–Utilizaron mis logros en el campo para arrancar un negocio de ética dudosa. Comenzaron la producción en masa de órganos de reemplazo. Luego los pusieron a la venta para el público en general. De esa forma, los fumadores no tenían que preocuparse por cuidar sus pulmones, ya que en cuanto llegaran a un estado lamentable, simplemente podrían reemplazarlos. De igual forma los bebedores, que abusaban del alcohol sin pensar en las consecuencias, a fin de cuentas existirían hígados de reemplazo a su disposición para cuando ellos lo desearan.
–Pues fue un gran aporte al campo de la ingeniería genética.
–¡Querrás decir al campo del negocio genético! – espetó furioso Julián Olivares.
–Doctor, no quisiera sacarlo de su enojo reparador, pero, ¿qué cosa es esa?
El doctor Olivares miró con atención al frente. Enormes rocas negras obstaculizaban el paso. Eran tan grandes que por un momento pensó que se trataba de edificios hundidos en el mar. Sin embargo, se trataba de algo mucho más peligroso…
–¡Son depósitos geodésicos de combustibles fósiles! Tenemos que evadirlos a como dé lugar. Si accidentalmente chocamos con uno, desataríamos una reacción en cadena que provocaría una explosión gigantesca. Recuerden que nuestro vehículo funciona a base de combustión, somos la chispa que esos depósitos necesitan para estallar.
Los autómatas tomaron sus lugares de contingencia. Los números 1 y 2 subieron a la escotilla principal para vigilar el paso a través de las rocas. Los robots 3, y 4 tomaron los controles laterales de la nave. Finalmente el 5 y el 6 se dispusieron a ayudar al doctor Olivares en el tablero virtual de control.
–Número 2, ¿Cuál es la distancia entre los depósitos A1 y B3 marcados en la pantalla principal? – preguntó el doctor.
–La separación es de 4.45 metros. Nuestra nave mide 6 metros de ancho…
–3 y 4, preparen viraje vertical a estribor. Numero 5 activa impulsor sónico lateral. Nos brindará la energía necesaria para que el viraje sea exitoso.
–Impulsor sónico activado – respondió alegremente el autómata #5.
–¡Bien! Atravesemos la primera maraña, ¡Ahora!
El Axolotl 43-43 giró hasta colocarse de lado. El impulsor sónico le permitió alcanzar una velocidad 2.5 veces mayor a la del promedio de viaje, lo cual los alejó rápidamente del primer bloque de depósitos combustibles. El siguiente bloque no era tan cerrado como el anterior, pero si más abundante. El doctor Olivares tomó el control manual de la embarcación y serpenteó de forma salvaje para esquivar las columnas de piedra. Dos robots cayeron de sus asientos producto de las inesperadas maniobras, pero se recompusieron rápidamente.
De pronto, el mar comenzó a temblar. Era el colmo de la mala suerte. Julián Olivares cedió los controles al androide número 6 y activo el chip de búsqueda en su cerebro. Era imprescindible hallar una herramienta en la nave que los ayudara a salir del embrollo. Después de examinadas 567 entradas, encontró lo que necesitaba: el refractor crisálida.
–Número 5, activa ambos impulsores sónicos laterales. 3 y 4, manténganse firmes en los controles laterales, viajaremos un espacio de 10 km a velocidad 5x.
–Pero Doctor – argumento número 2. – ¡Eso nos pondría en grave peligro de colisión!
–Lo sé, por eso activaremos el refractor Crisálida. Número 6, encenderás el refractor crisálida cuando entremos en el kilómetro 1.4. El vapor emitido debe de ayudarnos a crear una capa de tensión superficial entre nuestra nave y cualquier objeto que pudiera chocar con nosotros. ¿Todos los tienen claro?
–¡A la orden, Doctor! – dijeron al unísono los autómatas.
Los impulsores se activaron. La nave aceleró de forma inmediata. Julián recuperó el control manual y evadía de la mejor forma posible los gigantescos depósitos de combustible fósil. Los robots 3 y 4 luchaban por mantener el equilibrio de la nave. Era sumamente necesario que conservara su posición, ya que las maniobras del doctor solo iban de derecha a izquierda, sin contemplar ningún viraje.
El refractor crisálida fue activado. La embarcación seguía su curso sin sobresaltos, pero en el kilómetro 5, uno de los androides perdió el control lateral. El Axolotl 43-43 comenzó a girar de forma descontrolada. El doctor trato de mantener la posición, pero los choques comenzaron a sucederse de forma inevitable.
Primero uno, luego dos, después tres… los impactos incesantes dificultaban el paso del Axolotl. Julián activó el piloto automático y se lanzó hacia el control lateral que número 4 había dejado desocupado. Estabilizó la nave y dio tiempo a que el robot se recompusiera. Una vez asegurada la posición, intentó volver a su asiento en el tablero de control, sin embargo…
–¡Colisión inminente! ¡El refractor no resistirá el impacto! – avisó número uno mordiéndose los dedos de metal