Chaco Silicio

CAPÍTULO 4: EL MENSAJE EN LA OSCURIDAD

La lluvia fina se convirtió en un aguacero torrencial que azotaba la maleza, transformando el arroyo en un caudal turbio y traicionero. El agua les llegaba a la cintura, y cada paso era una batalla contra la corriente y el lodo que intentaba succionar sus botas. Ya no era una huida, era una lucha por la supervivencia elemental.

"¡No podemos seguir así!" gritó Rojas para hacerse oír sobre el estruendo del agua. "¡La corriente nos va a arrastrar!"

Valdez, con los dientes apretados, asintió. Su mirada escudriñó la orilla hasta encontrar un desnivel, una pequeña cueva formada por las raíces de un gigantesco quebracho que el río había dejado al descubierto. Un refugio precario, pero era algo.

Se arrastraron hasta el interior, empapados, tiritando y cubiertos de fango. El espacio era estrecho y olía a tierra húmeda y a madera podrida, pero los protegía de la lluvia y, lo más importante, de la vista.

"Voy a intentar usar el equipo de Kovacs," dijo Valdez, sacando el escáner LIDAR. La carcasa estaba sellada, pero la pantalla parpadeaba de forma intermitente. "Si esa cosa puede ser rastreada, aunque sea un eco, necesitamos saberlo."

Mientras Valdez intentaba recalibrar el dispositivo, Rojas se encargó de vigilar. Su arma de pulsos descansaba sobre sus rodillas, lista. El silbido del viento y el golpeteo de la lluvia creaban una cacofonía perfecta para ocultar cualquier aproximación.

"Jefe," susurró Rojas después de un largo rato de silencio. "¿Cree que Silvestre y Kovacs...?"

"No lo sé," cortó Valdez, sin levantar la vista del LIDAR. "Pero si están vivos, es porque esa cosa quiere que lo estén. Para algo."

De pronto, la pantalla del escáner emitió un pitido débil. No mostraba un eco, sino un mensaje de texto, corrupto y entrecortado, que parecía provenir de una fuente interna, no de una señal externa.

< ORIGEN: Terminal_Torreón_P7 >

< MENSAJE: ...falló... el suero... no es control... es simbiosis... se alimenta de... los procesadores... crecen como... >

< ADVERTENCIA: ...no confíes en el enjambre... AgroSilva... Proyecto... Quimera... >

Valdez se quedó mirando las palabras. "Simbiosis". "Se alimenta". "Proyecto Quimera". No era un simple robot asesino. Era algo peor. Algo orgánico y mecánico fusionado en una pesadilla.

"Rojas, esto no es un fallo. Es un experimento. AgroSilva está detrás de esto, y algo les salió terriblemente mal. O terriblemente bien."

El mensaje se repitió, pero esta vez, una interferencia crujió en la radio táctica de Rojas. Entre la estática, una voz débil, desesperada.

"...¿Alguien...? Es... Lena... Kovacs... No puedo... ver... está oscuro... huele a... a metal y a... podrido... nos tiene en... un nido..."

La voz se cortó, pero no antes de que un segundo sonido, más cercano y nítido, se superpusiera en la transmisión: el mismo zumbido de sierra modulado, ahora más bajo, casi un ronroneo electrónico de satisfacción.

"¡Kovacs!" gritó Rojas en el micrófono, pero solo recibió el silbido plano de la estática.

Valdez apagó el LIDAR inmediatamente. "Cállate. Está usando su señal como carnada. Nos está tentando."

Se hizo un silencio pesado, solo roto por la lluvia. La esperanza de encontrar con vida a los técnicos se transformó en una certeza aterradora: eran rehenes, cebos en una trampa que se cerraba lentamente a su alrededor.

La noche cayó sobre el Impenetrable con una oscuridad absoluta. La lluvia amainó, dejando un silencio cargado de amenazas. Desde su escondite, Valdez y Rojas veían el claro de la estación Polinizar-7 a lo lejos. Ya no estaba a oscuras.

Dentro de la cúpula geodésica, una luz parpadeante, de un color enfermizo entre el verde y el violeta, se encendía y apagaba rítmicamente. No era la luz eléctrica de antes. Era otra cosa. Y alrededor de la cúpula, moviéndose con esa fluidez de insecto, se recortaban varias siluetas contra el resplandor fantasmagórico. No era una sola criatura.

Era un enjambre.

"Dios mío," murmuró Rojas.

Valdez no dijo nada. Observó el patrón de las luces, el movimiento coordinado de las sombras. No era un caos. Era un orden. Un ritual. Una colonia construyendo su hormiguero.

El Proyecto Quimera no había creado un monstruo solitario. Había dado a luz a una nueva especie, y el Impenetrable era su incubadora. Y ellos, Valdez y Rojas, eran los únicos testigos que podían contarlo. O las próximas piezas para su nido.

La partida había cambiado. Ya no se trataba de escapar. Se trataba de sobrevivir el tiempo suficiente para encontrar a los cautivos y sacar la verdad a la luz, antes de que el Impenetrable los consumiera a todos.




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