—Puente de mando…. ah Matt eres tu ¿En que puedo ayudarte?
Matt vaciló unos instantes mientras sostenía el Pad con ambas manos. Esperaba escuchar la voz de Tass y no la de Rebecca. —Buenos días— dijo finalmente resignandose. —¿Esta Amanda...?
La mujer del otro lado de la comunicación pareció suspirar profundamente. —La acabas de perder por menos de un minuto— contestó. —Me dijo que volvía en quince. ¿Quieres que le deje algún mensaje?
El muchacho no contestó enseguida y se limitó a caminar en silencio por el pasillo que conectaba dos de las cubiertas habitacionales de la Colonia. Había muy poca actividad a tan temprana hora de la mañana y al ser un día de asueto, la mayoría aprovechaba para dormir una o dos horas más antes de subir a la plaza.
—¿Matt? ¿Estas ahi? —preguntó la mujer con voz algo preocupada.
—Quería ir a visitar a Will al calabozo— respondió el joven volviendo en si. —Amanda dijo que hoy podría darme el permiso.
Rebecca suspiró aún más profundamente que antes —Ese muchacho— exclamó resignada. —Lleva acumulados más días de confinamiento que yo de vacaciones este año…
El joven se detuvo sobre una pequeña pasarela y apoyó los brazos sobre la barandilla. Desde ese lugar podía ver los ventanales y el pálido amanecer que comenzaba a colorear lentamente las pantallas de alta definición.
—Matt… no hace falta que esperes a Amanda— dijo la voz a través de los parlantes del aparato tratando de parecer reconfortante. —Puedo darte el acceso desde aquí yo misma.
—Gracias Rebecca —contestó el joven.
—No es nada chico, solo prometeme que vas a hacer lo posible para meterle un poco de sensatez a ese cabeza hueca ¿Quieres?
Matt sonrió, era la primera vez que lo hacía en varios días. Apagó su pad y mientras guardaba el aparato en uno de los bolsillos de su chaqueta escuchó el tono indicador de actualización de seguridad. Ahora podría entrar a La Torre sin problemas y bajar hasta el calabozo.
Pero no era el momento para ir, no todavía. Se había levantado bien temprano, pero no por voluntad propia. La verdad es que había pasado una noche bastante mala. Una sensación de ahogo lo había estado inquietando desde que se acostara y mantenido en vela casi hasta las tres de la mañana, solo entonces logró caer en un sueño intranquilo, despertando a menudo bajo una acuciante sensación de estar siendo observado.
Cuando finalmente su cuerpo se rindió al cansancio, el sueño llegó como un viento huracanado.
Matt no recordaba con claridad lo que había soñado, se despertó sobresaltado, sudando copiosamente y con el corazón latiendo apresuradamente. Se llevó la mano al pecho temiendo sufrir un ataque de alguna clase, pero al reconocer su habitación y los objetos cotidianos que lo rodeaban, se tranquilizó inmediatamente.
Entonces recordó, sus manos estaban cubiertas de sangre. —¡Luz! —casi gritó arrojando las cobijas que lo cubrían. Las luces sobre la cama se encendieron de inmediato ante la orden del joven.
Matt quedó arrodillado sobre su cama, temblando violentamente mientras examinaba sus manos a la luz blanquecina que bajaba desde el techo.
No había sangre en ellas, pero estaba seguro que no habia sido asi. Esa sensación, la sensación de matar a alguien… seguía allí, rodeandolo como un aura de suciedad imposible de eliminar.
Con un violento movimiento se arrojó hacia delante y enterró la cara en su almohada, gritando con todas sus fuerzas, como nunca lo había hecho antes.
Sólo al cabo de unos minutos se calmó lo suficiente para levantar el rostro y restregarse los ojos. Los últimos restos de la pesadilla fueron eliminados por los chorros de agua fría de una rápida ducha.
—¿Que mierda me esta pasando? —preguntó a la silenciosa imagen que se reflejaba en el espejo. —¿Porqué a mi? —insistió.
Pero el espejo solo le devolvía su propio reflejo, el de un joven con los ojos irritados, de tez muy blanca y con el pelo rojo alborotado.
Salió del cuarto de baño y caminó desnudo alrededor de la habitación. Mientras más pensaba en la situación, más confundido estaba. La Rio Grande había llegado la tarde anterior y no dudaba que Gray había cumplido su promesa. ¿Pero qué pasaría si Will era extraditado de la Colonia? Jamas podria llevar a cabo su plan si lo postergaba más tiempo, Amanda realizaría un inventario del astillero número cuatro eventualmente y descubriria la armadura. No podían ocultarla por siempre.
—Mierda, mierda, mierda —repitió como si de un mantra se tratase. —Mierda! —Grito tomándose de los cabellos mientras se sentaba violentamente en el suelo.
Permaneció allí sentado, tomándose la cabeza varios minutos hasta que finalmente bajó las manos y se dejó caer sobre el piso alfombrado, mirando de forma distraída el techo de la habitación.
Sin saber como, se encontró pensando en Cinthya.
Un vehículo de transporte de carga pasó por debajo de la pasarela, iba lleno de cajas y paquetes varios, el sonido trajo de vuelta a la realidad al joven, quien reconoció al conductor del vehículo como el copiloto de la Río Grande.
Matt se incorporó lentamente y caminó hasta el final de la cubierta, donde las escaleras llevaban a los pisos superiores e inferiores.
«Todavía no me he disculpado con ella» —pensaba mientras bajaba los primeros escalones cuando sintió que alguien lo chocaba por detrás
—Oh lo siento Matt, no te habia visto
—¿Tass..? ¿Que…?
La joven pasó al lado de Matt y le revolvió los cabellos con una de las manos —Lo siento, te veo mas tarde ¿No es un día maravilloso hoy?
El joven se detuvo atónito sin saber que contestar, de todas formas Tass ya había bajado el tramo de escaleras y dobló el recodo antes de que Matt pudiera articular una sola palabra.
¿Había bajado Tass los veinte pisos desde la oficina de Amanda por la escalera? Suspiró profundamente y siguió descendiendo los escalones al mismo lento ritmo de antes. Pronto llegó a la cubierta que buscaba y caminó decidido hacia la cafetería. Necesitaba desayunar algo antes de empezar el dia.
El local no estaba vacío a pesar de la hora. Muchos Colonos preferían desayunar en la cafetería a hacerlo en sus casas y el delicioso olor a café que escapa de las puertas confirmaba que era una elección bien fundada.
Vio a varios conocido en las mesas cercanas al ventanal que daba a la cubierta y los saludó con un pequeño movimiento de la mano. Casi al fondo de todo, cerca de los cubículos que ofrecian algo más de privacidad localizó la rubia cabellera de Tass, se había sentado junto a alguien mas, pero no distinguía quién era su compañía. ¿Sería el piloto del otro día? ¿Era cierto el rumor que le había contado Manuel…?
—Eh Matt, buenos días! —exclamó una voz familiar
El hombre tras la barra levantó la mano en gesto de saludo. Era una persona delgada de cabellos oscuros y cortos, bien peinados hacia atrás, lo que parecía darle una apariencia de estar peinados con fijador. Una gorra y un delantal oscuros completaban su atuendo. El barman no parecía tener más de cuarenta y tantos años.
—Buen dia Brad —respondió el joven caminando hacia la barra. El mostrador estaba vacío y se sentó en una de las banquetas frente al hombre de bigotes negros. —¿Todo bien?
—Todo lo bien que se puede estar en estos tiempos. ¿Escuchaste lo de la emergencia de ayer?
—¿Emergencia? —preguntó intrigado Matt —No me enteré de nada ¿Qué pasó?
El hombre dejó de limpiar la taza con el paño enganchado en su delantal y miró con atención al joven —No desayunaste todavía ¿No?
Sin esperar respuesta, Brad se dirigió al molinillo de café y colocó una pequeña cantidad de granos en la tolva, luego de una molida rápida, extrajo el polvo resultante en un recipiente que previamente había extraído de la enorme máquina de café que ocupaba gran parte de la barra.
Matt no era el único de la Colonia que admiraba el trabajo y la dedicación de Brad. Era sabido que casi todos consideraban al hombre un verdadero Barista del café, a pesar de que el jamás usó ese título para si mismo.
La forma en que se movía entre las tazas, la presión que ejercía para acomodar el polvo de café en los instrumentos y la delicadeza con la que encastraba todas las piezas de la máquina, eran parte de una armonía que Matt percibía en el trabajo del hombre. Ningún sonido producido por los instrumentos estaba en disonancia con los demás, era una verdadera sinfonía donde la percusión de las tazas y el sonido del vapor creaban una composición armónica en el pequeño espacio donde se movía el profesional.
—Me conformo con un Cappuccino Brad —dijo Matt casi hipnotizado por los movimientos del hombre.
—¿Cappuccino? Ni hablar! Tenes cara de necesitar algo más fuerte que eso.
El joven no respondió, pero al ver su imagen reflejada en el espejo que decoraba las estanterias llenas de botellas detrás de Brad, comprendió el porqué del comentario.
—¿Mala noche? —Preguntó mientras colocaba una taza vacía sobre la rejilla de la máquina.
—Ni me lo recuerdes.
Brad presionó un botón y un fino chorro de líquido oscuro comenzó a caer hacia la blanca taza de porcelana.
—Dicen que ayer por la tarde, casi noche, activaron el protocolo de emergencia desde La Torre— Brad se reclinó sobre la barra mirando a Matt. —Algo grave pasó en el Campo durante las operaciones de ayer.
Matt tragó saliva y miró hacia la pantalla que estaba ubicada en una de las columnas del salón, donde en esos momentos se proyectaba un paisaje con bosques y un lago. —¿No hicieron ningún comunicado oficial…? —preguntó.
—Nada de nada y es de lo único que hablan los Colonos hoy por la mañana.
El joven se removió en la silla y miró el vapor que salía de la máquina. —Creo… creo que si hubiese pasado algo realmente grave ya nos habríamos enterado— dijo.
—Las malas noticias corren rápido ¿No? —Afirmó Brad mientras se incorporaba y volvía a la máquina a retirar la taza. —En otras circunstancias estaría de acuerdo contigo Matt, pero al estar involucrada la NUNS en esto… no estoy tan seguro.
—¿Crees que algo le pasó al equipo de inspección…?
Brad no contestó y puso la taza de café frente a Matt, junto con unos sobres de azúcar y una cucharilla. —Espresso Largo. —dijo en cambio mientras secaba sus manos con el paño blanco.
Matt aspiró el aroma que subía desde la taza en pequeñas nubes y se sintió inmediatamente mucho mejor. Brad era un verdadero maestro del arte del café.
—Voy a buscarte un croissant (1) —agregó el barman mientras volvía a colocar el paño en su cinturón.
—¿Crees que Cinthya este bien? —preguntó Matt levantando la vista de la taza, la cual todavia no habia tocado.
Brad se había alejado unos metros mientras retiraba un par de croissant de una bandeja cubierta por una campana de cristal. —¿Cinthya? ¿Te refieres a la inspectora Ambiental, no?
Matt asintió con la cabeza y levantó la taza de café, dando un pequeño sorbo. El amargor del caliente líquido le recordó que había olvidado de poner azúcar en la bebida.
—¿La conoces en persona? —preguntó Brad mientras colocaba delante del joven un platito con las dos confituras.
—La conoci el otro dia en la escuela— dijo Matt mientras vaciaba el pequeño sobre dentro de la taza. —Es una persona muy agradable.
Revolvió lentamente el oscuro líquido con la cucharilla mientras admiraba dibujo que la espuma hacia en los bordes de la taza.
El barman se cruzó de brazos y miró atentamente al joven. —Es raro verte interesado en una chica— dijo.
Matt se sonrojó y bajó la cabeza aún más, casi como queriendo meterse dentro de la taza. —Ah! Bingo! —Exclamó Brad inclinándose hacia el joven. —¿Así que te gustan las mujeres más grandes que vos?
Como el rostro de Matt corría peligro de ponerse más rojo que el color de sus cabellos Brad desistió de seguir incomodando a su amigo, así que le dió una fuerte palmada en el hombro y se dirigió a la otra punta de la barra, donde un parroquiano se había sentado hace unos momentos.
—Buen dia Dan. ¿Lo de siempre?
El hombre asintió con la cabeza y señaló al joven pelirrojo mientras preguntaba en voz baja —¿Le pasa algo a Matt?
Brad suspiró y movió la cabeza con resignación. —Envidio a ese chico… tan joven y persiguiendo un romance imposible cuando tiene a una chica hermosa bajo sus narices.
Ahora fue el turno de suspirar del operario. —Toda la maldita Colonia sabe que Mina esta enamorada de él…. ¿Como es que todavía no se dió cuenta…?
Ambos hombres miraron a Matt y suspiraron resignados simultáneamente.