Cerca, pero tan lejos...

Prueba de fuego

No tardamos en volver a vernos...

Era un momento extraño, y nuevamente me vi llevada a actuar sin pensarlo de más.

No me concedí el tiempo para sopesar, ni siquiera dudé en que el camino adecuado era el volver a verte.

No quería estar sola, y buscaba desesperadamente la señal que me llevara a conseguir el tipo de amor que siempre ansié; intenso, apasionado, seguro e incondicional.

Era joven, ilusa, confiada, y ahora veo que, también patética, sintiendo estar yendo a contrarreloj ajena a cualquier lógica, ajena a cualquier razón. Me dejaba llevar por mis propios impulsos, esos que, debido a la edad y a la falta de orientación, eran seguramente los peores consejeros. Pero así era yo.

Una llamada, una cita y ahí estábamos. Tú, en tu línea de indecisión, silencio y contención. Yo, desesperada por gustarte tanto que no vieras otro camino que no fuera el amor.

¡Qué estúpida fui! ¡Qué deseosa de tropezar una y otra vez en el mismo error! ¿Cómo podría gustar a alguien de verdad sin tan siquiera valorarme yo?

Era fácil adivinar quién daría el primer paso, como no, la habitualmente impulsiva e indecorosa, yo. Pero reaccionaste como menos me esperaba, con cautela y dando por hecho que aquello era el comienzo de una relación. ¡Menuda novedad en mi vida! Alguien que pensaba que no hacían falta palabras incómodas y declaraciones de amor a la luz de la luna para comenzar algo que ninguno definió. Algo que buscaba, pero no entendía, una relación como ninguna otra que hubiera experimentado. El principio del fin de algo que aun desconocía. El final de mi verdadero yo.

Recuerdo cómo comenzó; preguntas al azar sobre mi rutina de salidas y fiestas de fin de semana; círculo de amistades y la familiaridad con la que me relacionaba con ambos sexos sin distinción. Era una chica popular, y eso te ponía en alerta, aunque todavía yo desconociera la razón. Una lista de ligues fue la siguiente petición, y la más denigrante que hubiera experimentado en mis fugaces años de idas y venidas, de relaciones sin relación, de escarceos fortuitos e ilusiones desechadas, de desengaños. Nada de eso se comparó al bochorno de tener que enfrentarme a mí misma sin secretos, declarando en voz alta lo que había hecho bien, y a tus ojos, tan mal. Dejar de gustarte si es que lo hacía, me preocupaba, que dejaras de quererme si cabía, se volvió en mi tortura. Temiendo que mi presente dejara de importar. Ahora era una diana de injuria, colmada de lágrimas de vergüenza e indignación por aquella prueba de fuego que, para tenerte, debía atravesar.

Ciega, sumisa y obsesionada, cedí.

Herida, esperanzada y sola, te esperé.

Yo era una opción a sopesar, alguien a quién había que decidir si era merecedora o no, de querer. Era una flor marchita de la que te encargarías a pesar de no tener la intención de dejar florecer. Una marioneta ajada, que a nadie interesaba, y que a partir de ese momento daría todo para no perder.



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En el texto hay: desamor, superacion, crecimiento

Editado: 24.09.2023

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