Era una tarde en la habitación de un hospital, Connor entró, uniformado de escolar, con su mochila y un bolso. Olía a comida, tal vez hamburguesa que se había encargado de ocultar de las enfermeras, solo para entregarle a su padre moribundo en cama.
— Hola hijo — susurró el hombre. Su calma sonrisa agonizante que preocupaba al muchacho entre cada paso, hasta llegar a su lado — gracias por venir tan rápido. ¿Lo trajiste?
Su pregunta, a pesar de su tono alegre no era igual a su rostro casi cadavérico. Connor asintió, sacó una bolsa de papel con dos hamburguesas y una caja más pequeña con pedazos de papas fritas a punto de explotar.
— Gracias Connor —siguió él. Abriendo la primera hamburguesa para ofrecer a su hijo— comamos juntos. Y deja de verme así. Tu padre está muriendo, no lo veas con pena.
— Papá —gimoteo el adolescente. Evitando la tristeza, hizo un gran esfuerzo para comer junto a él, ni siquiera podía masticar por ver cada facción de su padre.
— Connor — silencio el hombre, mientras masticaba sin asco al hablar— quiero que seas feliz. No importa que tan pequeño o grande sea tu sueño, solo se el mejor haciéndolo y sobre todo, se feliz.
Su padre alcanzó la suya.
— Eres un chico genuino y amable —empezó a llorar— Connor, quiero que sobre todas las cosas, seas feliz asi que, esfuerzate para lograrlo. Y, lamento irme antes de lo planeado.
.
.
.
“El portón de la escuela se cerró de un portazo. Entre los pasadizos, en el salón de clases y en las carpetas de cada uno, brillando por el rojo carmín de su sangre. Sus ojos viendo adelante, hacia mi con el arma que los mató y terminó con mi sufrimiento”.
.
.
.
Un recuerdo fugaz y un sueño que invadio los recuerdos de Connor cuando abrazaba el báculo con fuerza perdido entre los árboles del bosque. Mientras una lágrima caía de sus ojos, pasó su mano por su rostro, se limpió rápido y en segundos, vio a su alrededor.
Había regresado a la realidad. Bajo su mirada, hacia algunas heridas que se cerraban poco a poco.
“Tu padre … era alguien increíble.”
— Si, lo era. Me enseñó que … para ser feliz, debo hacer cualquier cosa.
“¿Qué?”
A punto de levantarse, un golpe lo alarmó. Volteo hacia el claro del bosque, Karina frente Zoe y a un lado, preparados para correr, el profesor Emanuel y Leonardo.
— Karina, por favor —susurró Zoe.
Solo dio un paso adelante. Como en sus entrenamientos, sus ojos abiertos y atentos, frente al par de ojos asesinos de una de las mejores lanzadoras del equipo de béisbol.
« Es karina. No somos amigas, y siempre, sus lanzamientos son fuertes conmigo, pero … nunca me mataria, ¿no?»
— ¡MALDITA ENGREÍDA! — Karina eufórica. Sus manos apuntando al corazón— Tengo el odio de esta niña encima mio. Se siente horrible y todo es por tu culpa! Solo quiero romperte en pedazos y comer tus organos!
Los tentaculos de Karina se fusionarón en una gran daga, una corta ilusion pasó por la cabeza de Zoe. Cada lanzamiento que Karina daba y que ella siempre lograba esquivar.
De pronto, esquivó el filo metalico en el arma de Karina. Apretada en el suelo, Zoe resoplo sorprendida.
— Maldita suertuda — mascullo y una sonrisa aparecio.
« ¿Por qué no corren?» se preguntó Connor, detrás de unos árboles. Viendo como el profesor, a pesar de su mayor peso corporal y fuerza, solo habia alzado su mano en un intento de proteger a los dos adolescentes.
“ A veces el miedo detiene todo el cuerpo” la voz del niño hizo resoplar al chico. Reprochando al grupo de tres en secreto. “Connor, tu corazón se acelera”.
— Recuerdo que, Karina la odia —respondió en un tenue tono. Manteniendo sus ojos sobre la escena— en primer año, ambas pelearon por el puesto en el equipo de béisbol. Zoé lo obtuvo y Karina no entró después de un año. Además, a Karina le gusta Dylan.
Connor apretó el báculo contra su pecho.
“Estas muy nervioso”
— Claro que no —siseo. Connor tenía una expresión asqueada, apretó su mandíbula tratando de no moverse. — es solo que. Lo quiera o no …
Cerró los ojos un segundo, apretando el báculo contra su pecho mientras sentía el golpeteo acelerado de su corazón.
— Zoe estuvo conmigo desde niños. Jugamos juntos en el parque hasta tarde y nos regañaban juntos.
No pudo continuar hablando, sus labios balbucearon incoherencia, mientras su cabeza trabajaba a mil por horas. Recordando su infancia.
« Nunca fue egoísta. Hasta cuando su mascota Terry murió y la primera ola de monstruos llegó, ella no me abandonó aún cuando quería ir por mi madre desaparecida o cuando su madre murio. »
« Me cuido y yo me quede a su lado. »
“Te estás moviendo, ¿lo sabes?” Esa pregunta de niño resonó en su mente. Regresando a la realidad y dándose cuenta que estaba en el medio de la escena. La tercera parte del triángulo en el medio de un bosque, su báculo en manos preparado para atacar.
— Connor — susurro Zoé. Un gimoteo triste.
Sus pupilas se dilataron, hombros caidos y su boca entreabierta. Paralizada, pero con una extraña sensación de esperanza.
— ¿Cero? — Leonardo siseo. Sus cejas se arquearon mientras intentaba proteger a la chica.
El adolescente ni siquiera volteo. Se molesto consigo mismo, por no detenerse. Por saber que había descubierto que tenía una debilidad por los recuerdos con su amiga de la infancia.
— ¿Tú? — Karina escupió. Recargando su peso sobre una pierna y con una mano en la cadera, cansada por la presencia de Connor. — no voy a pelear contra ti. Primero quiero más vitaminas.
Connor dio un paso, apretó su arma contra él cuando sintió como era jalado hacia atrás. Era el profesor Emanuel, tomando el báculo y cubriendo con su propio cuerpo a los tres adolescentes bajo su cuidado.