El fuerte golpe hizo temblar las ventanas del aula.
Todas las miradas se desplazaron desde la puerta donde el cristal todavía vibraba hacia el joven que estaba sentado al fondo del salón.
-Esta vez te pasaste. Dijo Akemi.
La joven que había hablado tenia unos 16 años, vestía un traje de mantenimiento de color caqui de una sola pieza con la cremallera delantera baja hasta la mitad del pecho, lo que dejaba ver una remera anaranjada debajo. Su cabello negro le llegaba a los hombros y tenia una vincha de color rojo.
Matt no le respondió. Continuó golpeando sus dedos contra la mesa del pupitre como si practicase sobre un teclado invisible. Era un joven de tez muy blanca, casi pálida. Su cabello, en cambio, era de un rojo furioso, como si quisiera resaltar aún más la palidez del muchacho. El resto del aula recupero su nivel normal de murmullos y risas. Había unos cinco grupos diferentes de alumnos agrupados según edades, de modo tal que el salón estaba dividido en pequeñas "islas" de pupitres agrupados. Tal cual como ocurría con las pequeñas comunidades agrícolas en La Tierra, las clases en la Colonia se daban en un solo salón, con un solo maestro que impartía clases a alumnos de diferentes edades.
Akemi suspiró profundamente y levantándose de su pupitre se dirigió a la ventana. Pudo ver brevemente como Mina cruzaba el patio y entraba al baño de chicas.
-Está furiosa Matt. -Dijo. -No debiste tratarla así.
-Ella no me entiende. -Murmuró Matt.
-Mina está preocupada, como todos. -Akemi se cruzó de brazos mientras seguía apoyada en la ventana. -Lo que querés hacer es una locura.
Matt ya no la escuchaba, se había puesto un par de auriculares y digitaba en el escritorio siguiendo el ritmo de la música. Akemi se percató, tomó el envase de jugo que había estado tomando momentos antes y se lo arrojó a la cabeza.
-Idiota. -Le dijo. Seguidamente se dio vuelta y salió del salón mientras un timbre indicaba el fin de la jornada escolar.
Matt no tuvo que preocuparse del improvisado proyectil (Que de todos modos pasó inofensivamente por sobre su cabeza) Estaba concentrado en la música que escuchaba y sus manos trazaban arcos sobre el pupitre, golpeando la superficie de metal con cada nota que Mylene cantaba. "My Friends" era su tema favorito y lo ponía de buen humor cada vez que lo escuchaba. Cierto que no tenia un teclado electrónico para acompañar la canción, pero su versión acústica con piano lo enorgullecía.
¿Cuantas veces había tratado de formar una banda? Su grupo de cuatro amigos habían resultado absolutamente negados a la música. Solamente Akemi tenia algo de talento con la batería, pero desfasaba mucho los golpes y se negaba a practicar, por lo que era un caso perdido. Los demás niños de la clase tampoco habían resultado ser prometedores. Estaba solo en una inmensa fábrica que tragaba pertrechos de guerra y escupía chatarra. La música solo llegaba por la Galaxy Network, nadie creaba, nadie componía. Solo se consumía. ¿Y que? No podía creer que tanta gente le diera la espalda a la música que solo 50 años atrás los había salvado como especie.
No obstante la música era parte de su vida. Como un naufrago en una isla de metal, se las ingenió para que su habilidad innata por el piano se desarrollara sin maestros. Solo con videos y canciones bajados de la red y gracias al viejo piano de la escuela había llegado a dominar el instrumento y sus secretos. Pero todavía existía una barrera artificial a su creatividad. Matt nunca había hablado de ello con nadie, pero no dudaba. Su creatividad estaba anclada a la Rainbow. La gigantesca nave era un lastre en su música. Sus composiciones eran melancólicas y cargadas de una profundidad armónica que el atribuía a los pesados muros de metal que lo rodeaban. En cambio la música de Fire Bomber fluía como un torrente de energía liquida, sin ninguna clase de obstrucción al sentimiento que despertaba en su público.
Sin dejar de escuchar la música se levantó de su asiento y recogió sus cosas. Unos minutos después abandonaba el aula y se dirigió al salón de actos.
El edificio que hacia de escuela estaba situado un nivel por sobre el sector residencial que la colonia ocupaba en la Rainbow. La ubicación no era al azar. Era la única zona de la nave que disponía de una pantalla de proyección atmosférica que simulaba un cielo y daba algo de luz natural al ambiente. Todo el resto de la nave vivía bañado en la luz amarillenta artificial de las lamparas eléctricas. La escuela no era la única que aprovechaba esto. El Parque Colonial compartía parte de la cubierta elevada donde unos pocos árboles asomaban entre columnas y grúas oxidadas. Esos árboles y algo de césped eran lo único "verde" que la gente tenia a su disposición para relax y esparcimiento.
El salón de Actos era un edificio que descansaba sobre una de las paredes que encerraban al distrito residencial. Justo por encima del techo se abrían los dos grandes ventanales verticales que, de día, proyectaban su versión de un cielo en La Tierra. Solo cuando el reloj marcara las 19 la pantalla se apagaría y entonces se podían ver el campo de infinitas estrellas y nebulosas del espacio profundo.
Se detuvo a contemplar el cielo. Eran algo mas de las cinco de la tarde y la luz proyectada estaba cambiando ligeramente al tono rosado. Quería practicar al menos una hora antes de regresar a su casa. Era su ultimo año en la escuela y pronto no tendría mas acceso al piano, aunque sabía que si hablaba con Kyle o Evans podría conseguir el permiso adecuado, total, nadie usaba ese piano más que el.
Matt abrió la pesada puerta doble del Salón y entró al mismo. Mina estaba allí y en sus auriculares, Sweet Fantasy comenzó a sonar.