Mientras mi vida en aquella época parecía ir de mal en peor, Charlie también enfrentaba sus propios problemas y retos. ¡Claro! Muy diferentes a los míos, pero no por eso menos difíciles. En un principio yo pensaba que él y yo eramos muy diferentes, pero después de conocerlo comprendí que mas bien teníamos muchas cosas en común; en especial por el hecho que el mundo para nosotros era un lugar hostil que teníamos que aprender a sobrellevar.
Yo lidiaba con la traición de Matty, y sentía que el amor era una gran ironía en mi vida, como un muy mal chiste. Pero Charlie era afortunado en ese sentido, ya que para él en aquel entonces, "el amor" era esa entrega incondicional de sus padres.
—¡Buenos días, doctora Swan! ¡Pase! Ya le esperan. —Le respondió la empleada de servicio con una gran sonrisa.
La doctora Li Swan, era una pequeña y agradable joven de unos treinta y dos años de edad y de origen asiático. Neuróloga clínico infantil especializada en trastornos de lenguaje y trastornos del desarrollo. Había trabajado por más de cinco años con niños y adolescentes con autismo y en especial con los que padecen trastornos sensoriales como Charlie. Era muy apreciada por los Peterson, ya que los avances de su hijo desde ella lo trataba eran muy notables. Tres veces por semana ella visitaba a Charlie y realizaba algunas actividades con él. Ese día en especial, la doctora Swan lucía un hermoso vestido blanco con algunas rosas rojas estampadas. La empleada la llevó hasta un ala de la residencia donde le esperaban Charlie y sus padres.
—¡Buenos días! ¿Cómo están? —Se acercó de forma muy cortés a los padres de Charlie y les saludó.
—¡Muy bien, doctora Swan! Estamos muy entusiasmados hoy. —Le saludó el señor Peterson estrechando su mano.
Al escuchar su voz, Charlie le dio la espalda e inclinó su cabeza como como si estuviese muy entretenido en otra cosa.
Una de las cosas que llegas a amar de Charlie es su personalidad. Inclusive con su autismo y su trastorno sensorial, él siempre mantiene su personalidad intacta y no deja de demostrar ese carácter fuerte y determinado que te hace enamorarte fácilmente de ese chico. ¡Y se notaba mucho cuando algo no le gustaba!
—¡Charlie! ¿Cómo estás? ¿Listo para aprender cosas nuevas hoy?
La doctora Swan trataba de atraer su atención hablándole con cariño, pero Charlie le ignoraba. Para él, ella era sinónimo de sensaciones desagradables y de cambios bruscos en su mundo perfecto. Y eso era muy cierto: Swan siempre empujaba a Charlie a salirse de su entorno cómodo y seguro para enseñarle a experimentar y adaptarse a todos los estímulos externos. Pero aunque era algo necesario para su desarrollo, para el joven era como lanzarle al campo enemigo.
—¡Charlie! ¡No seas maleducado! La doctora Swan está siendo amable contigo, ¿Por qué no te das vuelta y le prestas atención? —Le riñó su madre con carácter.
—¡No se preocupe! Es normal que Charlie aún se sienta receloso conmigo. Sigo siendo alguien "extraño" para él, y más cuando le obligo hacer las cosas que no le gustan. ¿Hizo las actividades que le dejé?
—Sí, con algo de pereza, pero las hizo. —La madre le extendió la Tablet a la doctora.
Charlie miró de soslayo a Swan. Lo primero que notó fue su vestido blanco, pero al ver las rosas rojas estampadas en el, hizo una mueca de desagrado. Era una cosa muy molesta a la vista –según él- que esas cosas rojas estuvieran sobre esa perfecta tela blanca. La doctora notó eso, así que se acercó a Charlie hasta ponerse frente a él sentándose en la suave alfombra donde el chico estaba.
—¿No te gusta mi vestido, Charlie? ¿Es por las rosas rojas? ¡Tócalas! ¡No te harán nada malo!
Charlie se movió y le dio nuevamente la espalda a Swan. La doctora se sonrió.
—Siento que hoy Charlie como que está de peor humor que nunca, doctora. —comentó el padre que hasta ese momento contemplaba todo en silencio.
—Vamos a su paso, le presionamos un poco, pero siempre a su paso. Aunque no lo parezca, inclusive estos momentos son un gran avance, porque Charlie nos demuestra con su actitud "molesta" que no está aislado del mundo, él está aquí con nosotros y muy atento de lo que sucede a su alrededor.
Y justo ese positivismo de la doctora Swan, era lo que más amaban los padres de Charlie. De alguna forma ella alimentaba las esperanzas de la pareja, sin necesidad de sembrarles falsas expectativas. La evolución del joven podía ser un proceso muy lento y cuesta arriba, pero no debían nunca darse por vencidos; por eso les enseñaba a los padres a mantener el ánimo y celebrar aun esos pequeños progresos.
—¿Charlie ya interactúa un poco más con ustedes? —preguntó la doctora.
—Sí, mucho más...—respondió la madre sonriendo— Aunque aún lucho un poco para que nos hable y nos vea directo a la cara. A veces nos mira de forma espontánea, pero otros días simplemente no hay forma que Charlie nos vea de frente. Aunque su lenguaje si ha mejorado bastante, dice al menos un par de frases al día, eso es obviamente mucho más que antes que ni siquiera hablaba. Al menos a su padre y a mí nos dirige la palabra cuando quiere algo, o si algo le molesta lo expresa verbalmente. Aunque sigue siendo el lenguaje gestual el que más usa.