Cerca de ti

Capítulo 12

Es un martes por la mañana y tenemos una lección libre por la mañana, así que matamos el tiempo caminando por los pasillos en círculos. Aunque mi intención inicial era aprovechar el momento para estudiar y ponerme al día con alguna de mis tareas, lo que obtuve como respuesta fue una negativa absoluta por parte de las chicas. Al menos así puedo refrescarme la mente un rato y tratar de calmar un poco el dolor de cabeza. Anoche no pude dormir del todo bien y, por si fuera poco, terminé por levantarme un poco más tarde de lo normal. Me la pasé pensando en Chris y en cómo no se volvió a comunicar conmigo desde el viernes cuando casi termina lo nuestro. Ayer y hoy no nos fue a recoger a casa porque dijo que estaba ocupado con cosas del equipo de fútbol, por ende, no lo he visto en dos días. Incluso me empiezo a preguntar si es que no me quiere ver…

La noticia de que el chico más popular del instituto y yo estamos saliendo ha dejado de tener relevancia. Antes sentía la mirada de los estudiantes, especialmente la población femenina, sobre mí cada vez que caminaba por los pasillos hacia el salón de clases. Pero nadie me presta atención, lo que en parte es un alivio. Sin embargo, su interés se despierta cuando estoy junto a Chris y sólo le prestan su atención a él. Es entendible, Christopher Williams tiene ese efecto en las personas.

Incluso Danielle, la otra chica del Consejo, quien parecía dedicarme miradas de odio cada vez que me veía con Chris, ahora sólo me ignora.

La única que parece interesada en informarse acerca de nuestras “relación” es Elizabeth, quien ya me ha pedido que tengamos otra cita doble como la de aquella vez. Y, hablando de ella, después de haberle dado unas dos vueltas completas al instituto, veo con ofensa cómo desaparece de nuestra vista para ir con su novio a quién sabe dónde.

Cherry y yo nos quedamos solas. Y como aún falta tiempo para entrar a clases, la rubia decide pasar por el comedor para comprarse un batido de fresa. Yo me quedo esperándola en el pasillo, cuando al fin vuelve le está dando sorbitos a su batido y también trae consigo un vaso de café. Sé que ella odia el sabor amargo de esta bebida, en realidad es más de cosas dulces, por lo que me sorprende que haya decidido comprarlo. Sin embargo, una enorme sonrisa se me dibuja en el rostro cuando me extiende la bebida para que yo la agarre.

—Hoy no tomaste café, ¿verdad?

La miro sorprendida.

—¿Cómo lo supiste?

—Has estado bostezando toda la mañana.

Dejo escapar una risilla, ni siquiera me había dado cuenta de eso. Acerco la bebida hacia mí y aspiro el agradable aroma del café caliente.

—Gracias—digo en medio de una sonrisa y ella me responde enseñándome los dientes.

A pesar de la apariencia de chica mala que Cherry puede transmitir, bajo esa chaqueta de cuero sintético negro, se esconde un corazón bondadoso. En ocasiones Cherry Jacobsen suele ser un poco brusca, pero en el fondo es bastante cariñosa y se preocupa mucho por nosotras. También sé que es una llorona, es muy sentimental para el aspecto rudo que transmite.

La rubia no es una persona precisamente sociable, pero siempre la ves saludando por los pasillos a sus amigos de la infancia. Creció en una casa llena de hombres, sin embargo, en lugar de ser tratada como la princesa de la casa, tuvo que adaptarse a la salvaje forma de ser de sus hermanos mayores. Siempre iba detrás de ellos cuando jugaban a los superhéroes o con sus carritos de juguete, a pesar de que siempre la dejaran atrás. Aunque para ella, eso era lo que más la hacía feliz.

Caminamos por el pasillo en busca de un lugar libre donde tomar nuestras bebidas tranquilamente, cuando de repente una chica pequeña y delgada de primer año aparece de la nada y, sin querer, choca contra Cherry. Se escucha un sonido fuerte a la vez que la rubia pronuncia un “auch” con notable molestia. La otra chica palidece en su lugar.

—¡Hey!—exclama Cherry, haciéndose escuchar en alto—. Ten más cuidado.

—S-sí, lo… lo tendré—tartamudea la chica.

Trato de acercarme a ambas porque parece que la situación se está saliendo de control. Pero, antes de que pueda decir algo, la rubia habla con voz fuerte.

—Estás en el equipo de básquet, ¿no?—pregunta.

La otra chica la mira con timidez y asiente rápidamente. Su reacción deja ver que el tono de voz que ha empleado mi amiga la ha asustado. Pero, cuando parece que se va a desatar una guerra justo en medio del pasillo, la rubia relaja los hombros y dice:

—Necesitas cuidarte más. Eres una atleta, no puedes lesionarte.

La pobre chica la mira atónita sin saber qué decir y yo me río internamente. Después de unos segundos, se limita a asentir.

—Claro, lo tendré en cuenta. Gracias.

—Bueno, adiós.

Cherry le pone fin a la interacción y sigue caminando como lo estábamos haciendo un minuto antes. Me despido con un movimiento de manos, mientras sigo a la rubia, quien ya ha encontrado una banca vacía y se dirige hacia allá para que nadie más la robe.

—La asustaste—Le susurro a Cherry a penas nos sentamos.

—¡¿Ah?! ¿Por qué?—exclama exaltada, pero notablemente confundida.

—Es que tus palabras expresan una cosa, pero el tono de tu voz y tu rostro dicen otras. A veces es confuso.

Al menos para las demás personas, yo ya me acostumbré a la forma de ser de la rubia y la mayoría de las veces soy capaz de descifrarla. Ella me mira con una ceja enarcada y deja escapar un suspiro.

—Ya, ya, está bien.

Nos quedamos sentadas hablando acerca de temas triviales como series y películas, también sobre las clases. Escucho cómo Cherry se queja sin filtro sobre el profesor de Química y su “inexistente vocación hacia la enseñanza”. Me veo obligada a decirle que baje un poco el tono en caso de que algún profesor nos esté escuchando. Lo que pone en alerta a la rubia, quien mira con poco disimulo hacia atrás y, cuando comprueba que no hay ningún docente, prosigue con su explicación del por qué los profesores parecen odiar sus vidas.




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