Dean es un chico tímido y reservado, pero me da la impresión de que es muy amable y respetuoso. Y, sobre todo, atento. No solo con su trabajo, sino también con las personas con las que interactúa. Lo noto porque cuando hablas con él, es como si en ese preciso momento solo existieras tú. Toda su atención está puesta en ti, con esos ojos claros fijos en los tuyos.
El día resulta más tranquilo de lo que esperaba y los nervios por trabajar con alguien nuevo se disipan por completo. A pesar de mi primera impresión, Dean interactúa con los clientes con naturalidad y la pequeña "clase" que le dio mi tía le ha servido bastante.
Nuestro primer día como equipo improvisado llega a su fin. Después de acomodar todo, estamos afuera de El Edén para cerrar el local por hoy. Aunque Dean y yo solo somos compañeros de trabajo y no tenemos ninguna obligación de ser amigos, realmente quiero que nos llevemos bien. Pasar el día juntos me hace sentir la necesidad de decirle algo, tal vez una frase motivadora. No es que ser líder vaya conmigo, pero estoy a cargo y, durante nuestra convivencia, descubro que soy un año mayor que él.
Cierro la puerta con llave y, al girarme, lo encuentro mirándome mientras juega con las mangas de su suéter. Aparta la vista en cuanto nuestras miradas se cruzan. Parece que quiere decir algo, pero no lo hace, así que me adelanto.
—Hoy nos fue muy bien, ¿no crees? —comento.
Dean asiente con una sonrisa tímida, sincera.
—Hoy fuiste de mucha ayuda, Dean. Espero que nos sigamos llevando bien.
—Sí, i-igualmente —responde, su mirada perdida en un punto ciego.
Sonrío ante su nerviosismo. No entiendo por qué se muestra tan tímido, después de todo, solo estoy yo. Aunque lo atribuyo a que apenas nos conocemos. Tengo la esperanza de que, con el tiempo, nos hagamos más amigos.
Me despido y él responde con un gesto de la mano antes de desaparecer de mi vista. Estoy a punto de marcharme cuando, por costumbre, me devuelvo para asegurarme de haber cerrado bien. Prefiero ser precavida a cometer un descuido. Después de todo, es la primera vez que cierro el lugar sin ayuda de la tía Lou.
Suelto un suspiro al comprobar que todo está en orden, pero el aliento se me atora cuando, al darme la vuelta, me encuentro con alguien completamente inesperado.
Christopher está justo frente a mí, concentrado en su teléfono, como si discutiera algo importante. Gracias al cielo no ve mi cara cuando lo reconozco, porque me cuesta mantener la compostura y no delatar mi nerviosismo.
De repente, alza la vista.
—¡Andrea! Ah, ¿ya cerraron? —pregunta.
—Sí, hace unos minutos.
Chris hace una mueca y suspira con desilusión. No sé qué necesita, pero su expresión me dice que es algo urgente.
—¿Venías a comprar algo?
—Mi madre quería que le consiguiera un ramo de flores para una amiga. Pero… creo que llegué tarde —ríe.
Me quedo en mi sitio sin saber qué decir. Su familia tiene dinero; sus padres son dueños de un prestigioso bufete de abogados. Por un momento, me pregunto si con “amiga” se refiere a una socia de negocios. ¿Será algo tan urgente? Quizá podría abrir un momento para ayudarlo. No creo que a la tía Lou le moleste.
Pero antes de que pueda decir algo, Chris se encoge de hombros.
—Bueno, le diré a mamá que pase el lunes. Nos vemos, adiós.
Su repentina despedida me toma por sorpresa. Tardo unos segundos en procesar que ya se está alejando hacia su auto. Abro la boca para responder, pero en ese instante, una voz conocida a mi derecha me interrumpe.
—¡Ah, Andrea! ¡Christopher! —exclama Elizabeth con su inconfundible voz alegre—. ¡Qué coincidencia verlos aquí! ¿Andan en una cita?
La castaña camina de la mano con su novio, Noah, quien nos saluda con energía. Eli lleva un vestido blanco hasta las rodillas, acompañado de un pequeño abrigo rosa. Su cabello, atado en una media coleta, luce adorable con un lazo del mismo color. Se ve preciosa. Y Noah… él va vestido como Noah. Pero todo en ellos grita que sí, están en una cita.
No me doy cuenta de en qué momento Chris se acerca, pero cuando lo noto, ya tiene un brazo sobre mi hombro, atrayéndome hacia él.
—Sí, qué coincidencia —dice con calma.
El rostro de Eli se ilumina y sus ojos destellan emoción. Esa expresión solo significa una cosa, y puedo adivinar exactamente lo que está a punto de decir.
—¿Quieren venir con nosotros? Vamos a un café.
Bingo. Lo sabía.
—Ah, bebé… —A su lado, Noah hace un puchero, volviéndose hacia su novia—. Pensé que íbamos a estar solos.
Eli lo mira con ojos de cachorrito, imitando su puchero antes de revolverle aún más el cabello ya despeinado.
—Vamos, amor, será divertido.
—Bueno…
A mi lado, Chris observa la escena con sorpresa, seguramente sin esperar encontrarse con compañeros del instituto y mucho menos ser invitados a su cita. Yo tampoco lo esperaba. Y mi vestimenta no encaja en absoluto con el ambiente de una cita, mucho menos en comparación con el lindo atuendo de Eli. Mis jeans de trabajo y mi simple camisa de botones blanca no habrían sido mi primera opción para salir con Chris, claro. Nunca había salido con él, salvo las veces que nos veíamos en el instituto. Pero a veces me imaginaba cómo sería una cita con él, los sitios a los que iríamos, sobre qué conversaríamos…
Y justo en ese momento recuerdo algo: quiero salir con Chris. Quiero conocerlo mejor y que él me conozca a mí.
—Ah, no sé si Andrea quiera… —dice él, con cierta duda en la voz.
La oportunidad está justo frente a mí, así que decido arriesgarme.
—Vamos, Chris, será divertido —lo animo.
No parece muy convencido, pero al final acepta. Después de todo, es parte de nuestro plan para hacer que nuestra relación falsa parezca más creíble. Así que los cuatro nos subimos al auto de Chris y nos dirigimos al lugar que Eli tanto quería visitar.
El café resulta ser un restaurante rústico con un interior espacioso y acogedor. Las paredes de madera barnizada le dan un aire cálido, excepto por una al fondo que es básicamente una pizarra gigante con nombres escritos, seguramente de clientes. Las mesas y sillas de madera oscura combinan con cojines color beige, y en el centro de cada mesa hay un pequeño cactus. Todo tiene un estilo muy aesthetic, justo como le gusta a Elizabeth.