CAPÍTULO 1
Salgo del hospital con un cosquilleo frío en los brazos. El viento golpea mi cara como si quisiera despertarme de una pesadilla, pero no funciona. Camino hasta mi carro sintiendo que estoy hecha de cristal. Cada paso suena como un reloj: tic, tac, tic, tac... un año. Un maldito año.
Pero no puedo colapsar ahora.
Me repito, casi en automático:
—Actúa normal, Cherry. Normal, normal, normal.
Arranco el carro. Me miro en el retrovisor. Mis ojos están rojos, pero con un poco de aire y un café fuerte puedo fingir que es por falta de sueño. O por alergia al drama. Sí, alergia al drama suena bien.
Y entonces, mientras conduzco hacia la oficina, hago un trato silencioso conmigo misma: nadie debe darse cuenta.
Seth, menos que nadie.
Respiro hondo. Enderezo la espalda. Me pongo la sonrisa más sencilla que tengo, esa donde estás destrozado, pero aun así debes levantarte.
Cuando llego al edificio, entro con el mismo ritual de siempre. El mundo no se detuvo solo porque el mío sí lo hizo.
Entrar a la oficina siempre es lo mismo: conversaciones a medias, teclados sonando sin descanso y el aroma a café cargado flotando en el aire. Camino rápido hacia mi escritorio, ajustándome el cuello de mi blusa. Saludo a algunos compañeros con una sonrisa breve y pienso en lo mucho que quiero que llegue la noche para ver películas con Seth, mi mejor amigo.
—¡Cherry! —Sam, el recepcionista, me saluda mientras organiza un montón de papeles en el mostrador.
—Buenos días, Sam. —respondo con una pequeña sonrisa antes de apresurar el paso.
—¿Es cierto que Carlos estuvo besuqueándose con Juana en el baño? —suelta de repente, frunzo el ceño al escuchar su chisme.
—No estoy segura.
—Es retorcido —dice, para luego sentarse —. Pero es intrigante.
Me apresuro a sentarme sacudiendo la cabeza. Es un charlatán, y habla demasiado. Le das la mano y te agarra todo el brazo.
No he terminado de encender mi computadora cuando mi teléfono vibra. Al ver el nombre de Mia, sé que esto será una conversación intensa.
—¡Cherry! —su voz animada y mandona resuena en mis oídos—. Esta noche, bar. Te recojo a las ocho. Ni se te ocurra decir que no.
—¿Un bar? ¿Qué pasa con la típica noche de películas en casa? —pregunto, tratando de excusarme, aunque sé que no funcionará.
—Nada de excusas. Necesitas salir, relajarte y, si es posible, echarte un buen polvo. —suelta una carcajada, y yo casi dejo caer el teléfono.
—¡Mia! Estoy en la oficina. Baja la voz... aunque estés al otro lado del teléfono. —Siento que mis mejillas arden. Sam me mira de reojo, y por su expresión puedo deducir que piensa en algo malo.
Su risa me hace sentir aún más expuesta.
—Es la verdad, Cherry. Y, si me dejas sugerir, ¿por qué no pruebas con tu amiguito? Ese hombre debe tener algo... impresionante abajo, ya sabes.
Abro los ojos como platos.
—¡Mia! No puedo creer que digas eso. Seth es mi amigo, no pienso en él de esa forma. —Aunque trato de sonar convincente, mi voz se quiebra un poco.
Ella se ríe como si no hubiera escuchado nada de lo que acabo de decir.
—Ya hablaremos en el bar, a las ocho. No se te ocurra cancelar porque enveneno la comida.
Cuelga antes de que pueda responder. Suspiro, sabiendo que no tengo escapatoria.
En la oficina, trato de concentrarme en un informe urgente que Seth me pidió revisar, pero, entre el apuro, cometo un error terrible, le envío la versión sin corregir.
—¡No puede ser! —murmuro en voz alta.
No pasa mucho tiempo antes de que Seth aparezca en mi escritorio.
Seth es el tipo de hombre que hace que el aire se vuelva pesado cuando entra. Alto, de hombros anchos y cuerpo marcado bajo el traje negro hecho a su medida. Su cabello castaño cae en mechones rebeldes sobre su frente perfecta, y sus ojos cafés oscuros miran como si pudieran desnudar a cualquiera sin tocarla. La barba corta enmarca su mandíbula fuerte, dándole ese toque peligroso y seductor que solo él puede llevar. Un hombre imposible de ignorar, aquel que no sabes si perderte en él, porque sabes que será imposible de olvidar.
—Cherry, el informe tiene errores. —su voz es baja y controlada.
Mi corazón se acelera.
—Lo siento. Lo corregiré de inmediato —bajo la mirada, esperando un regaño.
—No te preocupes. Todos cometemos errores —su tono es tan suave que me deja perpleja.
Seth siempre es así conmigo, delicado, como si tuviera miedo de lastimarme. Pero sé que con los demás no es igual; lo he visto poner en su lugar a más de uno con apenas una mirada.
Mientras termino de corregir el informe, Seth se acerca de nuevo. Se inclina sobre el mesón, apoyando una mano a cada lado, y su rostro queda tan cerca del mío que siento su respiración rozar mi piel. Mis mejillas se encienden al instante, traicionándome por completo.
—¿Película esta noche? Podemos pedir tu comida favorita.
—Oh... esta noche no puedo. Mia me invitó a un bar.
Seth asiente despacio, sin cambiar su expresión, pero noto un leve cambio en su mirada.
—Entendido, hoyuelos. Si cambias de opinión, avísame.
Lo veo alejarse ajustándose el traje, y algo dentro de mí se aprieta. ¿Por qué siento que he rechazado algo importante?
En el bar, Mia está en su elemento. Tiene una copa en la mano y una sonrisa traviesa en los labios. Mia es una rubia atrevida y caótica, con una sonrisa traviesa y una energía sin límites. Habla sin filtros, ríe fuerte y actúa como si nada pudiera avergonzarla. Es impulsiva, ruidosa y desbordantemente viva.
Todo lo contrario a mí, quizás por eso llevo casi toda la vida solterona.
—Cherry, necesitas echarte un buen polvo. Te lo digo en serio. —Mia suelta una carcajada divertida al ver mi cara de horror.
—¡Deja de decir eso en voz alta! —protesto, mirando alrededor como si alguien pudiera escucharnos.
Ella se inclina hacia mí con esa mirada cómplice que solo Mia puede poner.