Los pasillos del instituto están llenos de ruido y movimiento durante el receso. Libros en manos, mochilas desbordando papeles y conversaciones cruzadas. Elizabeth, Cherry y yo caminamos juntas, sorteando grupos de estudiantes que parecen no notar que bloquean el paso.
—No sé cómo haces para saber todo de todas las materias —dice Cherry de repente, empujándome suavemente con el hombro mientras equilibra un libro de fórmulas en la mano.
Acabamos de venir de una larga clase de matemáticas, en la podía ver a todos mis compañeros prácticamente cayéndose de sueño con la explicación del profesor. Justo cuando estábamos por comenzar a resolver los ejercicios, vi a muchos de ellos sobre mi mesa, esperando que les volviera a explicar todo de nuevo. Las primeras en llegar fueron mis amigas, las cuales hasta corrieron unas sillas para sentarse a mi lado.
—Andrea es buena en todo — Añade Eli, mientras rebusca algo en su bolso y me mira achicando los ojos—A veces te envidio tanto —dice, suspirando dramáticamente, como si fuera una gran tragedia.
Sacudo la cabeza, medio sonriendo.
—No sé todo, es que solo soy buena memorizando las cosas —confieso, haciendo un gesto con la mano, como restándole importancia— Y no soy tan buena en literatura, o artes… o deportes.
La castaña me mira de reojo con una ceja alzada.
—Ya, ¿estás presumiendo o qué?— ríe Elizabeth.
—Cómo sea, a la única que le entiendo las explicaciones es a Andrea —Cherry me dedica una mirada de aprobación que me hace sentir incómoda y halagada a la vez.
Un silbido familiar interrumpe la conversación, ligero pero lo suficientemente llamativo como para captar nuestra atención. Antes de que pueda darme cuenta, una figura alta y relajada aparece a pocos pasos de nosotras, caminando como si el pasillo fuera una pasarela hecha especialmente para él. Nathaniel. Con su chaqueta desabrochada y ese aire despreocupado que siempre lleva como un accesorio más, se acerca con una sonrisa medio torcida, que es tanto un saludo como una provocación.
Cherry rueda los ojos a la vez que deja escapar un bufido.
—Ay, qué fastidioso —susurra por lo bajo, luego se cruza de brazos con fingida exasperación— ¿Qué quieres?
La sonrisa de Nataniel se desvanece al instante, siendo reemplazada por una mirada de ofensa.
—Yo solo venía a dejarte esto, pero con esa actitud tan simpática que tienes no te voy a dar nada —dice él con un tono de cansancio, a la vez que alza una pequeña lonchera frente a la rubia.
Cherry parece reconocerla inmediatamente, ya que abre los ojos y trata de quitarsela a Nataniel de las manos. Pero la diferencia de altura es tanta que hace que cambie de táctica y comience a darle puñetazos en los brazos. El pelinegro hace una mueca de dolor, mientras trata de detener los golpes de la chica.
—Ya, ya, salvaje. Me lo dio tu mamá cuando venía, lo dejaste olvidado en tu casa—dice él, entregándosela finalmente—. ¿Qué harías sin mí?
Cherry hace una mueca con el labio y levanta el puño, haciendo un moviendo como si fuera a golpearlo en la cara. Nataniel se encoge en su lugar, mientras que con sus manos trata de hacer un escudo para bloquear un golpe que nunca llega.
—Si no fuera porque nuestras mamás son amigas, ya no estarías respirando.
—Sí, sí, claro —responde Nataniel, restándole importancia a la afirmación de la chica—. Por cierto, Cherry, ¿ya terminaste el proyecto de biología o vas a copiarlo otra vez?
Cherry suelta un bufido.
—Tú también lo copiaste, hipócrita.
—Pero al menos yo sí sé copiar —Nathaniel se ríe, y Elizabeth no tarda en unirse, mientras yo sacudo la cabeza, intentando no sonreír.
Elizabeth mira a los dos chicos con una mirada divertida, parece estar disfrutando de la discusión de ambos. Pero yo frunzo el ceño.
—¿Fue el proyecto que te presté? ¿Se lo diste a Nat? —Mi repentina pregunta los deja en un silencio sepulcral.
Caminamos por los pasillos, mientras espero una respuesta que no llega y nos encontramos con un montón de carteles sobre admisiones a universidades pegados en una pizarra. Mis ojos se mueven por sus letras grandes en blanco y dorado. A mi lado, escucho cómo Nat deja escapar un suspiro.
—No creen que es increíble que en unos meses nos estaremos graduando —comenta, con un repentino tono nostálgico—. Ya no veremos a las personas que hemos conocido por años, la mayoría pierde el contacto después de graduarse.
Cherry deja escapar una risilla.
—Al menos ya no tendré que ver tu cara todos los días—responde, echando atrás su cabello rubio para acomodarse su gorrito, lo que provoca que el chico haga una mueca con los labios.
Una vez nos graduemos, ya no veré a mis amigas cada mañana, tampoco nos sentaremos juntas en el salón o buscaremos los mejores lugares para almorzar. Y, sin embargo, no me cabe la duda de que siempre estarán ahí para mí, nos conocemos desde hace tanto que no veo capaz que en algún punto dejemos de comunicarnos. Amistades así no se rompen tan fácilmente. Aún así, es un poco triste.
Por otro lado, ¿qué pasará con Christopher y yo una vez nos graduemos? Algo me dice que nuestra relación falsa se perderá por completo, dejaremos de hablar… aunque tampoco es que conversemos mucho ahora. Nunca sé lo que está pensando y, sobre todo, no sé qué siente por mí. Incluso hemos dejado de venir juntos al instituto, con la visita a mi casa pensé que todo cambiaría, pero tal parece que no es así. Sé que está ocupado con cosas de estudio, el equipo de fútbol, cosas del consejo estudiantil, pero… Debo valer menos que una hormiga para que ni siquiera me mande un mensaje.
—Yo voy a extrañar ver a mi amorcito todos los días —dice de pronto Eli, fingiendo melancolía antes de fruncir el labio en una mueca de desagrado—. Aunque no voy a extrañar tener que estudiar... Lo que sí odio es tener que trabajar. Mi vida de mantenida se acaba.
—¿No piensas ir a la universidad? —pregunta Nathaniel, y yo me vuelvo hacia Elizabeth, interesada.