Cero

CAPÍTULO 8: Debilidad y Fuerza

La noche amanezaba en llegar. El ocaso se pintó y pequeños destellos de estrellas alumbraban el camino de la luna llena, mientras los pocos faros instalados por ese campamento alumbraban el vacío. El viento atravesaba el espacio como una dura ráfaga. Connor sudaba, sus ojos tenían un matiz amarillo mientras sostenía el báculo en un intento de protegerse de esas dagas que Karina tenía en sus brazos.

" Tienes que crear otra arma. Trae esa pistola"

— La verdad es que no sé cómo lo hice — susurró el joven gélido en su sitio — estaba enojado y apurado. No quería que me quitaran mi venganza.

" Entonces piensa de nuevo en eso" fue una orden directa del niño, más ansioso de lo que podía recordar. Connor resopló lentamente.

— ¿Y cómo se supone que lo haga? — suspiró.

— ¡KARINA DETENTE! — se escuchó el grito de Zoé a sus espaldas.

Connor volteó de reojo, Zoe regresó con una amarga expresión llena de agresividad. Sus manos encerradas en puños, su cuerpo un poco encorvado hacia adelante, preparada para correr si era necesario y darle tiempo a su amigo de sobrevivir.

— No sé si te has convertido en un monstruo — gimoteo ella— pero si estas en el estado de deshumanización, entonces por favor

— ¡CALLATE ENGREÍDA BASTARDA! — gritó Karina, llena de rabia. Frunció el ceño, echando chispas de furia contra la chica.

— Éramos compañeras — murmuró Zoé temblorosa. Dio un paso adelante.

Quiso acercarse, aunque no comprendía nada lo que estaba pasando con el campamento o con ella. Aún así, reconoció su mentira.

— ¡MALDITA MENTIROSA!

Un grito cortante y una daga que logró esquivar a duras penas con un salto hacia la izquierda. Zoé resopló, asustada viendo el arma clavada en el suelo temblar, se retrajo hacia Karina.

Una sonrisa espeluznante se dibujó sobre ella. Su sonrisa torcida se ensanchó, mientras sus ojos ardían en un brillo sádico al ver el terror y desesperación en los claros de Zoé.

— ¡Lo único que haces bien es llevarte la fama de otros! ¡Hipócrita! ¡Descarada! Porque mis únicos recuerdos son sobre ti, llevándote la copa por los juegos Inter escolares. ¿Acaso no te acuerdas? Por qué en el cerebro de esta niña eres la estúpida más grande.

— En eso estoy de acuerdo — susurró Connor.

De repente la atacó. Miles de dagas volaron contra Zoe y todas aterrizaron en un gran escudo creado frente a ambos.

El impacto del viento hizo bailar los cabellos de ambos adolescentes. Zoe abrió los ojos, con sus manos cerca al rostro y Connor la protegio, mientras un aro dorado brillaba bajo sus pies. Tal vez dos metros de diámetro y unos centímetros de un extraño humo ventoso se alzaban sobre sus pies. Y en sus ojos, un matiz amarillo brillaba.

— Si alguien va a matar a alguno de ellos, seré yo.

" tu corazón late rápido" — escuchó al niño, intranquilo y hasta curioso— "Y, volviste a crear algo"

— Fue por odio —respondió rápido.

Karina unió las cuatro dagas. Apuntó a Zoe, a centímetros de atravesar su cabeza, una gran roca golpeó a Karina.

A pesar del golpe, el impacto solo parecía de hule. Ella volteó a Leonardo y el profesor Emanuel. Mientras tanto, Zoé se acercó a Connor, quiso tomar su casaca cuando se detuvo al ver el apodo “Cero” grabado con grafiti. Sus labios temblaron, y un brillo de tristeza invadió sus ojos, no estaba segura de estar viendo al mismo Connor.

Al mismo tiempo que Karina tocaba curiosa un pequeño bulto en su cabeza. Zoe vio el cabello oscuro del chico, su rostro era el mismo, sabía que era él. Sin embargo, se sorprendió cuando Connor dejó de lado todo y volteo a Leonardo, ese escudo se convirtió en una carabina. Plateada y brillante, apuntó a Leonardo. Solo detenido por la sorpresa del arma en sus manos.

Connor cerró los ojos por un momento, regresando a un tono amarillo y una sonrisa penetrante que corto la respiracion del chico. Sin embargo, la direccion del arma cambio en un segundo, en el mismo momento en el que un brillo amarillo cruzo por su vision y Karina; disparo hacia sus cuatro navajas en una sola, una bala dorada atraveso su rostro.

Su cabeza se abrió, un ojo salió disparado y parte de su cabello cayó al suelo. Solo con una parte de su cerebro a la vista, se quedó quieta hasta caer.

En un segundo, el claro del bosque se quedó en silencio. Cada uno en su sitio, temblando a excepción de Connor, su respiración se relajó, con la carabina en manos, apuntó a Leonardo. Él levantó las manos, su pecho se hinchaba rápido un poco desorientado por el miedo.

— Yo — titubeo Leonardo— yo, pe … per

Zoé tomó el brazo de Connor. Lo detuvo y se acercó a él.

— Connor —gimoteo ella. Tratando de alcanzarlo con su voz, tomó su otra mano— connor.

Repitió su nombre inconscientemente, viendo a cada ojo del chico con su habitual onix, pero con una indiscutible nueva apariencia. Mientras sus ojos se movían de un lado al otro del rostro de Connor, él quiso alejarse.

Fueron segundos largos, antes de que el arma volviera a ser un báculo y antes de recibir un abrazo de Zoe. Ella lo disfrutó.

— Eres tú, realmente eres tú —susurro para si misma.

Connor quiso alejarla, pero pronto llantos salieron de la boca de ella y él, no pudo moverse.

“¿Posiblemente ella es tu debilidad?” escucho la voz infantil. Impune de los sentimientos pero en un tono picaron. Connor refunfuñó como respuesta y alejó a Zoe con sumo esfuerzo.

— Oye …

— Perdón —detuvo Zoé, sus lágrimas aun por las mejillas al verlo con tanta delicadeza que temblaba— perdon, perdon por dejarte, perdon por no haber hecho más por ti. Nunca fue suficiente y … casi mueres.

Zoé volvió a abrazarlo, esta vez más fuerte. Pero Connor se quejó.

— Hay que irnos de aquí — sugirió ella, tan pronto como se alejó. Las lágrimas aún bajaban, pero una delicada sonrisa brillaba en su rostro.

— Co, como … ¿Cómo viviste? — Leonardo titubeo al intentar avanzar.




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