Cf-Mx

A medio camino

 

–Bienvenido a la unidad de transporte “20 de noviembre”. Mi nombre es L.E.O.N y seré su conductor designado. ¿Puedo ofrecerle algo de beber? ¿Agua? 

Martín miró al androide con desdén y encogió los hombros. Aunque para cualquier humano dicho gesto no tendría significado alguno, el robot conocido como “L.E.O.N” interpretó las señales biométricas como una negativa contundente. Retiró la vista del espejo retrovisor y encendió el taxímetro de la unidad. Luego activo el escáner de pupila para identificar a su pasajero, y una vez obtenida la información, reinició la insulsa charla:

–¿Está disfrutando la noche, Sr. Martín? La temperatura en el exterior es de 14°C, pero he ajustado la temperatura en el interior de la unidad a 19°C para que tenga un viaje placentero. ¿Puede indicarme por favor la dirección de nuestro lugar de destino? Pulse la pantalla táctil en el respaldo de mi asiento para ingresar la información.

Martín soltó un suspiro muy largo y luego tecleó con pereza la ubicación a la que deseaba ir. Tan pronto como terminó de ingresar los datos, la pantalla mostró una serie de indicadores sobre su viaje: tiempo aproximado de llegada, pronóstico de consumo de energía, número de semáforos en la ruta, comercios abiertos y posibles contingencias climáticas. Finalmente, se mostraba la tarifa por el viaje. Sin detenerse a leer uno solo de los datos en la proyección digital, Martín confirmó el viaje y la unidad comenzó a moverse sin previo aviso.

El parloteó de L.E.O.N había cesado, y tras el cristal del taxi comenzaron a aparecer algunas gotas de lluvia. El cielo estaba lleno de nubes grises. Una furiosa tormenta pronto se haría presente, y Martín, incapaz de ocultar su decepción por el sorpresivo cambio en el clima, reclinó la cabeza en el asiento. Luego, sin molestarse siquiera en abrir los ojos, preguntó:

–¿Qué significa “L.E.O.N”?
– Lacayo Energético de Operación Nocturna. Es porque trabajo el turno de noche.
–Genial… muy original, ¿no?
–Sí. Mi nombre fue creado a partir de un algoritmo que proceso más de 2 millones de palabras, combinando sustantivos y adjetivos con… espere un momento, el escáner de la unidad ha detectado “sarcasmo” en su declaración. ¿Estoy en lo correcto, Sr. Martín? 
–¿Sabes, L.E.O.N? Antes, yo era como tú…

El robot “parpadeó” un par de veces. Se hallaba perplejo. Su programación no le permitía entender que un humano hubiera sido un androide con anterioridad. La sola suposición de tal hecho le significaba una paradoja lógica. Embargado por la confusión, decidió preguntarle a su interlocutor el verdadero sentido de la frase, aunque esto supusiera una molestia para su valiosísimo “cliente”.

–¿Era usted un autómata? 
–Jajajaja, ¡no! Me refiero a que yo conducía un taxi, como tú…
–Señor, hace 1512 días que opero esta unidad, razón por la cual deduzco que hace más de 4 años que usted no ejerce este oficio. ¿Lo extraña? ¿Por qué razón lo abandonó?
–Yo no abandoné mi empleo, más bien, el me abandonó a mí… Dime, L.E.O.N, ¿Cuánto tiempo puedes operar de forma continua?
–Es una pregunta muy inteligente, si me permite decirlo, señor. Puedo operar durante 12 horas continúas sin llevar a cabo una sola escala para recargar energía. Mis mapas se actualizan vía Internet, así que tampoco me veo en la necesidad de realizar parada alguna para renovar mis fuentes de información. 
–Yo necesitaba parar dos veces por noche en tiendas de conveniencia para comprar café. Era imprescindible consumir grandes cantidades de cafeína para mantenerme despierto durante el turno nocturno. Además, tenía que añadir algunas escalas ocasionales para ir al baño. Por los mapas no me preocupaba; conocía esta ciudad como la palma de mi mano…

El autómata se llenó de perplejidad una vez más. De acuerdo con su programación, y en base a una serie de cálculos rápidos, era prácticamente imposible que un humano común y corriente almacenara tan enorme cantidad de datos. Además, la medida “como la palma de la mano” era vaga y ambigua en exceso. Aunque no deseaba contradecir a su pasajero, L.E.O.N se atrevió a formular una pregunta con cierta carga de ironía:

–¿Me está diciendo que usted poseía un mejor conocimiento de la ciudad que cualquiera de nosotros?
–No–respondió Martín, lacónico–. No lo poseía, lo poseo aún, pero…
–Pero ya no es legal que los humanos con-conduzcan, ¿verdad? –puntualizó el robot, con cierto tartamudeo en su voz.

Martin pegó la cabeza al vidrio de la puerta izquierda y contempló el paisaje en el exterior. La lluvia caía sin contemplaciones sobre el pavimento de plástico PET. Afortunadamente, hacía décadas que la ciudad de México ya no sufría por los baches. El PET permitía que el agua se filtrara a través de la superficie y descendiera hasta más allá del suelo. Justo igual que su vida y sus sueños…



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Editado: 30.11.2018

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