Centinela: Naturaleza y Poder

Capítulo 5: Las temibles marionetas vivientes

El edificio del senado de la República, conocido como el Foro, consistía en una monumental obra arquitectónica con una cúpula en cuya cima se cernía una asta con la bandera símbolo de la alianza de las naciones humanas. Precisamente, un profundo sonido de repique de campanas se oyó desde una de sus torres durante aquella mañana. Las campanadas marcaban que ya era mediodía. Mientras tanto, por los alrededores Rudy y algunos amigos se encontraban deambulando por entre un mar de gente.

–Oye Rudy, ¿en serio no estás preocupado por ser el único de nosotros que hasta ahora no ha podido materializar su poder final? –preguntó Scarlett.

–Para nada.

–Déjalo, Scarlett. Lo que pasa es que ya se resignó –comentó Susan.

–¡No me he rendido, idiota! –replicó Rudy–. Es solo que no quiero preocuparme por gusto.

–Pero Rudy, aunque sea deberías entrenar un poco –le aconsejó Clark–. No es posible que toda la semana te la hayas pasado vagando, e incluso ahora, un día antes de la prueba, sigas como si nada.

–Creo que los chicos tienen razón, Rudy –acotó Bill.

–Vaya, vaya, así que ahora todos se han propuesto arruinarme mi último día libre –se quejó Rudy–. ¡Pero ni crean que lo conseguirán! Por cierto, me acaba de dar mucha hambre, así que mejor me iré a comer algo, ¡adiós!

–Oye Scarlett, ¿no piensas seguirlo? –preguntó Susan en tono burlón.

–No será necesario, mira, allí regresa.

–¡Dame dinero, Scarlett! ¡Tengo hambre!

–No te daré nada hasta que no logres materializar tu poder final.

En estas discusiones estaban los muchachos cuando de pronto un tipo pasó corriendo por su lado, y tras él pasó una niña vestida con harapos que lo perseguía. –¡Devuélveme mi dinero, ladrón! ¡Lo necesito! –lloriqueaba la pobre.

Los muchachos contemplaron la escena, y al poco rato, en tanto Scarlett y Susan se acercaron a la niña para consolarla, Rudy, Clark y Bill fueron en persecución del presunto delincuente.

El ladrón corrió por varias cuadras y luego viró a la derecha por un estrecho callejón. Los muchachos, que nunca le perdieron el paso, tomaron la misma dirección. –¡Hey, detente ladrón! –gritó Rudy, pero el tipo le fue indiferente.

–¡Ya me cansé de este jueguito! –exclamó Rudy, y activó su halo. En un segundo, él se  situó delante del presunto ladrón, quien cayó al piso tras chocarlo. ¡Hasta aquí llegaste, ladronzuelo! –sentenció Rudy–. ¡Ahora, devuelve lo que te robaste!

–Usted no lo entiende, señor –lloriqueó el presunto ladrón, que resultó tratarse de un chiquillo de cuerpo demacrado y mirada triste–. Esa supuesta niña en realidad es una marioneta enviada por el director del orfanato en el que vivimos para vigilarnos.

–¿Qué fue lo que sucedió, Rudy? –preguntó Clark mientras corría al encuentro de su amigo junto con Bill.

–¿Para vigilarte? ¿Por qué habría de vigilarte? –preguntó Rudy extrañado.

–El director nos obliga todos los días a llevarle dinero al orfanato, y si no lo conseguimos hasta el anochecer nos golpea y nos encierra por varios días –contestó entre lágrimas el muchacho–. Muchos, hartos ya de recibir tantos maltratos, hemos intentado huir, pero las marionetas del director siempre nos vigilan.

–¿Oigan, ustedes saben que es una marioneta? –Rudy se dirigió a sus amigos.

–Mmm, es un muñeco de madera al que su dueño lo controla mediante hilos –contestó Bill luego de meditar por un buen rato.

–Pero si son simples marionetas deberías ser capaz de deshacerte de ellas fácilmente –observó Clark luego de enterarse de la situación.

–Normalmente es imposible, porque las marionetas están unidas a nosotros mediante hilos, y al menor intento de querer huir, se nos pegan para apuñalarnos –explicó el chico–. Esta vez me las arregle para cortar sus hilos y huir, pero ella se dio cuenta y de inmediato me comenzó a perseguir.

–¿Cómo te llamas, amiguito? –preguntó Bill.

–Charles.

–No te preocupes, nosotros te ayudaremos, Charles –le prometió Bill.

Los muchachos junto con Charles se encaminaron de regreso a donde habían dejado a sus amigas y a la supuesta niña. –¿En verdad le has creído, Bill? –susurró Clark a su compañero–. Puede que el muchacho nos esté engañando para salir bien librado.

–No lo creo –contestó Bill–. Pero de todos modos lo comprobaremos.

Al llegar a la plaza los muchachos se reunieron con Scarlett y Susan. La niña aún estaba allí, pero ahora Rudy y sus dos compañeros ya no la veían del mismo modo a como lo habían hecho hasta hace un rato.

–Aquí hemos traído al ladrón, amiguita –dijo Bill–. Dinos que es lo que te robó para que te lo devuelva.

La niña no contestó nada y se acercó a Charles, pero a medio camino Rudy la detuvo. –Charles tenía razón, esto en realidad es una marioneta –dijo Rudy, mientras en su mano sostenía unos hilos casi invisibles que habían estado a punto de pegarse al cuerpo del chiquillo. Entonces, Bill activó su halo y con un potente puñetazo destrozó en mil pedazos a la niña marioneta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.