—«Debura!» —exclamó Virya al recibir de lleno la lluvia de metralla del misil que había conseguido destruir a solo un centenar de metros de distancia. Aun asi la onda de choque fue tan poderosa que envió su armadura hacia atrás de forma tan abrupta que no pudo evitar chocar contra el casco de la nave de Kreegan.
—¿Esta operativa, número Siete?
La guerrera sacudió la cabeza y movió las piernas para despegarse de la cubierta. increiblemente su armadura respondió a sus comandos y se irguió sobre la superficie metálica.
—Siete operativa —informó a su Capitana provisoria. —Daños menores en la armadura, reactor sobrecalentado a un 70%
Virya no esperó las órdenes siguientes, de todas formas ya sabía lo que debía hacer. Se impulsó hacia delante y retomó su lugar al lado de las otras dos chicas, quienes habían podido mantenerse en su posición a pesar de haber recibido ellas también buena parte de la onda de choque de la explosión.
El combate arreciaba ahora, era evidente que todas las fuerzas de ambos ejércitos estaban desplegadas a lo largo y ancho del campo de batalla. Había decenas y decenas de miles de naves por todos lados, cada una embarcada en la tarea de destruir lo primero que tuviese por delante. Parecía que en medio de aquel caótico paisaje el escuadrón de defensa antimisiles de Virya era el único grupo combatientes que mantenía una formación y un objetivo concreto.
La nave de Kreegan había dejado de disparar su cañón principal, su reactor hacía rato que debía haber alcanzado su punto crítico y solo se limitaba a escupir fuego de artillería a lo largo de su enorme estructura.
Era tal la furia del combate que frente a Virya el espacio aparecía completamente iluminado por las descargas de energía de las armas amigas y enemigas. Las explosiones se sucedían con tal asiduidad que el Queadluun se sacudía ininterrumpidamente al recibir las continuas olas de choque de los miles de guerreros y guerreras que morían en medio de enormes detonaciones.
La pierna había comenzado a molestar otra vez, probablemente el golpe había empeorado la herida. La joven ignoró el dolor y concentró su mirada en el monitor, había tantos blancos que era difícil distinguir cual de todos los atacantes que se arrojaban sobre ellos tenían prioridad para ser abatidos. El pequeño intervalo de tiempo que había estado sin disparar había servido para que el calor de sus cañones se disipara un poco y ya no estaban al rojo vivo como hace unos momentos. Con un rápido vistazo comprobó el estado del reactor; todos los indicadores sobrepasaban los valores de operación normales y algunos se habían detenido perpetuamente en marcas críticas. El Nona, básicamente, conservaba su forma porque la piloto que estaba dentro se mantenía de una pieza.
Varias descargas de energía pasaron sobre su cabeza pero la siguiente ráfaga impactó de lleno en el casco unos cincuenta metros por debajo de ellas, dejando un enorme cráter en el metal del casco. Virya esperó por la explosión inminente pero no sucedió tal cosa. La nave soportó el impacto.
Vieron como el campo de batalla se movía alrededor de ellos. La enorme nave había comenzado a girar sobre si misma y junto con ella arrastraba en su campo gravitacional a los defensores y enemigos que luchaban a su alrededor. Fue un momento fugaz, casi un destello en el límite de su campo visual, pero reaccionó instintivamente y giró con violencia hacia la derecha. Una armadura enemiga levantó un enorme cañón de energía en dirección al grupo de Queadluuns que le daba la espalda. La rafaga de Virya dió de lleno en el arma en el momento exacto en el que su enemigo apretaba el gatillo, la explosión de las celdas de energía aplastaron al miserable contra el casco de la nave en medio de una lluvia de fragmentos y trozos del piloto. En cuanto la nube de desperdicio se disipó Virya observó al Nona azul de su líder, con el brazo aún levantado y en posición de disparo.
—Buen trabajo Siete— dijo bajando el cañón. —Haz sido rápida!
Rápida si, por supuesto que lo había sido. Virya se dió cuenta que a pesar de la fatiga que comenzaba a sentir en sus miembros, sus reflejos eran más rápidos, su puntería más precisa. Sonrió y la sonrisa permaneció en su rostro a medida que abatía cualquier cosa que se acercaba en el arco de efectividad de sus armas.
La batalla continuaba y la nave que defendían soportaba ataque tras ataque sin tregua. Muchos de los cañones de artillería que sobresalían del casco de la gigantesca nave estaban silenciosos y al rojo vivo. La nave comenzó un nuevo giro sobre si misma para renovar la descarga de fuego con los cañones de la banda contraria; babor y estribor, disparando sin cesar hacia la masa de enemigos que atacaba sin piedad, pero ahora el campo de batalla había cambiado su forma, lenta pero inevitablemente las tropas Zentradi habían rodeado al núcleo de las fuerzas enemigas y por primera vez desde que la batalla se había vuelto un caos, el fuego venía de una dirección concreta.
Pronto el nuevo escuadrón de Virya comenzó a sufrir bajas. Dos guerreras sucumbieron al recibir de lleno el impacto de una descarga de energía en la zona central de la nave. Virya fué enviada a ese sector y perdió de vista a sus compañeras.
No podrían soportar semejante ataque por mucho más tiempo. Ahora solo podía disparar una pequeña ráfaga cada segundo y confiar en su puntería. Ojala tuviese algo mejor que un simple Queadluun Nona para luchar.
Por entre la cacofonía de alarmas que sonaban dentro de su casco distinguió un grito de alarma, lo que la hizo desviar su mirada por un instante.
Un enorme crucero de batalla se dirigía a toda velocidad contra la Nupetiet-Vergnitzs de Kreegan. La nave enemiga estaba literalmente llena de agujeros y sin lugar a dudas condenada a explotar en cualquier momento, pero ese último impulso la había puesto en curso de colisión directa.
—«Debura!»— gritó por centésima vez durante esa batalla y apuntó sus armas al bólido que se acercaba. ¿Que podrían hacer su pequeño par de cañones contra un crucero de batalla? Sin dejar de sonreír disparó una rafaga completa. No importó que sus armas se pusieron blancas por el calor y estallaron frente a ella. Nada importaba ya.