Cerca de ti

Capítulo 23

Al día siguiente, cuando Lex y yo salimos de casa para tomar el autobús, quedo completamente sorprendida de ver un auto estacionado al frente de nuestra casa.

—¿Ustedes dos siguen saliendo?—pregunta mi hermana menor, sin pelos en la lengua.

—Creo que sí…

Ella me dedica una mirada curiosa antes de que las dos comencemos a acercarnos al auto.

—Buenos días —Nos saluda Christopher, con una gran sonrisa en el rostro. Su mirada fija en mí.

—Buenos días, Topher. Tanto tiempo sin verte —dice Lex sentándose en los asientos de atrás.

—Hola, Alexia.

La mirada asesina que la manda la morena es suficiente para hacer reír al castaño. Yo me quedo en silencio en mi lugar. No sé si él se da cuenta de lo mucho que me afectan sus palabras. Todavía no he logrado asimilar muy bien la conversación que tuvimos ayer.

Al final acepté que volviéramos a fingir ser novios. Pero… ¿por qué? Creo que es muy difícil para mí decir que no si él me lo pide, aunque no entiendo la razón por la que quiere seguir con esto. Aunque una cosa es segura, después de la forma en que me rompió el corazón las cosas entre nosotros se sienten tensas. Siento que hasta la forma en la que lo veía antes ha cambiado.

Él dijo que le agradaba estar conmigo, pero también que no me quería.

Nadie dice nada durante el camino, nos limitamos a escuchar música por la radio hasta que llegamos al instituto. Lex es la primera en irse, se despide de nosotros con un simple adiós, antes de darme una mirada de reojo e irse con sus amigos.

Siento que alguien se posiciona a mi lado y, cuando me giro, Christopher ya me está agarrando de la mano.

¿Por qué se comporta como si todo siguiera igual?

—Christopher…

Él me mira por un momento, extrañado, como si acabara de decir la cosa más extraña del mundo. Aunque debo admitir que pronunciar su nombre se siente pesado.

—Lo de ayer… yo… ¿Está bien que sigamos con esto?

Hay un momento de silencio que me estremece, pero después él sonríe. Esa sonrisa perfecta que siempre me derretía por dentro.

—Claro que sí, debemos estar juntos para que pase el rumor de la foto.

Su respuesta me provoca un apretón en el pecho, pero no digo nada más.

Durante la hora de almuerzo, me dirijo con mis amigos al comedor del instituto. Adentro solo se escucha el murmullo de los estudiantes en un caos tan organizado como caótico. Al fondo diviso a Christopher con su grupo de amigos, levanta la vista al verme y me sonríe.

Eli se inclina hacia mí.

—¿Las cosas con ustedes ya están bien? —pregunta por lo bajo.

Yo asiento y los cuatro nos acomodamos en una mesa vacía al fondo. Comenzamos a hablar de la clase que acabamos de tener y Noah se comienza a quejar de que la profesora de artes no le aceptó su pintura para el proyecto porque hizo una sola raya al lienzo en blanco.

—La idea era que pintaras algo que te representara —Le digo.

—¡Es que es arte abstracto! —Se queja el pelinegro.

—Eso era demasiado abstracto, Noah —le dice Cherry frunciendo el ceño.

—Ustedes no comprenden el arte —El chico se deja caer de forma dramática en la silla mientras se cruza de brazos.

—Yo pinté el cielo —dice Eli sonriente—. Pinté todo de celeste, hice manchas blancas y voilá. Me gané un 10.

Recuerdo lo decepcionada que quedé al ver cómo mi campo de flores silvestres parecía un manchón hecho por un niño de tres años. Dean seguramente hubiera capturado la belleza de las flores de forma mucho más cautivante.

Cherry niega con la cabeza por las respuestas de la pareja. Hasta que de pronto sus ojos se detienen un punto ciego detrás de mí. Sus mejillas se tornan rojas, una faceta que nunca había visto en ella. Rápidamente comienza a recoger todas sus cosas y coloca su mochila en su hombro.

—Ya me voy, tengo que ir a… hacer algo —Anuncia y los tres la volvemos a ver completamente confundidos.

—¿Quieres que te acompañe? —inquiero, aunque todavía no he terminado de comer—. Si me esperas…

—¡No! —exclama ella, haciendo que yo me sobresalte—. No hace falta, termina de comer. ¡Las veo en clases!

Y tan rápido como dijo eso, la veo desaparecer por la puerta del comedor.

—¿Qué bicho le picó? —Noah hace una mueca con el labio. Después alza la mirada y sonríe—. Heeeeey, ¡pero si es la estrella de rock! Nat, ¿qué tal todo?

Nat se acerca a nosotros, su cabello está atado en una coleta y una expresión que nunca le había visto. Se ve demasiado decaído, no se parece en nada al Nataniel Eaton que todos conocemos. Aunque dibuja una gran sonrisa en su rostro en cuanto llega a nuestra mesa.

—Nat regalame tu autógrafo por favor —Le dice Eli sacando su cuadernito con purpurina rosa y su lapicero con un pastelito—. Cuando seas famoso diré que te apoyé desde tus inicios.

—¿Cuándo es la siguiente presentación? —inquiere Noah—. Quiero hacer una pancarta que diga “Nat, el amor de mi vida”.

El pelinegro deja escapar una risilla por las ocurrencias de los dos chicos y yo me alegro de verlo sonreír. Aunque su mirada se ve inquieta, como si estuviera buscando algo. Le doy unos toquecitos en el hombro con delicadeza y él se inclina levemente hacia mí.

—Cherry acaba de salir de la cafetería —Le susurro.

No hace falta que diga nada más. Él asiente y de inmediato empieza su recorrido hacia la salida del lugar, tal y como lo hizo la rubia hace un momento.

—¡Hey, mi autógrafo! —exclama Elizabeth, siguiendo con la mirada al chico que rápidamente se aleja de nosotros.

Cuando terminamos de almorzar, recogemos todo y nos disponemos a salir del lugar, es en ese momento que escucho una voz conocida por sobre el bullicio del lugar.

—¡Andrea! —Christopher levanta una mano al verme y sonríe de esa forma que enamora fácilmente a cualquiera—. Ven, siéntate aquí conmigo.

Está sentado en el centro de una larga mesa rodeado por chicos del equipo de fútbol y algunas porristas. Le hago una seña a Noah y Eli, ellos se despiden con la mano y siguen su camino hacia la salida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.