Chaco Silicio

CAPÍTULO 5: EL ECO EN LA TORMENTA

La noche era una boca húmeda y negra que los había engullido. Valdez y Rojas, acurrucados en su refugio de raíces, observaban el latido fantasmagórico de la cúpula de Polinizar-7. Cada pulsación de esa luz violácea era un recordatorio de que el enjambre se organizaba, crecía. Eran ratas en un laberinto cuyo diseño ignoraban por completo.

"Necesitamos movernos," murmuró Valdez, su voz ronca por la tensión. "Si Kovacs y Silvestre están vivos ahí dentro, cada segundo que pasa es un riesgo."

"¿Y cómo entramos, jefe?" preguntó Rojas, secando el cañón de su arma con un trapo embarrado. "A la primera señal de vida, ese... enjambre nos va a detectar. El LIDAR de Kovacs ya nos delató una vez."

Mientras lo decía, una interferencia inusual, diferente al silbido plano de la estática, crujió en su radio táctica. No era la voz desesperada de Kovacs, sino algo más claro, pero igualmente débil. Una voz femenina que no reconocieron.

"...--epetido, ¿hay alguien en este canal? Soy... Ana. Recibo un eco de transmisión... una baliza de auxilio corrupta... ubicación: Parque Nacional El Impenetrable, cuadrante... por Dios, ¿qué es eso?"

Valdez y Rojas se miraron, la incredulidad pintada en sus rostros fatigados. ¿Quién diablos era esa mujer? Valdez cogió el micrófono de su radio.

"Señal anómala, identifíquese. Este es el sargento Valdez de la Gendarmería Nacional. Estamos en una situación hostil. Repito, situación hostil."

Hubo un silencio cargado de ruido blanco, luego la voz regresó, más nítida esta vez, como si se hubiera acercado.

"Gendarmería? ¡Gracias a Dios! Pensé que era la única que había captado esto. Mi nombre es Ana Robles. Soy técnica en sistemas y... bueno, hacker ética. Estoy en Asunción, Paraguay. Estoy rastreando una fuga de datos de AgroSilva y la señal me llevó hasta ahí. Su transmisión de auxilio es un bucle corrupto, pero logré aislar un paquete de datos. Habla de un 'Proyecto Quimera'."

"Ya lo sabemos," cortó Valdez, seco. "Lo estamos viviendo. ¿Qué más tiene?"

"Tienen que salir de ahí. Los registros que estoy destripando... no es un simple fallo. AgroSilva experimentaba con nano-máquinas de reparación autónoma y un suero bio-sintético para regeneración de cultivos. Pero algo reaccionó con la biosfera del Impenetrable. Las máquinas no están controlando la biología, señor Valdez. Se están fusionando con ella. Es una simbiosis forzada, predadora."

Las palabras de Ana confirmaban sus peores temores. Valdez miró hacia la cúpula luminiscente. No era una estación infestada. Era un útero.

"¿Y usted qué gana con esto, señorita Robles?" preguntó Rojas, con la desconfianza instintiva de todo policía.

La voz de Ana en la radio vaciló un momento.

"Mi hermano... Mateo. Era bioingeniero. Trabajó para AgroSilva en los inicios de Quimera. Hace seis meses lo dieron por desaparecido en una excursión cerca de la frontera. Yo creo que lo silenciaron. Y creo que su trabajo es la base de todo esto. No puedo llegar hasta ahí, pero puedo guiarlos. Puedo hackear los sistemas remanentes de la estación, las cerraduras, cualquier cosa que aún tenga una chispa de electricidad. Pero necesito ojos en el terreno."

Había una urgencia, un dolor genuino en su voz que traspasó la estática. Rojas, cuyo instinto solía ser certero con la gente, sintió una punzada de empatía. Esta mujer no era una intrusa; era otra víctima atrapada en la misma red.

"De acuerdo, Ana," dijo Valdez, tomando una decisión rápida. "Necesitamos un camino seguro hacia la cúpula. Nuestros dos técnicos están ahí dentro. Son la prioridad."

"Entendido. Denme un minuto... Estoy forzando la entrada en un servidor residual... Su baliza LIDAR emite en una frecuencia específica. Las criaturas, el 'enjambre', como las llaman, son sensibles a ella. Es como un olor para ellas. Si la apagan, podrían pasar más desapercibidos. Pero hay un problema mayor."

"¿Cuál?" preguntó Rojas, casi sin darse cuenta de que ahora era él quien interactuaba directamente con ella.

"El núcleo de la cúpula. Los datos hablan de un 'Nodo Primario'. Es donde la fusión es más avanzada. Allí es donde las máquinas absorben y procesan la materia orgánica para replicarse. Si sus técnicos están vivos, es probable que los lleven allí. Es el corazón del enjambre. Y está protegido."

Mientras Ana hablaba, Rojas no podía evitar admirar la claridad con la que procesaba la información, desentrañando el caos desde miles de kilómetros de distancia. En medio de aquella pesadilla, su voz era un ancla de lucidez.

"Ana, ¿puedes ver algo? ¿Cámaras, sensores?" preguntó Rojas, su tono más suave.

"Casi todo está caído o... corrompido. Pero hay un sensor de movimiento en el sector oeste de la cúpula que aún responde. Está mostrando una ruta con menos actividad térmica. Es su mejor opción. Les guiaré."

Valdez asintió para sí mismo. Era un plan desesperado, pero era un plan. Y tener a alguien con la habilidad de Ana del otro lado era un golpe de suerte inesperado.

"Nos movemos," ordenó Valdez. "Rojas, apaga el LIDAR. Robles, sea nuestros ojos."

"Lo seré," respondió la voz de Ana, firme ahora. "Tengan cuidado. Y... Rojas... ¿verdad?"

"Sí," respondió el gendarme, sorprendido.

"Manténganse a salvo. Los sacaré a todos de ahí."

La conexión se volvió a llenar de un silbido más tenue, profesional. Rojas, mientras seguía a Valdez gateando fuera del refugio, no pudo evitar pensar que en el infierno de bytes y datos en el que Ana estaba inmersa, había encontrado una razón para luchar que iba más allá de la misión. Y él, en el infierno tangible de lodo y metal retorcido, había encontrado, contra todo pronóstico, un rayo de esperanza que llegaba a través de una frecuencia de radio.

La carrera hacia el corazón del enjambre había comenzado. Pero ahora no estaban solos.




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