Cero

CAPÍTULO 5: Empecemos todo desde cero

HACE UNA HORA.

El atardecer crecía en aquel bosque a lo lejos de la capital. El viento golpeaba los árboles y el olor de los pinos se atravesaba en la nariz de Connor. Caminando a horcajadas entre el largo, relamía sus labios cada cierto tiempo y apretando sus manos, llevaba minutos caminando, cansado y sediento.

El canto de los kharis jharis resonaba en el aire, guiando su camino a través de la espesura y a lo lejos, una serpiente devoraba un gusano antes de desaparecer bajo tierra.

Connor, sin ser consciente del tiempo que había pasado, su mente se distrajo en aquella voz, como si fuera lo único que mantenía su cordura en ese entorno hostil.

“Cada vez que necesites algo, debes sentir el movimiento de la tierra en tus manos. Será como caminar, en ese momento sentirás el poder en tu cuerpo”

— ¿Es como estar mareado después de hacer giros? — Connor buscaba comprender.

“No sé de qué hablas —la voz infantil resono rapido— Puede ser que tu cuerpo humano se sienta mareado las primeras veces. Pero, es la consecuencia de tu poder”

— Espera, ¿Qué?

"Connor, esta es tu segunda oportunidad. No te convertirás en un monstruo. Ya no eres simplemente un humano... eres el primero en la fila."

— ¿El primero? — su pregunta resonó más para sí mismo.

La figura de Dylan irrumpió en su mente. Las burlas, las humillaciones, cada vez que le llamaba "Cero", cada vez que lo reducía a menos que nada. Connor ahogó un suspiro y apretó los dientes, sintiendo la rabia arder en su pecho. El viento sopló con más fuerza, agitando la maleza alrededor de él.

"Connor, recuerda lo que dijo tu abuelo. Se feliz.", insistió la voz.

— Sí, lo sé… —respondió con amargura, pero su cuerpo se tensó de golpe— Espera… ¿cómo sabes eso?

— Connor — resonó su nombre como un eco distante, interrumpiendo su pensamiento.

Provenía de una cabaña alejada al campamento, con un letrero eléctrico en la puerta.

— ¡Connor! ¡Connor… ha muerto! —La voz histérica de un chico perforó el silencio— ¡Dylan lo mató!

Connor se congeló. Reconoció esa voz de inmediato, y un escalofrío recorrió su espalda. Era Arturo, aquel chico que lo empujó. Sin pensarlo, se agachó detrás de unos arbustos, tratando de hacer el menor ruido posible mientras escuchaba la conversacion del joven con el profesor Morales.

— Arturo —susurró Connor. Un suave tono que parecia la brisa del aire.

"Es el chico que te empujó al suelo, ¿no?" La voz dentro de su cabeza lo trajo de vuelta al presente. Connor asintió despacio, tan despacio como el movimiento del profesor Morales cuando su mano se posó en el hombro de Arturo.

Los ojos de Connor, oscuros como el ónix, se abrieron de par en par. Algo no estaba bien, o eso es lo que sentia su piel erizada. Los brazos del profesor se alargaron casi como tentáculos, con dagas como manos, aterrizando en la cabeza de Arturo. Clavando al muchacho contra el muro de la cabaña.

Fue un golpe estruendoso, el muro se rompió por el impacto y la mandíbula de Arturo se rompió. Cayó al suelo con un charco de sangre bajo él y sin un ojo en la cuenca.

El viento se detuvo. El miedo apreto el pecho a Connor, un miedo combinado con sorpresa se retorcio en su estómago, paralizando cada músculo de su cuerpo. Solo podía observar, impotente cómo los brazos del profesor volverían a ser humanos antes de alejarse.

— Con que Dylan — susurró el hombre, mientras se alejaba. Sin embargo se detuvo, escupiendo al suelo un ojo— No tenía suficiente carne. Necesito a alguien que haga ejercicio.

Estático Connor, se quedó sentado con sus manos en la boca viendo la espalda de su profesor acercándose al estadio. Mientras la noche se hacía en el cielo.

“ Ya levántate”

Solo pasaron unos segundos cuando hizo caso y se abrió paso con sumo cuidado. Revisando no ser visto, se acercó al cuerpo de Arturo.

No pudo evitar lagrimear. A pesar de solo ser su compañero, no lo conocía. Posiblemente tenía la misma idea que él, esconderse de todos hasta el día que regreso. Era como él.

“¿Te sientes mal? Puedo sentir tus emociones” — a pesar de sus palabras, la voz infantil era muy estoica. Curioso por el chico.

— Pude haber sido yo, ¿no? —su pregunta no era directamente para esa voz. Era para él mismo que rechinó sus dientes y en poco, se hinco en el suelo.

“Esto es raro, pensé que querías venganza. ¿No ibas a matar a todos?”

— Eso, ¿era un monstruo? — Connor solo tenía una cosa en mente— ¿Los monstruos, pueden volver a ser humanos?

“No lo sé. Lo siento”. — el tono del niño era tímido.

« Lo mato, mato a un niño » Connor pensó, soltando un nudo en su garganta con un suspiro largo.

“Es lo mismo que tú ibas a hacer ¿o no? — pauso el niño en su interior— No tienes miedo, ¿no?”

« Yo estoy listo para matarlos. Pero, ¿Qué clase de monstruo es él? »

“No te muevas” ordenó el niño, paralizando al chico por un segundo cuando una línea amarilla pasó por su visión y lo hizo retroceder. Como si fuera un golpe que lo obligó a voltear.

Abrió los ojos tan rápido como se levantó frente al profesor Morales. Encerró sus manos en su espalda, se enfocó en los ojos tiernos del hombre que no dejó su aspecto preocupado.

— ¿Connor qué pasó aquí? — preguntó el profesor, acercándose al cuerpo — ¿viste algo?

— No — dijo Connor— acabo de llegar.

— Posiblemente — respondió rápido el hombre— estaba a punto de convertirse. Tal vez, lo hizo para no meterse con otros. Que valiente.

En ese momento el profesor Morales se levantó y volteo a Connor.

— Quédate aquí, avisaré a los demás.

“No dejes que se vaya. No te puedes quedar aquí solo y trata de no verte molesto” — dijo la voz infantil.

— Creo que es mejor que yo vaya.

Connor empezó a caminar, pero en el segundo paso a punto de dar un giro, una línea amarilla se interpuso en su camino. Volvió a girar y golpearse contra el muro de la choza. Reaccionó y se volvió al profesor Morales.




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