—Yo soy…—
Chesshire cerró sus ojos y dibujo sus recuerdos en su mente. Al borde de la muerte le era regresado su pasado; era doloroso recordar su historia y recordarle a ese hombre quién era…
“El gato que esperaba en tu puerta”
“El gato que añoraba tu regreso”
“El gato que amaba estar a tu lado”
“El gato que se congeló en la nieve”
—Yo soy…Chesshire… Ese es el único nombre que recibí, el único nombre que me dio ella…—dijo abriendo sus ojos e irguiéndose.
Se levantó trabajosamente ayudado por el Rey y recobró su compostura. Miro fijamente hacia la loba que seguía tratando de liberarse de las cadenas y respiró hondamente.
—Escucha Rey, este mundo va a colapsar, terminaré mi duelo con ella y tú… si, en verdad quieres ayudarme, te irás— dijo Chesshire seriamente al Rey.
—¿Qué será de ti?—preguntó éste preocupado.
Chesshire volteó a verlo confiado y sonrió; esta vez su sonrisa era algo diferente a las que solía mostrar, parecía en verdad benevolente y agradecido con el Rey aunque éste ignorara la razón.
—Aprendí lo mejor de ti, no dudes de mí. Yo sin duda cumpliré mi promesa contigo y con la diosa.—
El Rey lo miró confundido.
—Dime… ¿Quién eres?—volvió a preguntar mortificado.
Chesshire negó con la cabeza.
—No tendría sentido de esa forma, ahora, si en verdad quieres ayudarme, veté de aquí ¡Ahora!—gritó y señaló el portal abierto.
El Rey aún con preocupación en sus ojos, apretó los puños y corrió hacia el portal, pero antes de que se alejara más de Chesshire, lanzó una fina cadena hasta su cuello. Éste se dejó atrapar por ella y lo miró extrañado.
—¿Qué crees que haces?— preguntó el felino con molestia.
—Se bien que no te seré de ayuda pero esto será una precaución— contestó el Rey.— Me asegurare de que cumplirás tu promesa.
Chesshire se rio.
—Yo no te he prometido nada… en este momento— aclaró Chesshire.
—Entonces promételo, promete que me dirás quién eres realmente y me iré.— insistió el Rey.
Chesshire quedó en silencio.
—¿Entonces gato, harás la promesa de honor?—
—Si tanto lo deseas lo haré. Lo prometo— dijo finalmente Chesshire.
—Entonces esa cadena que he puesto en tu cuello, te guiará hacia a mi, esperare tu respuesta.—
—Entonces acabaré pronto para tener esa charla. Ahora vete— dijo Chesshire y se encaminó hacia la loba, había mentido sabía que no hablarían después, la lanza que había ocupado la loba para herirle no era cualquier objeto y había engañado deliberadamente al Rey para ponerlo a salvo. Sintió alivio al verlo correr hacia el portal y finalmente se dirigió a la Loba.
Ambos intercambiaron miradas.
—Que conmovedor, gato, casi me hacen llorar— dijo ella forcejeando con las cadenas, que ya comenzaba a ceder ante el frágil piso del tablero.
Chesshire camino lo más cerca que pudo de ella y extendió sus manos, tres espejos se hicieron presente.
—Me gustaría atraparte para interrogarte sobre ese “hombre” del que tanto hablas y te encargó matarme pero creo que solo me limitaré a matarte— contestó con frialdad.
La loba miro los espejos y carcajeó divertida.
—¿Piensas usar el mismo truco que usaste con él?—
Detrás de Chesshire se dibujó el aura de un gato de color negro y ojos de distinto color, el Rey que estaba a punto de salir cuando su atención fue capturada por la poderosa aura del gato.
—Todo este tiempo eras…—pensó.
El Rey se vio interrumpido cuando las rocas comenzaron a caer, obligándolo así a cruzar el portal.
—Yo soy el gato del ajedrez, seré tu juez y verdugo, loba que responde al nombre de Fenrir Jin— dijo Chesshire y en ese momento los espejos tomaron un tamaño tan grande como el de ese animal y reflejaron la verdadera esencia de ese ser.
En el primer espejo estaba una mujer madura de cabello plateado con negro, en el segundo espejo se veía sucio y opaco y en el tercer espejo había adquirido un color tan rojo que no podía verse nada en él.
Antes de que ella se pudiera liberar, Chesshire saltó y con sus garras rompió el primer espejo que correspondía a su mente.
La loba se retorció de dolor y sin ver mucho, golpeó al aire con la pata que había logrado liberar de las cadenas del Rey. Chesshire viendo su éxito, se dirigió al segundo espejo y tras varios golpes lo hizo añicos, miles de fragmentos quedaron esparcidos en ese mundo que colapsaba a cada minuto.
Ahora tanto ella como Chesshire estaban malditos, él, maldecido por la herida hecha con “la lanza del tiempo” que con cada minuto robaba su vida y ella por las líneas del cuerpo y la mente (los espejos que había roto Chesshire); ambos lastimados por heridas de odio que jamás serían curadas.
Editado: 03.04.2018