Cerca de ti

Capítulo 19

La semana transcurre rápidamente, y antes de darme cuenta, ya es sábado. Me encuentro en la floristería, ayudando como de costumbre. El día se desliza entre el suave aroma de las flores, mientras mis ojos se pierden en el mar de rosas que inunda el lugar.

Me gustan las rosas, son hermosas y tienen un perfume exquisito. Sin embargo, sus espinas me obligan a tratarlas con cuidado. Una vez leí una historia de Oscar Wilde en clase de Literatura. No soy mucho de leer ficción, pero este cuento me llamó la atención. Trata sobre un ruiseñor que da su vida para teñir una rosa con su sangre, él se entrega profundamente por amor. Sin embargo, el estudiante que recibe la rosa no aprecia el sacrificio del ruiseñor, y esta, que al principio era un símbolo de entrega absoluta, se convierte en uno de amor no correspondido e indiferencia. La cual duele más que el mismo odio.

Tal vez las rosas no solo simbolizan el amor, a veces pueden significar el desprecio ante un sentimiento muy fuerte.

El ambiente en la floristería está tranquilo, apenas interrumpido por el suave jazz que se filtra a través de los altavoces de la computadora. Dean está inclinado sobre una mesa, concentrado en escribir un pequeño letrero para el mostrador. Yo aprovecho el tiempo para regar las plantas del interior, mientras tía Lou, que ha decidido saltarse sus clases del sábado, saca fotos artísticas de los ramos, entregándose a su lado creativo.

Cuando termino de regar, me acerco a la mesa y observo de reojo el dibujo en el que Dean trabaja. Hace rato que quiero preguntarle algo y la curiosidad me carcome. Finalmente, no puedo evitarlo.

—Dean, ¿recuerdas la vez que nos encontramos en aquella tienda?

Él detiene lo que está haciendo, sus ojos se abren ligeramente como si los recuerdos lo golpearan, y asiente.

—Ese día mencionaste que ibas a pintar unos tulipanes. —Su cabeza se mueve afirmativamente otra vez—. ¿Ya terminaste la pintura?

Otra vez asiente, pero no dice nada.

—¿Puedo verla? —pregunto con cautela.

Creo que va a negarse. Después de todo, ya me dejó ver su cuaderno de bocetos, y no quiero parecer insistente. Pero, para mi sorpresa, saca su teléfono,para luego mostrarme una fotografía. Es una pintura colocada sobre un caballete, el fondo es entre blanco y rosa, parece destellar, casi como si fuera un reflejo. Los tallos verdes se alzan desde abajo, coronados por tulipanes cuyos pétalos oscilan entre el rosa, el naranja, el lila y el blanco. Este último destaca especialmente, como si emanara una luz propia.

—Es precioso —murmuro, embelesada con los detalles y la habilidad que Dean demuestra con el pincel.

El desorden que se aprecia en la foto me llama un poco la atención, pero la luz cálida que entra por la ventana le da al lugar un toque encantador.

—Leí en algún lugar que los artistas tienen espacios favoritos para trabajar, lugares que los inspiran. ¿Este es el tuyo?

Dean ladea la cabeza, pensativo, antes de responder con un encogimiento de hombros.

—No, hay un lugar que me gusta más. A veces voy allí cuando quiero pintar… —Hace una pausa y añade con una mueca—. Aunque no sé si "artista" sea la palabra adecuada para describirme.

Niego rotundamente.

—Claro que eres un artista, Dean. —Él sonríe, y yo tomo aire antes de seguir—. De hecho, quería preguntarte algo más.

Vacilo un momento, en parte me siento un poco avergonzada de pedir esto. Pero desde que vi mi retrato accidentalmente aquel día, no he podido dejar de darle vueltas. Aún sigo asombrada, más que todo porque nunca antes alguien había hecho un dibujo de mí.

—¿Dónde conseguiste una fotografía mía para guiarte con mi retrato? Es que quedó muy bien.

Lo pregunto por pura curiosidad, ya que no soy de las que publica mucho en las redes sociales, así que conseguir una foto decente de mí puede ser una tarea complicada.

Dean se rasca la nuca, un gesto que ahora me resulta familiar.

—Ah… en realidad, lo hice de memoria —admite en voz baja.

Parpadeo sorprendida.

—Woah, tienes una muy buena memoria entonces.

El sonido de la campanita de la puerta nos interrumpe. Alguien entra al local, y me acerco al mostrador para atender. Reconozco enseguida al recién llegado: es Noah, el novio de Eli. Lleva esa expresión despreocupada que siempre lo acompaña, aunque conforme se acerca esta cambia a una que indica completamente lo contrario.

—Necesito un ramo especial, y lo necesito ahora —anuncia con tono urgente.

—Veré qué puedo hacer, pero estamos un poco escasos de flores. También puedes esperar al lunes y comprarle al Consejo. Sabes que necesitamos recaudar fondos.

—Sí, pero si compro las del Consejo, parecerá que lo hice a última hora.

Frunzo el ceño.

—¿Y?

—Eso no es romántico —responde, como si fuera obvio.

A veces pienso que el mundo necesita más románticos como Noah Rivers, aunque todo lo hagan al último momento.

—Está bien, veré qué puedo hacer.

—Siempre me salvas, Andre —dice con una sonrisa aprobatoria.

Pero luego su atención se desvía, y noto que está mirando hacia Dean. Su expresión es pícara, y algo en su mirada me pone nerviosa. Me vuelvo hacia el chico de rulos, quien se sobresalta al darse cuenta que ahora es el centro de atención.

—Holaaaaa, tanto tiempo sin vernos —dice Noah, exagerando su tono juguetón—. Pensé que ya no trabajabas aquí.

El chico se limita a responder con un tímido "hola".

—No pensé que te quedarías tanto… o, ¿acaso tienes un motivo oculto para seguir aquí? —añade Noah, arqueando una ceja con picardía.

Dean se pone rígido.

—Yo… no…

—No le hagas caso, Dean. Solo quiere molestarte —intervengo, rodando los ojos.

Noah me observa, luego a Dean, y suspira dramáticamente.

—¿Acaso no te das cuenta, Andrea?

Frunzo el ceño, confundida.

—¿Darme cuenta de qué?

Noah hace una mueca con el labio.




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