Chadia: Al Caer La Oscuridad

CONFLUENCIA: AQUELARRE

"No importa cómo quieran nombrarnos, las mujeres siempre hemos tenido el coraje de impulsar aquellas obras que para muchos llevan la palabra imposible. En tiempos de desprecio y oscuridad, cuando solo existe lugar para refugiarse en el seno de la diosa de la Creación, la magia fue el camino. Ya no me importa que lo digan en voz alta, sigo orgullosa de ser como todas las mujeres una de las mejores hechiceras."

Epitafio de Chadia Greenhouse, 31 de octubre de 1873, Albrowood.

Pueblo de Albrowood, actualidad.

—¡No puedo creerlo!¡Esto es inaudito! Deja de reírte Marie o te juro que te estrangulo con la bufanda.

Elodie le apuntaba a su hermana menor como si así consiguiera evitar la insoportable tarea de acompañarle a los límites de la ciudad para recolectar las dichosas piedras ígneas que completarían el proyecto escolar de la más pequeña.

—No entiendo por qué tanto berrinche, Ellie. De hecho, prometiste apoyarme en el proyecto delante de nuestros padres.

Marie estaba aprendiendo a manipularla más rápido de lo que pensaba, aun cuando solo contara con trece años. Finalmente, el torbellino de ropa de invierno que a duras penas contenía su guardarropa cedió para dejar sobre la alfombra de la habitación aquel abrigo con capucha forrada de armiño que la ayudaría a soportar las heladas características en el insólito clima de Albrowood.

—¡Listo! Ahora será mejor que nos apresuremos. Esta época del año es conocida por la aparición de nieblas en medio de los caminos y tú no podías haber escogido un lugarcito más terrorífico que los límites con el bosque Whitechapel.

Marie le sacó la lengua a su hermana pero se tragó el puntiagudo comentario de que parecía más bebé que ella. Si quería terminar con su proyecto, más le valía aguantar el drama desbordante de Elodie que se pasó todo el camino en bici quejándose de la frialdad del ambiente y la mala señal en las inmediaciones del cruce que daba acceso al bosque.

—¡Apresúrate quieres! Únicamente pasan las seis y parece que nevara aquí.

—Ya lo sé. Solo déjame encontrar el árbol que marcamos Jason y yo. En serio... debería ser yo la que nació primero.

Marie se alejó un poco del camino para buscar el sitio donde semanas atrás ella y su compañero de equipo habían dejado parte del trabajo. Elodie solo se abrazaba a sí misma mientras una espesa niebla decoraba el paisaje.

El clima en Albrowood parecía una mala broma. Para ser un sitio en pleno corazón de Norteamérica a veces se parecía más a un pueblo londinense cargado de escarcha e intensas lluvias a todas horas.

—¡Marie, estoy envejeciendo aquí! ¡Marie!

La pelirroja insistió pero de su hermana ya no había rastro.

—¡Si te estás haciendo la graciosa te recuerdo que el dulce o truco es mañana y te quedarás sin nada mientras no me...!

Las palabras murieron en la garganta de Elodie mientras observada cómo la oscuridad invadía aquella especie de páramo y el ulular melancólico de una lechuza parecía taladrarle los oídos. Rehusándose a gritar, se cubrió los ojos como si tuviera cinco años y aplicar la receta si no le veo no me ven, tuviera algún efecto protector.

Pero la frialdad en su cuerpo le impidió seguir con aquel ridículo plan. Era cómo si su sangre se helara por dentro y una pesada presencia emergiera de algún sitio en lo profundo de su cabeza.

"La niña se ha caído dentro del tocón del árbol. Búscala ahora, no hay tiempo, en estos bosques yo no soy la única alma."

Una voz con un característico acento neoyorquino le terminó de alzar los vellos de la nuca. Elodie respiró profundo y aun con el manillar de la bicicleta en sus manos trató de utilizar la linterna del móvil para buscar a su hermana menor.

"Más a la derecha, en lo profundo de ese sendero. Está sangrando."

Repetía aquella voz y a pesar de la frialdad, la chica podía jurar que su cuerpo estaba ardiendo. Quería gritar y salir corriendo. Quería llamar a su hermana pequeña y comprobar que todo se trataba de una broma de mal gusto, pero era como si estuviera siendo conducida por la voz en su cabeza y su cuerpo se limitara a responder a las formas de una especie de marioneta flácida pendiente de las órdenes recibidas.

"Es ahí, hemos llegado. Válgame Dios, tu hermanita es muy valiente."

Elodie abrió los ojos como platos al encontrar a Marie sentada en el agreste terreno mientras golpeaba con una roca lo que parecía la cabeza un animal.

—¡Maldita sea, Marie, podías haber llamado! ¿Qué demonios es eso?

La más pequeña tenía las mejillas empapadas pero no había perdido la calma. Cuando la serpiente le había arañado el tobillo izquierdo la cantidad de documentales que solía ver en compañía de su abuela materna le salvaron de una complicación mayor y terminó aplastando al animal con una de las rocas que Jason había destinado al proyecto.

—Solo ocurrió. Ayúdame a levantarme. El asqueroso bicho terminó arañándome la pierna y creo que se me dobló el tobillo.

Elodie tragó duro. Odiaba ver la sangre y su hermana menor parecía muy cómoda con todo aquello.

"Saca el veneno con una sangría. No tienes tiempo de llevarla con los humanos normales. Si no lo haces… la niña morirá."




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