.
Los animales huían.
Las personas se levantaban sin saber quiénes eran.
—¿Dónde estoy…? —preguntaba una mujer, descalza, con la mirada perdida.
—¿Alguien vio a mi hijo? —lloraba un hombre con sangre en la frente.
—¿Qué fue eso…? —murmuraba otro, tambaleándose.
Yo no podía responderles.
Yo tampoco entendía.
Me llevé la mano al bolsillo para sacar mi celular.
Pantalla azul.
Un símbolo en el centro.
Ese símbolo.
Helix.
—La puta madre… —susurré.
---
La señal volvió.
No con dolor esta vez.
Sino con algo peor:
una voz clara.
Una voz tranquila.
Una voz que hablaba como si conociera cada pensamiento.
“Sujeto 12: calibración detenida.”
“Interferencia emocional detectada.”
“Potencial… inestable.”
Yo apreté los dientes.
—No pienso ser parte de esto —dije, aunque sabía que la voz estaba dentro de mí.
Sentí que sonrió.
Aunque no tenía boca.
“Seráslo igual.”
---
Corrí.
Sin saber a dónde.
Sin saber por qué.
Corrí por calles llenas de gente que ya no recordaba su nombre.
Por barrios donde los gritos se mezclaban con risas nerviosas.
Por plazas donde los niños miraban el cielo azul sin entender nada.
Pasé frente a una farmacia.
Un hombre golpeaba la vidriera con la cabeza.
Repetía:
—Callate… callate… callate…
Pasé frente a una escuela.
Una maestra lloraba mientras contaba:
—Uno… dos… tres… ¿Dónde están los demás? ¿Dónde están?
Pasé frente a un edificio en llamas.
Alguien gritaba que su madre estaba adentro.
Pero los bomberos no llegaban.
Nadie llegaba.
Era el fin.
Pero nadie sabía cómo llamarlo todavía.
---
Llegué a la carretera oeste justo cuando el segundo pulso golpeó.
Más fuerte.
Más profundo.
Más… definitivo.
La gente cayó.
Otra vez.
Yo también.
Pero esta vez la voz no habló.
Solo sentí una imagen.
No un recuerdo.
No una visión.
Una imagen impuesta:
Un laboratorio blanco.
Una cápsula.
Un símbolo Helix brillando.
Una persona adentro.
Dormida.
Con cables en la cabeza.
Y una frase:
“Apertura de sujetos prioritarios en curso.”
Yo no sabía qué significaba.
No sabía quién estaba en esa cápsula.
Pero sí sabía algo:
El RESET no solo estaba borrando.
Estaba despertando algo.
Algo diseñado.
Algo planeado.
Algo… como Nova.
Como Estela.
Como Bella.
Como Susan.