Cerca de ti

Capítulo 28

—¿Qué? —pregunto sin entender muy bien a qué se refiere.

Frente a mí, Dean me mira con los ojos vidriosos. Su mandíbula se tensa, como si estuviera debatiéndose entre hablar o callar.

—Yo creí que podría soportarlo, pero no puedo —Su voz suena quebrada, casi como si las palabras le dolieran en la garganta—. Me gustas, Andrea, y por eso quiero que me rechaces.

Me toma un momento procesar lo que acaba de decir.

¿Acaso esto es… una confesión?

Parpadeo, confundida, esperando que haya sido un malentendido, que de alguna manera haya escuchado mal. Pero la forma en que sus ojos se clavan en los míos, llenos de una mezcla de resignación y tristeza, me deja claro que no es así.

—Dean, no te estoy entendiendo —digo en un intento por encontrarle sentido a sus palabras.

Él baja la mirada y aprieta los labios. Su mano se cierra en un puño a su lado, como si estuviera conteniendo algo.

—No quiero seguir sintiéndome así —murmura con una amargura que me deja helada—. No quiero mirarte y desear algo que no va a pasar.

Mi corazón da un vuelco. Hay un momento de silencio en el que ninguno de los dos dice nada. Solo el ruido lejano del parque de diversiones llena el espacio entre nosotros. El bullicio de la gente, las risas, los gritos de emoción de los juegos mecánicos… Todo sigue como si nada mientras mi mundo parece tambalearse.

Trato de organizar mis pensamientos.

Mi mente sigue revuelta, y aunque las palabras aún no tienen sentido del todo, algo dentro de mí me dice que hay más detrás de esto. Recuerdo haberlo visto con Christopher hace un rato.

Frunzo el ceño.

—¿Acaso Christopher te dijo algo? ¿Por eso dices esto?

Dean levanta la mirada rápidamente, sorprendido.

—¿Qué? No… —responde de inmediato, pero su voz tiembla levemente—. Esto no tiene nada que ver con él.

—¿De verdad? —insisto—. Porque los vi juntos antes, y ahora me dices esto…

Dean aprieta los labios, claramente incómodo. Evita mi mirada por un instante, pero luego me enfrenta con una seriedad que rara vez veo en él.

—No importa lo que él pueda decir. No cambia el hecho de que me gustas… y que eso no debería pasar.

—¿Por qué no? —pregunto antes de poder detenerme.

Él me mira como si acabara de hacer la pregunta más absurda del mundo.

—Porque tú estás enamorada de él.

Me quedo en silencio.

Claro.

Christopher.

Mi novio.

La razón por la que Dean está actuando así, la razón por la que me está pidiendo que lo rechace.

Siento una extraña punzada en el pecho.

—Dean…

—Solo necesito que lo digas, Andrea —me interrumpe. Su voz es baja, pero firme—. Dime que no sientes nada por mí, que no tengo oportunidad… Que no tiene sentido ilusionarme.

Sus ojos me suplican que lo haga.

Pero por alguna razón, no puedo decirlo.

Las palabras se quedan atrapadas en mi garganta, y el peso de la situación cae sobre mí, asfixiándome.

Dean suelta un suspiro tembloroso y baja la mirada.

—Está bien —susurra, malinterpretando mi silencio—. No hace falta que lo digas.

Sus palabras me golpean con más fuerza de la que esperaba. No es solo lo que dice, sino cómo lo dice. Como si ya hubiera perdido, como si ya estuviera preparado para salir herido.

Lo miro a los ojos, pero en este momento, siento que no sé qué decir.

Sin esperar más, se da la vuelta y comienza a alejarse.

Mi corazón late con fuerza.

—Dean, espera…

Pero él no se detiene.

Nunca pensé que Dean sería alguien a quien pudiera perder, tampoco que eso me doliera tanto.

Cuando volvemos a casa, el silencio entre Christopher y yo es abrumador.

El motor del auto se escucha suavemente, pero el ambiente dentro es tenso, pesado. No es la primera vez que ocurre, últimamente todo es así entre nosotros. Chistropher no dice nada, y se lo agradezco. No quiero hablar en este momento. Mi mente sigue atrapada en lo que pasó con Dean.

¿En qué momento nuestra relación cambió tanto?

El simple pensamiento me provoca una punzada en el pecho. No sé si seguiremos siendo amigos después de esto, y eso me asusta más de lo que debería.

Yo ni siquiera fui capaz de hacer lo que me pidió, ni siquiera de darle una respuesta en ese momento. Pero mi silencio… mi silencio fue suficiente para él. Dean merecía una respuesta. Algo más que solo mirarlo sin saber qué decir. Tal vez, si lo hubiera rechazado apropiadamente, podríamos seguir siendo amigos.

Recuerdo las tardes en la floristería, cuando hablamos mientras trabajamos. Cómo suele mostrarme sus pinturas después de que se lo pido, con una mezcla de orgullo y timidez. Cómo me pide que le cuente alguno de los muchos datos científicos que tengo en la cabeza, solo porque quiere escuchar algo “interesante”, aunque yo crea que solo tengo cosas aburridas que decir.

Es fácil estar con Dean. Cómodo. Y ahora, no sé si hemos perdido eso para siempre.

Mis pensamientos se agitan en mi cabeza hasta que el auto finalmente se detiene frente a mi casa. Suelto un suspiro y llevo la mano a la manija de la puerta, pero antes de que pueda salir, Christopher habla.

—Andrea…

Su voz me detiene en seco. Me giro para mirarlo, y su expresión es difícil de leer. Mi corazón se acelera.

—¿Qué? —pregunto, tratando de mantener la voz estable.

Christopher parece dudar, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado.

Y entonces, sin siquiera pensarlo, lo digo:

—Fue cosa tuya, ¿verdad?

El silencio entre nosotros se hace aún más espeso. Christopher parpadea, su boca entreabierta, sorprendido.

Mi pecho se contrae.

No tengo pruebas. No sé qué tanto pudo haber hablado con Dean ni qué le dijo, pero algo en mi interior grita que él tiene que ver con esto. ¿Por qué si no actuaría tan extraño?

Mi mano se aprieta en la puerta del auto. No sé qué siento en este momento. ¿Tristeza? ¿Enojo? Tal vez solo quiera culpar a alguien, y da la casualidad que Christopher es quien está frente a mí. Pero la verdad es que la única persona a la que debería culpar… soy yo.




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