Cerca de ti

Capítulo 18

Dormir se ha convertido en un reto constante. Es como caminar por un laberinto interminable, buscando una salida que siempre me lleva de vuelta al mismo lugar: un vacío silencioso. Justo cuando parece que estoy a punto de quedarme dormida, la alarma resuena por toda la habitación, rompiendo la calma y recordándome que el día ya ha comenzado, aunque yo aún no esté lista para enfrentarlo.

Camino hacia el espejo, y al otro lado me observa una chica de piel morena y cabello negro enredado, como si la noche hubiera dejado su huella en cada hebra. Su rostro luce apagado, y bajo sus ojos se extienden dos profundas sombras oscuras que parecen gritar cansancio al mundo. No puedo evitar fruncir el ceño. Esto no está bien.

Una idea cruza por mi mente casi sin aviso. Hoy, por alguna razón extraña, siento el impulso de hacer algo diferente. Decido maquillarme, algo inusual para mí. Enciendo la lámpara del tocador y saco un pequeño estuche de maquillaje, prácticamente nuevo y olvidado. No estoy segura de si lo hago por mí, para arreglar el desastre que dejo el insomnio o porque, de alguna manera, quiero encajar mejor, pero eso no me detiene.

Aplico una capa ligera de base, deslizándola con cuidado hasta igualar mi tono de piel.

¿Qué dirá Chris cuando me vea con maquillaje?

Añado un toque de rubor, dando vida a mis mejillas.

¿Me notará?

Selecciono una sombra tenue en los párpados y un poco de rímel en las pestañas.

¿Me pareceré más a su tipo?

Me detengo frente al espejo para observar el resultado. No es un cambio drástico, pero hay algo diferente. Me veo más despierta, más... arreglada. Aún así, no puedo parar de pensar que tal vez estoy tratando de imitar a alguien más.

En el desayuno, mamá y Lex no paran de enviarme miradas curiosas, mientras yo finjo que estoy tan concentrada en mi desayuno como para darme cuenta. Agradezco que papá saliera antes de casa para dar clases.

En el instituto, camino por los pasillos con algo de nerviosismo. Nadie parece prestarme atención, hasta que me encuentro con mis amigas. Las saludo con una sonrisa, para luego escuchar cómo Elizabeth murmura algo a Cherry antes de que ambas me miren con curiosidad.

—¿Te maquillaste? —pregunta la rubia sin rodeos, su tono más sorprendido que crítico.

Asiento, sintiendo un leve calor subiéndome a las mejillas.

—Solo quería intentar algo diferente —respondo, encogiéndose de hombros, como restándole importancia.

—Te queda bien —me dice la castaña sonriendo y Cherry asiente.

A primera hora, Eli y yo tenemos reunión del Consejo Estudiantil, lo que significa separarnos de Cherry para dirigirnos al salón que la dirección nos designó. A medida que caminamos por el pasillo, siento cómo mi corazón comienza a latir con fuerza, un ritmo desbocado que amenaza con hacerse audible. No puedo evitarlo; saber que voy a ver a Chris después de lo que parecen siglos me tiene con los nervios a flor de piel.

Cuando llegamos, el resto de los integrantes ya está en sus puestos, y por supuesto, ahí está él, el presidente. Chris. En cuanto pongo un pie en el salón, su presencia parece llenar cada rincón. Al levantar la mirada y cruzar los ojos con los míos, siento como si todo mi cuerpo se congelara, solo para derretirse al instante cuando me dedica una sonrisa breve pero cálida, a modo de saludo. Es una simple curvatura de sus labios, pero en mí causa un efecto devastador; mi corazón se detiene un segundo y luego vuelve a latir con una fuerza que me hace temblar. Apenas logro llegar a mi asiento sin tropezar conmigo misma.

La reunión, como era de esperarse, gira en torno a los preparativos para la actividad de San Valentín. El tema de las rosas que venderemos ocupa gran parte del tiempo, así que, como encargada de la logística, doy un informe detallado de los avances. Finalmente, se decide que yo me encargaré de traerlas el día señalado, mientras que Danielle, la tesorera, manejará el dinero. También distribuimos otros roles y tratamos temas secundarios, como los planes para la graduación. Todo transcurre de manera organizada, pero mi mente está lejos, atrapada entre los instantes en los que siento la mirada de Chris posarse en mí y el eco de su sonrisa.

Cuando la reunión finalmente se da por terminada, suspiro con alivio, pero también con un deje de nostalgia. Es extraño, pero incluso en un espacio lleno de personas, no puedo evitar sentir que cada vez que lo veo, el mundo se detiene, y yo quedo varada en ese momento, sin saber si quiero avanzar o quedarme ahí para siempre

Mientras termino de recoger mis cosas, noto que Elizabeth me lanza una mirada significativa. De inmediato sé a qué se refiere. Respiro hondo y me giro hacia Chris, que aún está revisando unos papeles junto a su silla. Con pasos un poco inseguros, me acerco, intentando formular una excusa razonable en mi mente y haciendo lo posible para que mi voz no delate la pequeña tormenta que llevo dentro.

—Chris, sobre lo de las rosas… —Comienzo, mi tono de voz sale mucho más bajo de lo esperado—. ¿Crees que deberíamos ajustar el precio? Algunos alumnos mencionaron que podrían ser muy caras.

Él alza la vista un momento, como si se hubiera olvidado de mi presencia y recién me notara de nuevo. Su expresión es neutral, casi distante.

—No creo que haga falta. Lo dejamos como está —responde sin mucho interés, antes de volver a lo que sea que estaba leyendo.

Siento mi oportunidad desvanecerse, pero intento no dejar que eso me afecte.

—Está bien. Solo quería asegurarme —digo, retrocediendo un paso.

Chris asiente casi distraídamente, echando un vistazo a su reloj

—Por cierto, tengo que ir a una reunión rápida con el equipo de fútbol. Si necesitas algo más, háblalo con Danielle, ¿sí? —agrega, ya recogiendo sus cosas con la misma eficiencia con la que me descarta.

—Claro —murmuro, aunque él ya no está escuchando.

En unos segundos, sale del salón, dejando tras de sí solo una leve ráfaga de aire frío y un inexplicable peso en mi pecho. Cuando me doy vuelta, Elizabeth ya no está. Supongo que se habrá ido en silencio mientras yo hablaba con Chris, tal vez para dejarme "espacio". Pero lo único que logró fue abandonarme a mi suerte, porque ahora solo quedamos Danielle y yo.




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