Cerca de ti

Capítulo 24

Me paso frente al espejo al menos dos horas para escoger la ropa para llevar a la fiesta. No quiero desencajar en el ambiente, pero tampoco quiero parecer como que me estoy esforzando demasiado. Trato de imitar los atuendos de las porristas, pero me doy cuenta de que no tengo nada parecido. La mayoría de mi ropa son pantalones, faldas largas, camisas de botones y suéteres. Al final, termino por ponerme una enagua de mezclilla larga y una blusa blanca de mangas largas. El cabello lo recojo en una coleta alta, también decido maquillarme un poco. Doy un paso atrás para ver el resultado en el espejo y sonrío al comprobar que me veo decente.

Ay, no quiero ir.

Christopher se estaciona al frente de casa a la hora acordada. Me despido de mis padres, quienes sorpresivamente me han dejado salir a una fiesta un martes. Aunque mamá no se veía muy convencida del todo al principio, hasta que le conté que iría con Christopher y encantada accedió, hasta me preguntó cuándo volvería a cenar con nosotros.

—Hola—saludo en cuanto subo al auto.

El castaño está ocupado escribiendo algo en su teléfono. Levanta rápidamente la mirada hacia mí, luego vuelve su atención a la pantalla.

—Hola. Dame un momento, Sam me está preguntando algo—dice él.

Aprovecho el momento para juguetear con mis manos. Hago un repaso mental por todas las tareas que hay pendientes, ya he adelantado la mayoría de cosas por hacer, aunque todavía no he terminado del todo un proyecto para la próxima semana. Es largo, así que quería tomarme el tiempo para hacerlo. Si me pongo a trabajar en ello cuando llegue de la fiesta tal vez pueda avanzar algo…

—Eh…—Comienzo a hablar, dudosa —. Christopher, ¿a qué hora volvemos?

El chico deja escapar una risotada.

—Ni siquiera hemos llegado y ya estás pensando en irte. Vamos, Andrea, diviértete al menos un poco.

Me encojo en mi lugar.

—Es que mamá no quiere que llegue muy tarde.

No sé ni por qué estoy mintiendo.

—Bueno, nos devolveremos temprano. No quiero que te sientas abrumada por esto.

Él me regala una de sus típicas sonrisas, lo que logra hacer que recapacite un poco lo que estaba pensando.

Seguramente soy demasiado aguafiestas.

Durante el camino pasamos escuchando canciones al azar que se reproducen en la radio. A mí el paisaje me parece tan interesante que no despego mi mirada de la ventana. El lugar al que llegamos resulta ser mucho más grande de lo que imaginaba. Hay mucho ruido, los altavoces retumban con música que nunca había escuchado. El aire está cargado del aroma de bebidas azucaradas mezcladas con otras sustancias y un leve olor a humo.

—Voy a saludar a alguien, espera aquí —me dice Chris con una sonrisa distraída antes de perderse entre la multitud.

Me quedo sola, sentada en un sillón de cuero que parece más decorativo que cómodo. A mi alrededor, las personas están absortas en sus propios mundos, hablando, riendo y tomando fotos para sus redes sociales. Nadie me mira, pero aun así me siento fuera de lugar. Chris no regresa y, después de lo que parecen horas, decido levantarme. No quiero parecer una estatua en medio de la sala.

Empiezo a caminar por la casa, fingiendo estar ocupada. Esquivo a un par de chicos que tropiezan entre risas y vasos a medio vaciar, y termino subiendo las escaleras. El segundo piso está mucho más tranquilo. El ruido de la fiesta se apaga, convirtiéndose en un murmullo lejano. Una puerta entreabierta llama mi atención. Me detengo, ladeo la cabeza y me asomo con cuidado.

Para mi sorpresa, hay alguien adentro. Un chico, de rizos castaños y hombros ligeramente encorvados, está de pie frente a un caballete. Pinta con una concentración tan profunda que parece haberse olvidado del mundo exterior. Sus manos, manchadas de pintura, se mueven con precisión, como si cada trazo estuviera predestinado a encajar perfectamente en el lienzo.

—¡¿Dean?! —exclamo sin poder evitarlo.

Dean pega un pequeño salto, su pincel deja una marca inesperada en el lienzo. Se gira hacia mí con los ojos bien abiertos y las mejillas encendidas.

—¡A-Andrea! ¿Q-qué haces aquí?

—Me invitaron a la fiesta. ¿Qué haces tú aquí?

—Bueno… es que vivo aquí.

Eso me toma por sorpresa. ¿Cómo es posible que viva aquí?

—Mi hermano Oliver vino de visita, así que hizo una fiesta —explica el castaño.

El asombro en mi rostro es evidente. No me esperaba esto.

Las luces suaves del estudio proyectan sombras delicadas sobre su rostro, apenas si puedo apreciar sus pecas.

—Disculpa, Dean, no quería molestarte. Realmente no lo sabía —murmuro desde el umbral.

Dean levanta la mirada rápidamente, sus ojos reflejan sorpresa y un atisbo de nerviosismo.

—No… no pasa nada —responde con voz baja, dejando el pincel a un lado—. ¿Estabas… buscando algo?

—No, en realidad… solo estaba explorando un poco. Me sentía algo fuera de lugar allá abajo.

Dean asiente lentamente, desviando su mirada hacia su pintura.

—A veces… a veces es demasiado. Las fiestas, digo —admite, con una voz que suena como si ya estuviera acostumbrado a ese tipo de caos—. Aquí arriba es más tranquilo.

Doy un paso dentro de la habitación y cierro la puerta suavemente detrás de mí.

De repente, noto su mirada fija en mí. Intensa, como si estuviera intentando descifrar algo.

—¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara? —pregunto, llevándome instintivamente una mano al rostro.

—No, es solo que… te ves diferente.

—Ah, hoy creo que me arreglé un poco más. ¿Se nota mucho?

—No, te ves bien. Siempre lo haces.

Sus palabras son suaves, pero cargadas de sinceridad. Mi corazón da un pequeño brinco en mi pecho.

—¿Puedo quedarme un rato?

—Claro —dice casi en un susurro—. Pero solo si me cuentas algo interesante.

Lo miro con sorpresa y suelto una pequeña risa nerviosa.

—No tengo nada interesante que contar —confieso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.