Cenizas En El Cielo.

Capítulo 2.

20 de marzo, 1941.

 

Él sudor de mi frente salía como chorros. Él dolor era insoportable. Creí que iba a morir de tanto dolor físico en mi cuerpo, ya no podía mas.
— ¡Vamos, ya casi! — Grito la mujer frente  mientras sentía la sangre correr.

 

Con las piernas abiertas de lleno y la mujer frente mi alentándome a que podía hacerlo, sin ningún tipo de vergüenza ni pudor, gemía sin cesar y mis lágrimas viajaban a través de mi frente hasta sentirlas caer . — ¡Puja, Amara, tu puedes!

 

Entonces algo sentimental y doloroso te hace pensar en todo lo que has pasado. Hui de mi casa, pero no por la guerra, si no por sobrevivir a mi propia guerra, una guerra personal que venia cargando en mi espalda, una guerra  que duele, pesa y me rasguña él alma. En ese momento hubiese dado cualquier maldita cosa para que Hugo hubiera estado conmigo. Gimoteos y pujidos salían de mi ser, y sacando mas fuerzas de las que pensé que tenia,  las más grandes que he dado, escondida en un sombrío lugar, dando a luz en un sitio sin color y sin vida, olía a muerte y amargura. Un grito extremadamente fuerte salió de mi,  en ese momento cuando menos lo piensas de repente pasa. Él dolor se fue.
— ¡Esta afuera!
Jadeaba sin poder creerlo y aun con dolor en el cuerpo aunque no de igual manera, la mujer lo sostuvo en brazos y otra corto el cordón con un pedazo de vidrio grueso, la mujer lo miro con el entrecejo retorcido y me dio la espalda. Limpio mi sangre,  a mi bebe. Sonreí retorcidamente
— ¿Que? — Dije entre jadeos, al ver su rostro me estaba recuperando pero algo me cosquilleo el cuerpo — ¿Porque no llora? — Cuestione desesperada. Mi bebe no lloraba y no podía verlo porque la mujer que lo recibió estaba de espaldas contra mi. Las demás se acercaron a ella. Yo quise levantarme  pero ellas no me lo permitieron — Es un niño, Amara.

 

Sonreí de oreja a oreja mientras mis ojos lloraban de alegría en medio de todo aquel  suplicio.  — Anne, quiero ver a mi bebe — Exclame con una sonrisa

 

En ese instante la mujer giro de lleno, el bebe estaba cubierto con trapos viejos, podía ver su pálida cabeza desde donde estaba. Ella me miro destrozada y negó lentamente con la cabeza yo fruncí el ceño  taciturna
— Anne...— Susurré con la voz entrecortada — ¿Porque no me dejas ver a mi bebe? ¡Dámelo! — Grite desesperada.
— Lo siento, Amara — Murmuro
— No — Me negué al pensar aquella situación
— Sabias que esto podía pasar. No pudo soportarlo, Amara
— ¡No! — Grite a todo pulmón con una desesperación y tristeza indescriptible. Apreté los ojos y estire mis brazos — ¡Dámelo, dame a mi bebe, tiene que estar con su mama!
¡Dámelo, dámelo ya! — Ordene

 

Ella se acercó lentamente y me entrego a mi bebe, se lo arrebate de los brazos con desesperación y curiosidad de conocerlo. No era nada parecido a un bebe sano. Mi bebe estaba pálido y muy pequeño, parecía un muñeco de trapo e hilo, sus bracitos tan delgados como los de un cachorro, tan delgados que un anillo podía quedarle al rededor de su muñeca,  sus ojitos cerrados sin tener intenciones de abrirlos nunca — Hola bebe — Comencé. Tome su mano y bese sus dedos, acaricie su mejilla fría y sin vida — Yo soy tu mami
Entonces me quebré, me solté a llorar hundiendo la cabeza en el cuerpo de mi bebe, lloraba sin que nadie pudiera detenerme.  Me lo quitaron, me quitaron a mi bebe y ni siquiera tuve la dicha de que tan siquiera me mirara, ni me dedicara una sonrisa inocente ni que dijera "Mama" por primera vez ¿Por que? No lo entendía.

 

— Tienes que abrir los ojos — Tome su pie  acaricie sus dedos y bese la planta de su pie — Tengo que ver de que color son tus ojos, bebe

 

No respiraba. Entonces lo mire fijamente y apreté los ojos sin dejar de llorar, mi bebé levanto un brazo débilmente y lo dejó caer enseguida, abrí los ojos como platos y mire  a Anne — ¡Anne, se movió! — dije. Ella solo negó con la cabeza. Lo hizo otra vez y Sonreí pero sabía que era imposible — ¡Anne, mira se esta moviendo!

 

— Son espasmos, Amara. Sólo eso, a veces los muertos lo hacen.

 

— No, no, no — Con un gesto en mi cara de desilusión cubrí a mi bebe con la sabana vieja y lo acomode en mi pecho mientras volvía  a llorar sin cesar gritando a cielo o cualquier otro lado al preguntarme una y otra  vez el porqué de su crueldad y su odio hacia a mi — ¿Por que? — Grite con la voz hecha un desastre — ¿Que hice? ¡DIME! ¿Que te hice para que me trates de esta manera, Yahvé? Por favor detente ya.
— Dios sabe porque hace las cosas — Me dijo una mujer de lado mío.
— ¡Cállate! ¡El no existe! — Grite

 

— ¡Amara! Calla, estas dolida, el existe y te perdonara por lo que has dicho.




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