Cenizas del amanecer

Capítulo 9

Narrado por Stiven — Año 2450, Arkoa

Lo primero que aprendí viviendo en Arkoa fue esto:
en la oscuridad, siempre hay algo peor que la oscuridad misma.

Y ahora, mientras corremos por los túneles del subnivel, lo vuelvo a recordar en cada respiración.

Nova cae dos veces y la sostengo por el brazo.
Está helada.
Erik no deja de mirarla, como si su mirada pudiera mantenerla viva.
Kai avanza primero, atento a cada ruido.
Susan analiza cada recoveco.
Bella apunta hacia atrás por si algo aparece.
Estela tropieza sin saber si es porque escucha cosas o porque está agotada.

Yo voy cerrando la marcha.

Es mi trabajo.
Soy rastreador.
Soy el que escucha los pasos que los demás no escuchan.
El que siente las vibraciones antes de que lleguen.
El que muere primero si algo sale mal.

Y ahora, siento algo.

Un ruido.
Leve.
Arrastrado.
Como uñas raspando metal.

Los Vacíos vienen cerca.

Demasiado cerca.

—No frenen —digo en voz baja—. Están a unos cuarenta metros. Quizá menos.

Bella responde sin mirar atrás:
—No le pienso dar la espalda a esos desgraciados.

—No tenés opción —le digo—. Si nos paramos, nos comen vivos.

Susan analiza una bifurcación y señala a la izquierda.
—Por acá. Hacia la superficie.

—¿Hacia el Mercado? —pregunta Kai.

—Es mejor que morir acá —replica ella.

Tiene razón.
Lo detesto, pero tiene razón.

---

El pasadizo termina en una escalera metálica oxidada.
Erik ayuda a Nova a subir.
Kai apoya a Estela.
Bella vigila abajo.

Yo escucho.
Siempre escucho.

Los pasos de los Vacíos se acercan.
Corretean como animales con huesos de vidrio.
Sus respiraciones son espasmos.
Sus voces…

Ese sonido sordo que hacen cuando intentan hablar pero solo escupen recuerdos rotos.

Algo me sube por la espalda.
No quiero verlos otra vez.

—¡Vamos! —grito—. ¡Suban!

Cuando estamos arriba, Susan abre la compuerta con una palanca.
Crujido.
Metal viejo.
El olor a aire exterior entra como un golpe.

Y cuando salimos…

El mundo se abre ante nosotros.

El Mercado de Sombras.

---

Es imposible olvidar este lugar.
Un laberinto de carpas, tiendas improvisadas, hogueras, humo, y gente rota vendiendo cualquier cosa que pueda darles un día más de vida.

Pieles mutadas.
Partes de máquinas antiguas.
Recuerdos escritos en papel.
Cuerpos.
Sangre.
Mentiras.
Información.

Todo tiene precio.
Todo.

Nova respira temblando.
El pulso que liberó todavía vibra en el aire alrededor de ella.

—No deberíamos estar acá —dice Kai, mirando alrededor.

Le doy la razón.

Acá… todo lo que respira muere o se vende.

A veces las dos cosas.

Bella se adelanta.
—No tenemos opción. Necesitamos alejarnos de los Vacíos y de los Helix. Y acá nadie hace preguntas.

—Hacen preguntas —correjo—, pero las cobran.

Susan se detiene frente a un puesto lleno de cables, radios, baterías y pedazos de tecnología.

—Quizá podamos encontrar algo que nos ayude a entender lo del pulso de Nova.

—O quizá vendan tu cabeza mientras dormís —murmuro.

Susan me ignora.
Como siempre.

El Mercado está lleno de ojos.
No ojos amigables.
Ojos de gente hambrienta de lo que sea que podamos ofrecer.

Erik mantiene a Nova cerca.
Ella camina, pero está ida.
Como si escuchara música que nosotros no oímos.

Estela también va rara.
Se lleva la mano al templo cada tanto, como si algo dentro estuviera empujando.

Kai se queda detrás de ellos, observando cada movimiento sospechoso.

Bella se adelanta unos pasos.
Ella sabe cómo moverse acá.
Su familia venía al Mercado antes del Apagón del Norte.
Nunca quiso contarnos por qué.

---

Escuchamos un silbido.
Un señal.
Tres figuras aparecen delante.
Sombreros desgastados.
Máscaras.
Armas improvisadas.
Sonríen sin alegría.

—Miren lo que trajo el viento —dice uno—. Carne nueva.

Kai se adelanta antes de que Erik pueda.

—No estamos vendiendo nada.

—Todo se vende acá, amigo —dice otro, riendo.

Yo doy un paso al frente.
Mi lanza corta no está en mis manos… pero mi navaja sí.

—No tenemos tiempo para ustedes —digo.

—Todos tienen tiempo —dice el tercero—. Sobre todo cuando hay una chica que brilla como esa.

Mira a Nova.
Mi sangre se enfría.

Erik lleva la mano al cuchillo.

Bella apunta su arma.

Yo pongo mi cuerpo entre ellos y los mercenarios.

—Última advertencia —digo—. No somos presa fácil.

—No parecen Helix —dice uno, inclinándose—. Pero se ven… interesantes.

Nova retrocede hasta chocar con la pared de un puesto.

Y entonces ocurre.

La resonancia.

Ese ruido que solo ella y Estela sienten…
ahora lo siento yo también.

Un zumbido.
Leve.
Pero real.

Miro a Nova.
Su mirada está perdida.
Los ojos le brillan.

—Nova, no… —susurra Erik.

Ella no lo escucha.
Porque hay otra voz hablándole.

La misma que la llamó en el subnivel.

La misma que la llevó al borde.

La misma que le dijo que “volviera”.

Los mercenarios lo notan.
Se ponen tensos.

—¿Qué es eso? —pregunta uno, retrocediendo.

—No te acerques —dice Kai, poniéndose entre ellos.

El suelo vibra.
Yo lo siento antes que todos.
Mi pecho se aprieta.

—¡Atrás! —grito—. ¡Todos atrás!

El zumbido crece.
La luz alrededor de Nova cambia.
Estela se lleva ambas manos a la cabeza y cae de rodillas.

Susan la sostiene.
Bella se cubre los oídos.
Erik abraza a Nova.

Y el Mercado… se detiene.

Todos miran.
Todos sienten la vibración.

Entonces, Nova habla.




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