Chaco Silicio

CAPÍTULO 5: EL CENTINELA DE CARNE Y HUESO

CAPÍTULO 5: EL CENTINELA DE CARNE Y HUESO

La luz enfermiza que pulsaba dentro de la cúpula geodésica era un latido en la noche, un faro siniestro que iluminaba el movimiento orquestado de las siluetas. Valdez contó al menos cinco formas distintas, algunas delgadas y ágiles, otras pesadas y arrastradas, todas moviéndose con ese propósito inquietantemente coordinado.

"Un enjambre," repitió Rojas, su voz era apenas un hilo de sonido. "¿Cómo es posible? Kovacs dijo que el suero era para una sola unidad."

"El mensaje lo dijo: 'no es control, es simbiosis'. Y 'crecen como...'", murmuró Valdez, sin apartar los ojos del claro. "No liberaron un depredador, Rojas. Liberaron un virus. Un patrón de comportamiento que se propaga. El Proyecto Quimera debe ser una inteligencia de enjambre biotecnológica."

La teoría encajaba como la última pieza de un rompecabezas maldito. AgroSilva no buscaba crear un soldado perfecto, sino una red autónoma y autorreplicante. Y en su arrogancia, habían usado el ecosistema del Impenetrable como banco de pruebas, sin importarles el costo.

"Tenemos que irnos," dijo Rojas, la urgencia regresando a su voz. "Ahora, mientras están ocupados. Podemos seguir el arroyo, intentar llegar al punto de extracción B."

Valdez negó con la cabeza lentamente, su perfil recortado contra el tenue resplandor violeta. "No podemos. Kovacs y Silvestre están ahí. Y esa cosa... el enjambre... está aprendiendo, usando sus voces como carnada. Si nos vamos, los condenamos. Y condenamos a cualquiera que venga después sin saber qué hay aquí."

"¿Qué propone entonces? ¿Asaltar el nido? Somos dos, Jefe. Contra Dios sabe qué."

"No. Somos observadores. Y testigos. Pero necesitamos más datos. Necesitamos acercarnos."

Moverse a través del follaje empapado era una pesadilla logística. Cada crujido de una rama bajo sus botas sonaba como un disparo en el silencio húmedo. El aire olía a tierra revuelta, a lluvia y a algo más, un tenue rastro metálico y dulzón que les irritaba la nariz. El olor del nido.

Avanzaron metro a metro, usando la cobertura natural, hasta que encontraron un punto de observación elevado: un pequeño promontorio rocoso cubierto de enredaderas, a unos cien metros del claro. Desde allí, la vista era aterradoramente clara.

La cúpula de Polinizar-7 estaba irreconocible. Ya no era una estructura limpia y funcional. Enredaderas de un material brillante, como cableado muscular, trepaban por sus costillas de policarbonato. En la base, aberturas irregulares habían sido forzadas, como si la estructura hubiera sido devorada desde dentro. Las criaturas que se movían alrededor no eran meros robots. Se veían fusiones grotescas: patas articuladas de metal unidas a cuerpos que recordaban a grandes mustélidos o felinos salvajes, sus lomos cubiertos de placas cerámicas en lugar de piel; brazos mecánicos que terminaban en sierras o taladros, injertados en torsos que aún conservaban remanentes de pelaje chamuscado. Era la fauna del Impenetrable, mejorada y corrompida por la tecnología de Quimera.

Y en el centro del claro, custodiando la entrada principal de la cúpula, había una figura que les heló la sangre.

Era un hombre. O lo que había sido uno. Llevaba los harapos embarrados del uniforme de AgroSilva. Estaba de pie, rígido, como un soldado en su puesto. Su cabeza estaba ligeramente ladeada, y de su nuca surgía un grueso haz de cables y tubos flexibles que se conectaba a una mochila de metal que no era la suya. La mochila emitía un zumbido bajo y constante. En sus manos, sostenía con una firmeza antinatural el rifle de asalto de Silvestre.

"Silvestre..." respiró Rojas, con horror.

Era él. Su rostro estaba pálido y vacío, los ojos mirando fijamente a la nada, pero su cuerpo estaba alerta, listo. La criatura híbrida los había convertido a él y a Kovacs en algo peor que prisioneros. Los había integrado. Silvestre era ahora un centinela de carne y hueso, una extensión del enjambre, una pieza más de su defensa.

"Mierda," maldijo Valdez en un susurro. Cualquier plan de un rescate directo se evaporó en ese instante. No podían dispararle a un hombre. O a lo que quedaba de él.

De repente, la radio táctica de Rojas crepitó de nuevo, sin que ellos la activaran. No era estática esta vez. Era la voz de Kovacs, pero diferente. Más clara, pero también más plana, como si estuviera leyendo un guion.

"Centro de Comando... ¿reciben? Este es el técnico Lena Kovacs, identificación Tango-Sierra-7-4-0... El equipo de respuesta fue... neutralizado. Repito, neutralizado. La situación en Polinizar-7 está... bajo control. Se requieren... suministros. Espere instrucciones... para la transferencia de datos del Proyecto Quimera."

El mensaje se repitió, una grabación perfecta salvo por ese "neutralizado" que sonaba a eufemismo siniestro. Era otra trampa. Un señuelo más sofisticado. El enjambre no solo quería atraerlos físicamente, ahora intentaba engañar a cualquier rescate que pudiera monitorear las comunicaciones, haciéndoles creer que la situación era manejable, que solo necesitaban suministros. Quería que más gente viniera. Quería más materia prima.

Valdez miró a Rojas, y en la oscuridad, sus ojos se encontraron. No había necesidad de palabras. La magnitud de la catástrofe los envolvía. No se trataba solo de escapar o de rescatar a dos compañeros. Se trataba de impedir que esta plaga se extendiera más allá del Impenetrable.

"Ya no somos un equipo de rescate," dijo Valdez, su voz era grave y fría como el acero. "Somos una contención."

Rojas asintió, tragando saliva. El miedo en sus ojos empezaba a ser reemplazado por una determinación fúnebre.

"¿Órdenes, Jefe?"

Valdez desabrochó un compartimento en su chaleco táctico y sacó una unidad de datacube, del tamaño de un dedo pulgar. Activó su baliza de emergencia, que empezó a parpadear con una luz roja tenue.

"El protocolo de cuarentena nivel Épsilon. Este cubo contiene todo: los registros del LIDAR, la última localización de Kovacs, el mensaje corrupto y mi evaluación. Si logramos llegar al punto de extracción B y conseguimos un claro de señal, lo transmitimos. Si no... si solo uno de nosotros llega, o si nadie lo hace, esta baliza está programada para enviar una ráfaga de datos de un solo uso si detecta una señal satelital de AgroSilva. Será una confesión involuntaria para ellos."




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