(¿Dónde... estoy?)
Miré a mi alrededor y me encontré en una fría y oscura celda.
(¿Dónde estoy? Estaba hablando con Vlad hace un segundo)
Justo entonces oí el ruido metálico de una llave girando en una cerradura, y alguien entró.
CHARLES-HENRI- ......
(Espera...)
Llevaba un abrigo negro, el pelo le llegaba a los hombros y su porte era totalmente distinto, pero...
(Conozco esos ojos azul pálido... Es Charles. Estoy segura...)
Todavía confundida, abrí la boca para hablar.
MC- ¿Charles...?
Por un momento pareció como si nuestros ojos se encontraran, pero entonces su mirada se deslizó directamente más allá de mí.
(¿No puede verme?)
Vlad había dicho que quería que presenciara algo de primera mano. Y algo que Fausto había dicho volvió a mí.
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FAUST- Lord Vlad tiene el poder de obligar a la gente a cumplir sus órdenes.
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(¿Está Vlad compartiendo de algún modo los recuerdos de Charles conmigo?)
Mientras me quedaba helada, el joven que parecía ser Charles pasó junto a mí. Cerca del fondo de la celda había un hombre vestido de blanco, con una peluca blanca. Charles-Henri se arrodilló ante él.
CHARLES-HENRI- Votre Majeste, debo acompañarle al cadalso.
(¿Majeste? Entonces debe ser...)
CHARLES-HENRI- Yo... yo... yo debo llevar su...
LOUIS XVI- Levanta la cabeza y mírame con esos ojos tuyos tan inocentes, Charles-Henri Sanson.
El hombre respondió a la mirada suplicante de Charles-Henri con una sonrisa amable.
LOUIS XVI- Nadie tiene la culpa de esto.
CHARLES-HENRI- ¿Nadie... tiene la culpa?
LOUIS XVI- No. Si la cuchilla de la guillotina corta los hilos de violencia y confusión en que está enredada Francia, que caiga mi cabeza.
Con aquella sonrisa beatífica, el rey depuesto apretó un beso en la frente de Charles-Henri. Parecía una ceremonia de absolución.
LOUIS XVI- Que la gracia y las bendiciones de Dios sean contigo, Charles-Henri Sanson.
CHARLES-HENRI- ¡...! Señor, ¿hay algo... algún último servicio que pueda prestarle? Cualquier cosa que pueda ofrecerte, lo haré, a cambio de robarte todo. Cualquier cosa, Señor. Cualquier cosa. ¡Le ruego que me pida algo!
LOUIS XVI- Tu carga ya es demasiado grande, Charles-Henri. Me resisto a añadir el peso de mi petición. Sólo...
CHARLES-HENRI- ¿Sólo? ¿Qué es, Votre Majeste?
LOUIS XVI- Si se me permitiera un último deseo... Sería dedicar mi vasija terrenal, mi cuerpo, para asegurar la paz para Francia.
CHARLES-HENRI- ...Sire...
Las manos de Charles-Henri se deslizaron hacia el suelo como un lamento de su propia impotencia. La quietud que siguió no fue muy distinta de la paz. El antiguo rey sonrió, sólo una vez.
LOUIS XVI- Ah... Ojalá hubiera podido ver a mi pueblo sonriente y feliz. Aunque sólo fuera una vez.
Parecía haber aceptado la tragedia que estaba a punto de sucederle. Pronto Charles-Henri y varios guardias ataron las manos de Luis a la espalda. Luis subió al cadalso, rodeado de una multitud tan densa que el suelo era invisible. Charles-Henri aferró su vida... la cuerda atada a la cuchilla de la guillotina... en su mano. A su lado, Charles-Henri estaba tan pálido que podría desaparecer en cualquier momento.
(No sé si puedo ver esto...)
Apreté los dientes y me obligué a no apartar la mirada.
(Tengo que ver esto... Tengo que ver qué le ha pasado. Tengo que afrontarlo, pase lo que pase. No... importa... qué)
Las meras palabras y la imaginación nunca tocarían las profundidades del dolor que Charles-Henri llevaba consigo. Lo único que podía hacer era contemplar la escena que se desarrollaba ante mí. Un silencio absoluto se apoderó de la plaza.
CHARLES-HENRI- ¿Tienes unas últimas palabras?
LOUIS XVI- ...Señores, soy inocente de todo lo que se me acusa. Deseo que mi sangre pueda cimentar la felicidad de los franceses.
Charles-Henri soltó la cuerda. La hoja cantó en el aire. Todo terminó en un instante. Entonces la plaza estalló en ruido.
¡Viva la Nación! ¡Viva la República!
El rugido de sus voces era ensordecedor.
(¿Por qué? Todo lo que Luis quería era la paz para Francia. Esto es tan... brutal)
Charles-Henri levantó la cabeza cortada del antiguo soberano de Francia. A pesar del temblor de las manos del verdugo, el espectáculo provocó en la multitud un frenesí aún mayor. La gente en la plaza sonreía... tal y como Luis había deseado. Entre sus voces alzadas, de algún modo, oí a Charles-Henri.
Su gente está sonriendo, Señor. ¿Esto satisface su última petición? Qué raro... Tienes la cabeza delante de mí... Pero tu cara sola está demasiado borrosa para distinguirla...
(......)
Las lágrimas corrían por el rostro de Charles-Henri. Parecía ser el único que lloraba en la plaza. La multitud eufórica no prestaba atención a su angustia.
(Charles...)
Alargué la mano para secar aquellas lágrimas, pero mis manos lo atravesaron.
(¿Por qué no puedo tocarle?)
Mientras luchaba contra mi propia impotencia, me asaltó una repentina oleada de vértigo.
CHARLES-HENRI- (¿De quién es la culpa? ¿Del rey? ¿La reina? ¿Los revolucionarios? ¿Los ciudadanos que se deleitan con las ejecuciones?)
¡MC- ...!
(¿Qué estoy oyendo ahora mismo?)
Una voz pareció hablar directamente a mi mente.
CHARLES-HENRI- (Ante la muerte, Sa Majeste sonrió y dijo: "Nadie tiene la culpa")
Recuperé el aliento. La voz en mi cabeza pertenecía a Charles-Henri. Seguía de pie en el cadalso, con las mejillas manchadas de lágrimas. Sus labios no se movían.
(¿Estoy oyendo los pensamientos de Charles? ¿Cómo?)
Mientras me preguntaba cómo era posible, su voz continuó.