Lo más desconcertante eran los olores.
Virya había experimentado pocos olores en su corta vida. Uno de ellos era el omnipresente aire reciclado y reozonificado en toda nave Zentradi, sea de Meltrans o Zentran, todas las naves olían igual. El otro aroma particular era el de las cámaras de sueño, donde el aire se mezclaba con vaya a saber que para inducir el descanso en los siempre alertas guerreros. Luego estaba la comida, esas tabletas de material nutritivo que olían todas iguales, siempre con el mismo gusto.
El otro aroma (y que había descubierto hace relativamente poco en el hangar de la nave de Dulmei) era el de la sangre.
Pero ahora su nariz estaba siendo literalmente bombardeada con cientos de olores que no había experimentado antes. Parecía que cada objeto que la rodeaba tenía un aroma característico, único y desconocido.
El bolsillo del uniforme de Dulmei no era demasiado profundo y Virya podía mantenerse de pie mientras asomaba su cabeza por la abertura. El mundo era muy diferente a como lo recordaba. No sólo los aromas, todo parecía estar hecho de diferentes cosas, desde la trama de finas hebras que formaban la tela del uniforme de Dulmei hasta los remaches de los paneles de metal que formaban los pasillos de la antigua nave. Detalles que nunca pudo observar antes ahora desfilaban ante sus ojos, más nítidos, más cercanos.
La confundida piloto levantó el visor de su casco y escuchó los sonidos de aquel extraño mundo, el roce de la tela, el crujido de las botas y el retumbar de cada pisada de los dos gigantes que la conducían a vaya a saber qué destino.
—No lo entiendo— dijo casi sin pensar en voz alta.
Dulmei aminoró un poco la marcha y miró con curiosidad el bolsillo de su uniforme, donde la soldado micronizada se asomaba entre la tela. —¿Sucede algo, piloto?
—No entiendo el porqué tenemos esas cosas en la flota, esas vainas. ¿Para que sirve hacernos tan pequeños?
La Capitán no respondió y siguió avanzando en dirección al elevador. Una vez dentro esperó que el soldado Zentran accionase los controles.
—No lo sé con seguridad— dijo mientras el elevador comenzaba a descender hacia el hangar de la nave. —Creo saber que originalmente nuestros creadores eran de tamaño micrón y solían usar esas vainas para tratar con nosotros.
—¿Nuestros creadores? —Preguntó la joven piloto sorprendida.
—Eso es lo único que sé piloto. —respondió Dulmei sin dejar de mirar al frente.
Descendieron en silencio hasta el pasillo del hangar, donde se dirigieron rápidamente hacia la nave y las dos escoltas que los esperaban pacientemente. Virya bajó el visor de su casco y contempló las gigantes armaduras, inmóviles y expectantes una a cada lado del transporte.
A una señal de Dulmei, ambas máquinas dieron la vuelta y despegaron en dirección a la compuerta de salida. El rugido de sus motores retumbó en el hangar, iluminando fugazmente los fantasmales restos de maquinaria Zentradi desparramados sin orden ni sentido por todo el lugar.
El soldado Zentran abordó el transporte mientras colgaba el rifle a su espalda. El hecho de que el Zentran hubiese estado con su arma preparada durante todo el recorrido hasta al hangar no se le pasó por alto a Virya.
—Vamos —exclamó Dulmei mientras entraba a la nave con una ligera inclinación de la cabeza. La puerta se cerró tras ella y una tenue luz anaranjada iluminó el interior.
Pronto la vibración de los enormes motores se sintió en toda la nave, aunque Virya se sobresaltó al principio, solamente un cuerpo como el que tenía ahora podía notar tantas cosas que antes pasaba por alto.
Dulmei se sentó en la parte delantera del compartimiento de tropas, mientras que el soldado ocupó el último asiento de la parte posterior.
La nave despegó levantando una lluvia de partículas metálicas que Virya observó con curiosidad asomada desde el bolsillo del uniforme de su Capitana a través de una gran ventana redonda (Aunque tan sólo una pequeña abertura para un Zentradi promedio)
A través del sucio cristal pudo observar como lentamente abandonaban la antigua nave y salían al espacio exterior en medio de la gigantesca flota Zentradi.
Con sus nuevos ojos Micrón Virya pudo ver muchas cosas. La flota que conocía de memoria desde que había salido por primera vez al espacio en su Nona de entrenamiento se revelaba muy diferente a sus ojos. Las formas eran las mismas, los colores eran exactamente iguales, pero su cerebro parecía descubrir algo nuevo con cada mirada. Era un descubrir permanente de cosas que creía conocer de memoria.
—Virya ¿Que cree que esta haciendo?
La joven se sobresaltó y miró alrededor. Sin darse cuenta que la gravedad artificial de la nave que acababan de abandonar había dejado paso a la ingravidez del espacio, Virya había flotado libremente fuera del bolsillo de Dulmei y se había pegado al cristal de la ventana, fascinada con la vista de la enorme flota.
—Yo… lo siento Capitán! —Balbuceó sin saber qué decir, mientras se impulsaba hacia la gigante de mirada hostil que la observaba con atención. Para su sorpresa Dulmei interpuso una mano entre ella y el bolsillo del uniforme y le indicó que se subiera a ella. Virya obedeció sin chistar, sujetándose de los enormes dedos recubiertos por el guante blanco del uniforme.
Una vez que la joven hubiese detenido su impulso la Meltran cerró el puño con cuidado de no aplastar a la Microniana y lo acercó a su rostro para verlo más de cerca.
—Virya 712 —exclamó en voz baja clavando sus ojos en la pequeña guerrera. —Lo que voy a decirle ahora es confidencial ¿Comprende?
Virya asintió con la cabeza.
—Bien, porque usted no es la única que está arriesgando el cuello en esta misión, yo tambien me expongo a ser ejecutada por lo que estoy a punto de revelarle.
La joven puso los ojos como platos y abrió la boca, pero ninguna palabra salió de la misma.
—Esta misión es extremadamente peligrosa y no sólo porque usted va a meterse a explorar una cabeza de misil viva, ya ha superado uno de los procesos que más riesgo suscitaban y es necesario que explique el porqué. —por un leve instante le pareció a Virya que Dulmei tensaba el puño, pero fué solo un momento fugaz.
—El Archivista Exedore aprobó el plan con una sola condición: que usted fuera ejecutada si algo salía mal durante el proceso de Micronización.
Ante el silencio de la guerrera, la Capitán prosiguió hablando. —Fui advertida que el proceso de Micronización podía tener consecuencias inesperadas en la estructura genética de los Zentradis, por lo que en caso de una anomalía, la esterilización del sujeto era la única opción posible para preservar la integridad de flota.
—¿A.. Anomalías? —articuló con dificultad Virya.
—Alteraciones genéticas… deformaciones, cambios de color en cabellos y/o ojos, proporciones anormales del cuerpo… todo eso.
La micrón sufrió un ligero temblor mientras se llevaba una mano al pecho.
—¿Eso? —observó Dulmei echando una mirada al pecho de Virya. —No se preocupe, no creo que sea importante, al fin y al cabo todas las Meltran tenemos esas cosas más o menos del mismo tamaño. —Con un rápido movimiento giró la cabeza en dirección al soldado Zentran sentado en la parte trasera, pero respiró aliviada al ver que permanecía ajeno a la conversación.
—No, no creo que ese Zentran lo haya notado, es un simple soldado seguro que nunca había visto a una de nosotras sin ropas… no Virya, no creo que deba usted preocuparse por ello, aunque mi decisión podría costarme la vida y la de toda esta misma flota… ¿Está usted realmente bien? ¿Puedo confiar en que su cuerpo le responderá a la perfección?
Virya asintió— Sí Capitán, le aseguro que nunca me he sentido mejor en mi vida.
Dulmei acercó el enorme rostro a la Meltran micronizada y sostuvo la mirada con intensidad por varios segundos. Finalmente suspiró y depositó a Virya en el bolsillo de su uniforme.
—Le creo piloto. —Dijo. —Y estoy segura que podrá llevar a cabo esta misión y volver sana y salva a mi nave.