Centinelas

Capitulo 2

          Que ganas de decirle que yo sentía a los muertos y que no ganaba nada con eso, que más bien era un tormento para mí… Continué tras él, en espera de más información.

         -Creí que con la muerte de la vieja todo se calmaría, pero ya vez… Ahora en vez de cuatro tumbas, son cinco las que aparecen violadas.

         -Alguien debe hacer eso…

         -¡Claro!... Sus almas que andan en pena por los males que hicieron.

         No quise discutir aquella idea, pues yo sabía bien que las excavaciones se hacían del mundo vivo, no del muerto.

         -Ese hombre que quería aprender a ser brujo… ¿Dónde está?

         -¿Quién sabe? Hace muchos años salió del pueblo y no se supo más de él… Daba asco mirarlo, llevaba el cabello y la barba tan larga que se parecía más a un animal que a un hombre.

         -No entiendo… ¡Si tenía tanto interés por aprender! ¿Por qué se fue?

         -Alguien me dijo un día, que el hombre había regresado, pero que estaba cambiado, que se había afeitado…

         -¿Quién es entonces?

         -¡No lo sé!... Jamás me dijeron dónde estaba… ¿No tienes nada más interesante que hacer muchacha? ¡Vete a casa y deja de preguntar por el pasado!

         Me quedé parada, tratando de organizar mis ideas y viendo como se alejaba el que me había dado una luz en toda aquella oscuridad.

         Lo gris del cielo me gritaba que me iba a enfermar, si continuaba bajo la lluvia y me sentí como aquellos muertos, en una infinita soledad y aprisionada por un peso que no me dejaba mover. Una angustia oprimió mi alma, ¿Qué hacer? Y mi llanto se abrió paso entre las gotas de lluvia que cubrían mi cara y desde lo más profundo de mí, rogué por ayuda al que pudiera ayudarme a seguir por la senda… Y como respuesta, el murmullo de mucha gente… Llegaba otro inquilino para aquella pensión eterna y tras la caja de madera, aquella vestimenta negra, que iluminó mi esperanza… ¿Cómo no había pensado en el Sacerdote?, él podría ayudarme, él estaba con Dios…

         Esperé con paciencia a que todo se finiquitara en la tierra, con aquel cuerpo que era sembrado ante la mirada de quienes lo amaban.

         El Cura fue el primero en salir del cementerio, aquello me pareció extraño, pero deduje que era el destino que me ayudaba. Casi corrí tras él y cuando le daba alcance, tuve que detenerme, ante el asombro que me produjo verlo entrar en la casa de la que hacía días, me dio de comer un trozo de pan duro con algo de café frío y ahora estaba siendo devorada por los gusanos del pecado, que comen la carne de todo muerto.

         Me detuve en la puerta, sin saber qué hacer y luego sin pensarlo mucho, entré para ver cómo el hombre registraba fervientemente el lugar… Al verme, se puso nervioso y palideció.

         -¿Qué haces aquí, María?

         -¡Eso se lo pregunto a usted, Padre! ¿Qué busca?

         La interrogante casi hace que el viejo se desmayara, vi cómo se sujetaba de la mesa y me respondió, con una pregunta defensiva:

         -¿Y tú, no debías estar en casa de tu madrina?

         Y al igual que él, me sentí acorralada, sin saber que responder y el silencio puso punto final, a aquel encuentro. Pasó junto a mí y salió de la casa, mientras yo me quedaba con la locura de la incomprensión, revoloteando en mi mente.

         Un portentoso trueno, rompió el silencio de aquel lugar y rasgó con su fulgúrate luz las suaves espumas que formaban las nubes, haciendo que el agua acumulada en su vientre se desplomara en frenética caída.

         Bastaron pocos minutos para que el agua se colara por el piso de aquella frágil  cabaña y ni la frialdad en mis pies, lograron quitarme las dudas de la cabeza… ¡Eran tantas cosas! Tanta gente registrando la casa de una vieja infeliz, que no tenía más que la ropa que llevaba puesta… Y lo del Sacerdote, era lo que más me preocupaba, en quién podía confiar ahora y como si no estuviera suficientemente confundida, recordé las palabras del Cura… “No debías estar en casa de tu madrina” y entonces me pregunté: ¿Mis padres también pensaban que yo estaba a salvo en casa de mi madrina?

         Y sin darme cuenta, me vi caminando hacia mi casa. Por el camino fui tomando la decisión de olvidarlo todo y callar… Pero el asombro de mis padres al verme, me inquietó:

         -¡Hija!... ¿Qué haces aquí?

         -Pues, yo…

         -¡Responde María!... ¿Cómo llegaste?

         Mi padre me sujetó del brazo con fuerza, sin saber que responder, dije:

         -¡No quiero estar en casa de nadie, está es mi casa y…!

         -¡Mal agradecida!

         Una de mis mejillas se llenó de calor por el golpe recibido y vi como mi padre salía de la casa, enfurecido. Si las lágrimas brotaban de mis ojos, no fue por el dolor, sino por la gran ira que me produjo la actitud de papá… Nadie tenía razón, nunca…Sólo él debía decir la última palabra y mamá lloraba más que yo, me miraba con miedo y ante lo interrogante de su vista, pregunté con ira:



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En el texto hay: lobos, miedo, misterio accion

Editado: 29.10.2022

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