Un vórtice del terror comenzó a succionar todo, lazando los fragmentos del tablero en el cielo de la ciudad del ajedrez.
Chesshire observó cómo la burbuja en la que vivió encerrado se desmoronaba en fragmentos finísimos de luz, sin querer morir a lado de su enemiga, se incorporó débilmente, miró el cuerpo de Fenrir y sonrió satisfecho, había protegido a los habitantes de la amenaza de aquella loba. Ahora sin él, los habitantes del ajedrez tendrían que aprender a defenderse solos, jamás quiso tomar el lugar de la auténtica diosa del ajedrez pero ella le suplicó que cuidara de su amada ciudad y él sin tener nada valioso en su vida, adoptó el deseo de ella como el propio y cumplió con la promesa hecha en el lecho de muerte de la diosa.
—Elsie…—dijo en voz baja.— He cumplido mi promesa.
En ese momento, el vórtice lo engulló y fue lanzado inconsciente hacia el cielo de la ciudad del ajedrez. Chesshire caía en picada y la maldición de la lanza del tiempo comenzó a correr.
En su espalda una mancha negra se formó y se proyectó en elaborados trazos el dibujo de un reloj que comenzó a correr frenéticamente, con el pasar de cada hora el cuerpo de Chesshire aparecieron extrañas manchas negras que proyectaban símbolos antiguos.
Su cuerpo estaba casi invadido y el reloj estaba a punto de llegar al número 12 cuando esté repentinamente se detuvo a escasos minutos. Tanto Chesshire como los fragmentos destruidos del ajedrez fueron detenidos; el tiempo se había parado.
Una luz de color azul brillo y un paisaje nuevo se abrió…
Era un lugar frío, blanco y luminoso; se encontraba en un bosque cubierto de nieve.
Chesshire abrió los ojos, miró sus manos, tocó sus orejas y movió su cola. Reviso sus heridas que habían sido curadas misteriosamente; estaba sorprendido.
—¿Pero cómo…?.— dijo mirando que se encontraba en perfecta salud. —¿Estoy vivo o he muerto?—
Caminó unos pasos y siguió recorriendo ese bosque cubierto de nieve.
—Esto…me es un poco familiar.—dijo confundido.
A lo lejos, vio al gato negro de ojos de diferente color parado frente a un árbol.
—Tú…—
El gato lo miró fijamente y luego le dio la espalda para caminar lejos de él.
—Espera—dijo Chesshire y lo siguió.
Cada vez que Chesshire trataba de alcanzarlo este corría más rápido hasta que llegaron a un camino. Chesshire perdió de vista al gato y camino mirando el lugar.
—He estado aquí… lo siento…—dijo admirando el paisaje.
Había una ligera tormenta de nieve, dio unos pasos buscando al gato y luego se detuvo al sentir algo frente sus pies. Chesshire bajo la mirada y vio al gatito debajo de la nieve, parecía que dormía tranquilamente, él lo miró asustado y casi cayó hacia atrás asustado.
—Esto no puede ser… no puede ser… ¡¿Qué maldita broma es esto?!—gritó asustado.
Trato de sacarlo pero sus manos solo atravesaban el cuerpo como si él se hubiera vuelto un fantasma. Chesshire intentó una y otra vez sacar el gato pero no pudo, derrotado bajo la cabeza y tapó su rostro con ambas manos, tratando de contener las lágrimas que hacía varios años no soltaba.
A lo lejos, escuchó pasos acercarse, pero no le importó siguió tapando su rostro, los escuchó más cerca y la dulce voz de una pequeña.
—Pobrecito…—dijo ella.— ¿Estás… dormido?—
Chesshire destapó su rostro y vio una pequeña niña de cabellos dorados y ojos de diferente color, idénticos a los del gato. Entonces al ver a la pequeña recordó aquel extraño sueño que había tenido en esa nevada, el alma de la mujer alada era idéntica a la pequeña que lo abrazaba.
—¿Qué? ¿Quién eres?—dijo Chesshire con voz doliente sin comprender qué relación los unía.
—Gatito… gatito—lo llamó la pequeña con voz suave pero el pequeño felino no despertó.
Ella guardó silencio y lágrimas cayeron por sus mejillas,éstas adquirieron un color brillante y azul que cayeron en el pelaje del gato. Lo abrazo con suavidad y lo acunó en sus brazos mientras tarareo una canción.
Chesshire guardó silencio y mantuvo sus orejas gachas, sabía que era lo que pasaba, era su propio pasado, ese gato negro era él, había muerto en la nevada y esa niña era la mujer de su sueño, era ella pero tenía algo diferente...
La pequeña tarareo por un tiempo la canción, besó la frente del felino y volvió a cubrirlo con la nieve, junto sus manos en una plegaria y murmuró unas palabras.
—Cuídate.—
Dicho esto, caminó por donde había venido hasta que desapareció.
Chesshire miro a ese gato, trató de acariciarlo, cuando algo extraño sucedió, su cuerpo se tiñó de blanco y se levantó de nuevo sacudiendo la nieve que ella le había puesto encima para cubrirlo.
Editado: 03.04.2018