Charlotte

Capítulo 10

Después de tresmeses en los queme esforcé por ayu- dar a mi madr cambios. La casa ya no estaba tan sombría como e y a mis hermanas comencé a ver cuando llegué y el fuego había comenzado a lanzar chispas alegres por la llegada del invierno. Sin embargo, el estado de ánimo de los moradores no era muy bueno. Mamá se encerraba todas las tardes en su cuarto y no salía hasta la mañana siguiente. Solo la volvían a ver Agui y Tracy que dormían en su cuarto. La verdad es que mis dos hermanitas no pasaban
tampoco mucho tiempo fuera del cuarto. La tos de Ágata se convirtió en laringitis y Tracy, de un día para otro,llegó con lo mismo.Holly se acostaba en el sofá que se encontraba frente al fuego y solo se levantaba de ahí si se lo pedían. Lisa me apoyaba en las tareas de la casa aunque no hablaba mucho y en las tardes tejía para divertirse. Sammy ayudaba, pero después del almuerzo se sentaba a dibujar y, a eso de las cinco de la tarde, se iba a dar vueltas. Jane no hacía nada en la casa y se pasaba la mayor parte del tiempo en la mansión de los Dwen o con John en la sala. El abuelo nos había enseñado a cocinar a Lisa y a mí y, cuando no estaba leyendo en la sala, nos auxiliaba en la cocina.

John yWilson venían todos los días a la casa. Nos ayudaban un poco y luego se marchaban. Más bien, Wilson nos ayudaba.John haraganeaba conJane portodala casa.Cuando mamá no estaba encerrada en su cuarto, se sentaba en la sala a tejer sin pronunciar palabra. Cuando podía, me sentaba a su lado a hacer lomismo. El otro día había vuelto a sentarme con ella y habíamos pasado otra vez por aquel momento maravilloso entremadre e hija. Me dolía verla sufrir y aquel sentimiento desalentador se los había transmitido a mis hermanas. Yo trataba de animarlos a todos y así pasaban los días. Muchos eran con sonrisas fingidas, ya que yo también me solía poner triste. Recordabami infancia jugando conmi padre ymis hermanos; los consejos queme habían dado durantemi niñez y parte demi adolescencia; y los últimos días que pasé en su compañía. Me dolía cuando sonaban las cinco y no veía entrar a Rich por la puerta a abrazarnos y besarnos a todas. También me hacía derramar lágrimas el ver a Holly tanremolona en el lugar que había sido del haragán de Mitch. Pero lo quemásme hería, era el no ver a papá sentado ante sus piezas de ajedrez.

Aquel día estaba Sammy sentada en una butaca con los pies sobre una banqueta, se había quedado profundamente dormida con un libro sobre las piernas. Tracy estaba en el sofá junto a mamá, también cabeceaba pero con una cesta de ovillos sobre las piernas. Holly se había acostado en el sofá con los ojos muy abiertos mirando al fuego. Habíamos acabado de almorzar y Lisa se había sentado a escribir una carta sobre la tapa del piano. Sammy dibujaba sentada en una butaca.Yome encontraba a sus pies tarareando una canciónmientras enrollaba ovillos paramamá. El abuelo leía el periódico en una esquina de la sala. En ese momento entraron por la puerta sonriendo y hablando alto John y Jane.Tras ellos, entró un callado Wilson que se sentó en el piso junto a mí.Traía dos bombones. Me dio uno a mí y el otro, a Sammy; luego, se llevó un dedo a los labios. El mío lo guardé en mi bolsillo pero Sammy se comió el suyo. John y Jane se sentaron en el tablero de ajedrez, levantaron las piezas y pusieron naipes sobre la mesilla. Estaba dispuesta a protestar por aquel ultraje pero quería saber si mi madre lo aceptaba. Mamá los vio, pero no dijo nada.Así que tras un bufido, me entretuve en mis ovillos.

Se sintió un ruido proveniente del piano, Lisa había terminado su carta y comenzó a tocar unas lúgubres notas. Holly se mantuvo en su posición y Tracy dio un ronquido. Jane y John se rieron como unos tontos desde el tablero de ajedrez. Sammy,Wilson y yo los miramos con desaprobación y, sin decir palabra, seguimos en nuestras actividades.Ya habían pasado más de tres meses y no había recibido noticias de
Owaley y Mayer. Ellosme habían prometido contactar conmigo en cuanto salieran del campo de batalla.
—¡Buuu!
—¡John!—protesté, alterada, tras recibir aquel susto. Le dirigí ami amigo unamirada de censura.
—¿En qué pensabas?
—En nada.
—Debió ser algo muy profundo pues Jane salió dando saltos de la sala y no le reviraste los ojos.
—¡Ah! ¡Por eso has venido a molestar! —John se había sentado en el suelo a mi lado; en su cara se dibujaba una de sus sonrisas burlonas.
—Exacto.
—¿Cómo está tu madre?—había dicho las palabras mágicas. Desde queAlicia Litret se había casado con Teodoro Dwen, John casi no estaba una media hora solo en su casa.
—Mimadre… bien. En el cielo, supongo.
—La señora Dwen, tonto—le aclaró Sammy.
—Dirás, «la señora Litret». La señora que me trajo al mundo sigue siendo la señora Dwen.
—Para ti.La señora Dwen es ahora Alicia—dijoSammy.
—¿Y por qué en la tumba de mi madre sigue escrito «Stella Dwen, amada madre y esposa, contribuyente a la procreación de lafamiliaDwen»?—preguntó John.
—¿Quién escribió eso en su lápida?—pregunté extrañada. Me habían dicho que la madre de John había sido una mujer encantadora y aquellas palabras parecían ser de hielo.
—Mi abuela. No se llevaban bien.
—Vaya, yo recuerdo a la anciana —dijo Wilson—. La primera vez queme vio en la casa corriendo hacia el establo, me tomó la mano y dijo: «Eres el hijo de un sirviente, ¿no tienes vergüenza?». Me tiró contra un mueble y comenzó a darme con su bastón.



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En el texto hay: amor, guerra, soledad y muerte

Editado: 18.05.2020

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