En un abrir y cerrar de ojos pasó un mes desde que Rudy y los otros doce aspirantes a centinela iniciaron su formación en la academia. Durante todo este tiempo, en el que los trece estudiantes llegaron a conocerse muy bien entre sí, Rudy no tuvo ningún inconveniente con la rutina de las mañanas. Sin embargo, las tardes se convirtieron en algo muy aburrido y tedioso para él, y en una pesadilla para los instructores que tenían que aguantarlo.
Una tarde de cielo anaranjado y viento suave, los muchachos se encontraban sentados en sus pupitres oyendo una clase de geografía.
–…y ahora tomaré el examen oral a los que faltan –comunicó la profesora Flor, una mujer alta, de corta cabellera negra y de rostro serio y a la vez elegante–. Levanten la mano los que no dieron el examen ayer. Solo tres estudiantes, entre los que estaba Rudy, levantaron la mano. La profesora cogió su lista y tras verla por un rato asintió.
–Señorita Susan, mencione los nombres de los quince países del mundo conocido –la profesora se dirigió a una muchacha de aspecto desaliñado, larga cabellera negra, y cuya característica más resaltante era un parche negro que cubría su ojo izquierdo.
La muchacha dio un largo suspiro. –Tarffin, Rasdel, Gotia, Manfis, Klagma, Montdars, Yk, Poldsmik, Fasbill, Ports, Landfin, Caglare, Partdise, Jux, y Mabsve –recitó con voz despreocupada la joven–. Estos son los quince países del continente.
–Excelente, ahora es su turno, señor Clark –dijo la profesora al chico de la trenza dorada que Rudy y Scarlett habían conocido hace un tiempo–. Dígame como se les conoce a los diez países que rodean Rom.
–Se les conoce como los países del borde –contestó Clark.
–Respuesta correcta –lo felicitó la profesora–. Y ahora –la profesora se interrumpió para dar un suspiro de resignación–, su turno, señor Rudy. ¿Por qué se le conoce al territorio de Rom como el “Bosque Prohibido”? –preguntó.
–Es obvio que porque está prohibido ir allí –respondió Rudy con total seguridad. Varias risas discretas se oyeron en el aula tras oír tan singular respuesta.
–Ilustre a su compañero, señorita Scarlett –dijo la profesora al ver que la mencionada estaba levantando la mano.
–A Rom se le conoce como el Bosque Prohibido porque hasta ahora todo el que ha entrado a este bosque jamás ha vuelto. Lo único que se sabe de él es que está conformado por árboles gigantes que pueden verse desde mucha distancia. Se cree que está habitado por enormes monstruos devora hombres, aunque hasta ahora nadie se ha aventurado a comprobar la veracidad de este rumor –respondió Scarlett.
A la salida de la clase Rudy se encontraba charlando de forma despreocupada. Se había hecho amigo de varios de los aspirantes, aunque de entre ellos con el que más paraba era con Bill, un muchacho de ojos rasgados, gordo y cabeza rapada, que se reía a carcajadas de la mayoría de sus comentarios.
–Oye Bill, ¿ya empezaste tu dieta? –le preguntó Rudy–. Recuerda que el instructor físico te advirtió que si no enflaquecías en un mes te haría entrenar el triple que al resto.
–Eso trato, pero mis padres siempre me mandan comida al cuartel –replicó Bill.
–¿Y porque no les dices que ya no te la manden?
–Eso sería una ofensa hacía ellos.
–Entonces recíbela, pero no te la comas.
–Eso sería aún más ofensivo.
–Rayos, Bill, las costumbres de tu país son un problema: no puedes rechazar nada que ya se considera una ofensa.
–Acabas de insultar a las ancestrales costumbres de mi país. Estoy sumamente ofendido.
Rudy no pudo más y estalló en carcajadas. Bill, que ya estaba acostumbrado a las excentricidades de su amigo, lo imitó y también se echó a reír.
–A veces yo también me pregunto por qué en Yk las cosas son así –comentó Bill. Él era oriundo de Yk, un país ubicado al este de Rom, pero desde hace unos años residía en Ciudad Capital. Sus padres decidieron convertirse en soldados de la República, por lo que abandonaron su país natal. Bill no quiso ser un militar ordinario, y emocionado por los comentarios respecto a ser un centinela, decidió probar suerte.
–Oye Rudy, ¿Por qué no respondiste bien a la pregunta de la profesora? –le preguntó Scarlett desde su detrás. Ella iba acompañada de su nueva mejor amiga: Susan.
–Lo siento, no recordé la respuesta en ese momento –rio Rudy entre dientes.
–¡Pero si me leíste ese libro anoche! –exclamó Scarlett–. Incluso deberías saber más que yo.
–Te lo leí porque me lo pediste, no porque yo haya querido –se defendió Rudy–. Las cosas que no me gustan las olvido fácilmente.
Resulta que debido a su problema de la vista Scarlett siempre necesitó que alguien le leyera los libros de estudio. Antes siempre había sido su padre, pero en la academia, al no estar Oliver, quien asumió esa responsabilidad fue Rudy.
–Deberías tomarte los estudios y la meditación más en serio, Rudy –le aconsejó Scarlett–. Recuerda que ser un centinela no es solo entrenamiento físico. Sí no entrenas tu mente, jamás dominarás el halo.
Todos los estudiantes llegaron a una habitación de paredes blancas y sin ningún mueble u objeto en su interior, con la excepción de varias antorchas colgadas en las paredes y unos platillos sobre las llamas de los que se evaporaban unos relajantes perfumes. Tales objetos daban al lugar un aire misterioso y mágico.