Por un momento, creo que estoy soñando. Una ilusión, tal vez. Pero, por más irreal que parezca, está pasando. ¿Cómo debería reaccionar? Aún siento el roce de sus labios sobre los míos, un escalofrío eléctrico recorriendo cada centímetro de mi piel, dejándome paralizada. Es la única explicación que encuentro para justificar por qué me quedé quieta, incapaz de mover un solo dedo, frente a lo que acaba de suceder en el estacionamiento.
Pasan unos segundos eternos, que sé que se quedarán grabados en mi memoria para siempre. Christopher se separa, y poco a poco me atrevo a abrir los ojos. Su rostro es lo primero que veo, tan cerca que me cuesta respirar. Quiero decir algo, pero las palabras se quedan atoradas en mi garganta. Lo único que puedo hacer es mirarlo, aunque él no me está mirando a mí.
Toda su atención está puesta en otra parte: la rubia y el pelinegro que están a unos metros, subiendo al auto del chico, listos para irse. Eso parece ser la señal que Christopher necesita para reaccionar. Se voltea hacia mí, y finalmente, me dedica una mirada.
—Andrea, perdón, yo... no quería hacerlo. Lo que pasó fue un error. No volverá a pasar.
¿Un... error?
—Solamente olvidemos lo que pasó, ¿está bien? Bueno, tengo que dejarle estos documentos a la directora. Adiós.
Y, tan rápido como descontroló mi corazón, desaparece de mi vista.
“Solamente olvidemos lo que pasó”.
No. No hay forma de que yo pueda hacer eso.
Lo sucedido me sigue incluso cuando vuelvo a casa. A pesar de que doy vueltas y vueltas en mi cama para tratar de conciliar el sueño, el recuerdo de lo que sucedió en la tarde aún permanece vívido en mi memoria. En realidad, no sé cómo se supone que debo sentirme. El chico que me gusta acaba de reclamar mi primer beso y después lo ha desechado como si no fuera nada. No, más bien, como si yo no valiera nada. Mentiría si dijera que no hiere mis sentimientos. Quiero echarme a llorar en este momento, pero otra parte de mí no para de rememorar lo ocurrido, haciéndome sonreír como una completa boba.
Después todo ese huracán de emociones se reduce a uno solo: vergüenza.
Grito lo más que puedo contra una almohada. No quiero que nadie comparta esta desgracia conmigo. No quiero que nadie sepa lo ocurrido y ya. No puedo creer cómo me he quedado congelada e incapaz de producir aunque fuera una sola palabra ante Chris.
Tal vez estoy exagerando, tal vez un beso no es la gran cosa y no tengo por qué darle tantas vueltas al asunto.
Sí, exacto. No es la gran cosa.
Pero, aunque trate de engañar a mi mente, mi corazón no se traga la mentira.
Cuando estoy esperando el autobús escolar al día siguiente, el recuerdo de lo ocurrido con Chris es lo único en lo que puedo pensar. Aún no le he comentado a nadie acerca de lo ocurrido porque no quiero que se formen malentendidos por algo sin sentido. Pero el remolino en mi mente parece estar pasándome factura, por lo que me dirijo a la única persona que está a mi lado en este momento: mi hermana menor.
—Oye, Lex, ¿crees que los besos significan algo? ¿O simplemente son una acción sin importancia?
La cara de asco de mi hermana es digna de un retrato. Tal vez no es la mejor opción para hacerle esa pregunta, pero es lo que hay. Aunque está la posibilidad de que no me haya entendido bien. Para ser sincera, ni siquiera yo me entendí. Su esponjoso cabello rizado parece alzarse más. Solamente es dos años menor que yo, pero juraría que es unos centímetros más alta.
—¿Qué bicho te picó, Andrea? —La extrañeza e incomodidad se mezclan en su voz—. Nunca te había escuchado hablar de esas cosas.
Me limito a encogerme de hombros.
—Sólamente era algo que me daba curiosidad.
Ella hace una mueca con el labio. Después, con el mismo tono que siempre ha usado para dirigirse a su única hermana, dice :
—No sé, no me importa.
Y ahí murió nuestra conversación. Unos bellos momentos con mi hermanita que recordaré por la eternidad, gracias.
Me resigno a quedarme callada en mi lugar, después buscaré la respuesta con mis amigas.
El bus se detiene frente a nosotras. Lex es la primera en subir y buscar un lugar en los asientos del final. Ahí veo cómo se encuentra con sus amigos, los gemelos Olsen, olvidándose por completo de que tiene una hermana.
Decido guardar el asunto del beso para más tarde. Al llegar al instituto, el murmullo de los estudiantes parece hacerse cada vez más alto con cada paso que doy. Conforme avanzo me doy cuenta que algunos tienen los ojos puestos sobre mí y junto con ese descubrimiento me doy cuenta de lo inevitable: yo soy el centro de conversación.
Es muy temprano todavía, sin embargo, en los pasillos se ha formado todo un revuelo. ¿El tema de conversación? Christopher Williams y Andrea Holland.
Cuando llego a mi clase siento que todas las miradas (sin exagerar) están puestas sobre mí. Entro en pánico.
No entiendo qué está sucediendo, pero cuando veo a Eli y Cherry prácticamente correr hacia mi lugar, mi expresión de desconcierto se vuelve mucho más notoria. Las dos me rodearon, formando un pequeño círculo para que nadie más pueda escuchar nuestra conversación. —Andrea, Andrea, tienes que contarme todo, ¿cómo fue que sucedió? —pregunta Eli, apartando con su mano algunos mechones de cabello castaño que se han salido de sus trenzas.
Mira primero a Eli y luego mi mirada se desvía hacia Cherry, como si estuviera haciendo una pregunta a su pregunta. Porque lo cierto es que yo también necesito de alguien que me explique qué está pasando.
—Cuando dijimos que era tu oportunidad con Christopher, no pensé que te lo tomarías tan literal —dice esta vez Cherry, cruzándose de brazos.
Antes de que la situación se salga más de control, decido ser la siguiente en hablar.
—Esperen, esperen, ¿de qué están hablando?
Ambas se miran por un segundo, como si lo que yo dijera no tuviera sentido. Bueno, yo tampoco le encuentro sentido a lo que ellas están diciendo. Eli es la siguiente en hablar.