Cenizas del amanecer

Capítulo 11

Narrado por Bella — Año 2450, Arkoa

El aire del norte siempre huele igual:
a hierro, a nieve vieja, a algo que murió pero sigue caminando.

Pasamos la última barrera del Mercado de Sombras corriendo como si el piso estuviera por abrirse. El ruido de los Vacíos todavía retumba detrás, rebotando entre las carpas derribadas y los gritos de quienes quedaron atrapados entre ellos.

No miro atrás.
No puedo permitirme eso.
Si miro atrás, pierdo ritmo.
Si pierdo ritmo, muero.

Susan guía a Estela, que está tan pálida que parece un fantasma arrastrado por el viento. Kai vigila el flanco derecho. Stiven abre camino entre los restos de autos oxidados. Erik lleva a Nova en brazos, como si fuera lo único que tiene sentido en este mundo.

Y yo… yo cubro la retaguardia.

Siempre lo hago.
Es lo que sé hacer.

Pero hoy…
hoy siento que no va a ser suficiente.

---

El Mercado queda atrás como un animal herido que empieza a sangrar oscuridad.
Escuchamos los golpes, los chillidos.
La gente corre por los pasillos improvisados.

Y luego…

Silencio.

Eso es peor. Siempre es peor.

—No me gusta esto —murmuro.

—A nadie —responde Kai sin dejar de mirar hacia adelante.

Los pasos del grupo son rápidos, forzados.
El terreno cambia: de tierra agrietada a planchas metálicas oxidadas, restos de viejos contenedores, estructuras derrumbadas.

Stiven se detiene un segundo y levanta la mano.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—El ruido… —dice él, frunciendo el ceño—. Los Vacíos dejaron de seguirnos.

Algo en mi estómago se hunde.

—¿Por qué pararían? No son inteligentes.

Susan responde antes que nadie.

—Porque no tenían que atraparnos. Solo debían sacarnos del Mercado.

—¿Sacarnos? —pregunta Kai—. ¿Para qué?

Susan traga saliva.
—Para que vayamos al norte.

Yo siento frío por dentro.
Como si alguien hubiera soplado hielo en mis huesos.

—Nos están guiando —termino diciendo.

Estela, todavía temblando, lo confirma con un hilo de voz:

—Las voces… me lo dijeron.

Todos frenamos.

Erik mira hacia atrás.
Luego hacia adelante.

—No importa lo que quieran. No vamos a dejarlos usar a Nova.

—Ni a Estela —agrego.

Erik me mira con un gesto corto, agradecido.

Nova, medio consciente, murmura algo.
Su voz es tan suave que apenas la escucho.

—…hay algo… llamándome…

Aprieto los dientes.
Ese “algo” es lo que me da miedo.
Ese “algo” no es humano.

---

Seguimos avanzando.

El viento del norte es fuerte, golpea como una bofetada.
Es un viento que parece traer recuerdos de hace siglos.
A veces juro que escucho susurros cuando sopla más fuerte.

El paisaje cambia otra vez.

Enormes estructuras metálicas dobladas.
Caminos que fueron carreteras, ahora cubiertos de arena oscura.
Árboles secos que parecen dedos.
Torres caídas con carteles viejos que nadie puede leer.

Y ahí, al fondo…
Una línea oscura.
Un abismo.
Una grieta tan grande que parece partir el mundo.

—El Cañón Helix —dice Stiven, reconociéndolo.

El nombre me hace tragar saliva.
Odio ese lugar.

Kai observa la zona.
—Si vamos por el borde estaremos expuestos. Pero si bajamos…

—No bajaríamos —interrumpo—. Caeríamos. Son cien metros de caída directa.

Susan revisa su mapa de memoria.
—Hay un puente antiguo a unos cinco minutos hacia la izquierda. Si todavía está de pie…

—Nos va a llevar directo al territorio del Núcleo —termino.

Todos se quedan en silencio.
Incluso el viento parece esperar.

Erik acomoda a Nova en sus brazos.
Ella respira entrecortado, como si algo dentro quisiera salir.

—Vamos al puente —dice él al fin.

Y seguimos caminando.

---

Cuando lo vemos, mi corazón se hace pequeño.

El puente está ahí.

Pero no debería estarlo.

Una estructura oxidada, retorcida, sostenida por cables tan viejos que parecen raíces secas.
Cada paso que demos podría romperlo.
Pero también es la única opción.

Stiven se adelanta, probando el metal con su lanza.

—Todavía aguanta… más o menos.

—Definí “más o menos” —le digo.

—Que si uno de ustedes se cae, no voy a poder agarrarlo.

La mirada de Erik se endurece.

—Yo cruzo primero —dice.

Kai se acerca rápido.

—No. Si se rompe mientras estás en la mitad te vas a caer con Nova. Dejame a mí primero.

No me gusta cuando Kai tiene razón.

Stiven y yo cubrimos los lados.
Susan sostiene a Estela.
Erik sostiene a Nova como si fuera vidrio.

Kai da un paso en el puente.

CRRRRK.

Se congela.

—Kai… —susurro.

Él respira hondo.

—Está bien. Es solo el primer paso. Nunca les gustó el primer paso.

Da otro.
Y otro.

El puente cruje.
Se sacude.
Pero aguanta.

Kai llega a la mitad.

—¡Pueden venir! —dice.

Erik se acerca.

—Yo voy después —digo—. Voy a cubrir la retaguardia.

Erik me mira.
—Bella…

—No discutas. Esto sé hacerlo.

Cruzan uno por uno.
Susan, Estela.
Stiven va después, siempre listo para agarrar a alguien si cae.

Erik pisa el puente con Nova en brazos.

El metal grita.
Mis uñas se clavan en la palma de la mano.

—Despacio… —murmuro.

Cada paso parece un golpe a mi pecho.

Nova abre los ojos un momento y dice algo que me deja helada:

—No estamos solos…

Erik casi se tropieza.

—¿Quién más está acá, Nova?

Ella mira al vacío.

—Ellos…

Susan se da vuelta.

—¿Quiénes?

Pero no hay respuesta.
Porque algo suena detrás de mí.

Un paso.

Dos.

Tres.

Giro.

El viento trae polvo.
Siluetas.
Cuatro.
Seis.
Ocho.

Figuras con ojos blancos.



#171 en Ciencia ficción

En el texto hay: postapocaliptica

Editado: 17.11.2025

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